Sintió un escalofrío , cuando la pantalla del juego se cargó. Su nuevo avatar, Princesa Helix, apareció en el centro de un gran vestíbulo virtual lleno de jugadores. Había luces de colores, música alegre, conversaciones flotando en burbujas de texto por todas partes.
Helix caminaba con pasos elegantes que Rigoberto controlaba con asombrosa naturalidad. Un par de jugadores la saludaron, elogiando su atuendo.
—¡Qué bonito vestido! —le escribieron en el chat.
—Gracias —contestó, sorprendiéndose a sí mismo de lo fácil que era interactuar.
Sentía que su corazón latía diferente, como si la timidez de Rigoberto se hubiera quedado atrás y la confianza de Helix se hubiera instalado en él.
Mientras seguía explorando la plaza principal de Highrise, notó que algo fallaba. Su avatar se detuvo bruscamente, congelado en medio de un paso. La música se cortó. Todo se oscureció por un segundo.
Un mensaje emergió en la esquina de la pantalla:
> ERROR DE SINCRONIZACIÓN
Reintentando conexión…
Rigoberto frunció el ceño, molesto. Pensó que era solo un bug normal. Cerró los ojos un segundo para estirarse, y cuando los abrió… algo andaba terriblemente mal.
Sentía una presión en la cabeza, como si miles de agujas se clavaran al mismo tiempo. Su visión se llenó de luces parpadeantes. Quiso apartar las manos del teclado, pero no las sintió. Su cuerpo no respondía.
—¿Qué… está pasando? —intentó gritar, pero su voz no salió.
Todo giró, retorciéndose en un caos de códigos y líneas de texto en rojo. Rigoberto sintió un latido fuerte dentro del pecho —no en su cuerpo real, sino dentro de Helix. Podía oler el perfume digital del avatar, sentir el roce de la seda azul del vestido sobre su piel virtual.
Un segundo después, ya no estaba en su habitación.
Estaba en la plaza de Highrise. Podía sentir el suelo, el aire digital, la brisa programada que movía su cabello rubio. Miró hacia abajo y vio las manos delicadas de Princesa Helix, con las pulseras de perlas brillando a la luz del sol simulado.
—¿Esto… soy yo? —pensó, escuchando su voz sonar más aguda, más dulce, distinta.
La confusión lo invadió como un golpe. Movió los labios, y el avatar también los movió. Movió los dedos, y las pulseras tintinearon con un sonido perfecto. No había lag, no había retardo.
Rigoberto comprendió la aterradora realidad:
Su conciencia estaba atrapada en el juego.
No estaba controlando a Helix.
Ahora era Helix.