Kairo llevó a Helix a una pequeña sala de descanso virtual, decorada con cojines flotantes y luces suaves. El lugar estaba apartado del bullicio del evento, ideal para charlar sin ser escuchados.
—Aquí podemos hablar sin que los bots moderadores nos espíen —explicó Kairo, sentándose con gesto relajado.
Helix se acomodó frente a él, sintiendo las pulseras de perlas rozar su piel virtual. Dudó.
¿Podía contarle todo? ¿Podía confiar en un desconocido?
Pero algo en la mirada de Kairo la tranquilizó. Se veía sincero, preocupado.
—Kairo… —empezó, respirando hondo—, necesito decirte algo, pero suena… imposible.
El chico arqueó una ceja.
—A ver, sorpréndeme. En este juego, ya nada me asombra.
Helix bajó la vista.
—No soy… en realidad no soy una chica. Ni siquiera soy… solo un avatar —confesó, con la voz temblorosa—. Mi nombre verdadero es Rigoberto. Soy un jugador, pero… algo salió mal, y ahora… mi conciencia está atrapada aquí.
Kairo se quedó mirándola en silencio. Un segundo, dos segundos. Después soltó una risa breve, nerviosa.
—¿Me estás diciendo que… eres un jugador encerrado dentro de este personaje? ¿Como… atrapado de verdad?
Helix asintió, sintiendo un nudo en la garganta.
—No sé cómo pasó. El juego mostró un error y, de repente, desperté dentro de… dentro de ella. No puedo cerrar sesión. No puedo volver a mi cuerpo real.
Kairo dejó de reír. Su expresión se volvió seria, incluso preocupada.
—¿Estás diciendo que no solo controlas a Helix… sino que eres Helix ahora?
—Sí —afirmó, con un susurro.
El chico se pasó la mano por el cabello, pensativo.
—He escuchado leyendas urbanas de glitches tan graves que la gente quedaba en coma. Pero… ¿conciencia atrapada? Nunca vi nada así en persona.
Helix bajó la mirada, avergonzada de su propia confesión.
—Si no me ayudas, no sé qué hacer… —dijo con voz quebrada.
Kairo respiró hondo.
—Escucha. Si es cierto lo que dices, entonces necesitas hablar con los Administradores, pero no confíes ciegamente en ellos. Podrían considerarte un error del sistema y… bueno, reiniciarte —advirtió con tono oscuro.
Un escalofrío recorrió la espalda de Helix.
—¿Reiniciarme? ¿O sea… matarme?
—O borrarte para siempre —dijo Kairo, serio—.
Helix sintió que el mundo virtual se le venía abajo.
—Entonces, ¿qué hago?
Kairo la miró con decisión.
—Primero vamos a reunir pruebas. Si quieres sobrevivir, tenemos que entender qué te pasó, rastrear el fallo y encontrar la puerta de salida antes de que los Administradores te detecten.
Helix tragó saliva, sintiendo una chispa de esperanza.
—¿Me ayudarás?
Kairo le tendió la mano.
—Cuenta conmigo, princesa.
Helix la tomó, con las pulseras tintineando en el aire. En ese momento supo que, aunque el mundo virtual podía ser cruel, no tendría que enfrentarlo sola.