Desde el instante en que Wanda volvió a su lado, Helix sintió que algo dentro de ella —dentro de Rigoberto— volvía a encajar. Como si una parte rota se hubiese reparado sin palabras. La pequeña caminaba pegada a su lado, observando todo con esos ojitos atentos, olfateando esquinas digitales como si fueran reales.
Mientras avanzaban por el Bosque Prisma, los árboles emitían un leve resplandor rosa, como si respondieran a su presencia. Los pájaros del juego, normalmente programados para rutinas simples, parecían ahora girar alrededor de Helix con curiosidad. Algo estaba… diferente.
—¿Qué está pasando? —preguntó en voz baja, acariciando la cabeza de Wanda.
Fue entonces cuando el entorno cambió. Una figura conocida apareció entre los árboles: Kaito.
—Te estaba buscando —dijo con seriedad, clavando sus ojos brillantes en Helix—. Hay algo que necesitas saber.
Helix sintió un escalofrío.
—¿Qué ocurre?
Kaito hizo una pausa. Luego, como si midiera sus palabras, explicó:
—Desde que Wanda llegó… el sistema comenzó a registrar latidos. No de los servidores, sino de ti… y de ella. Como si ustedes dos fueran reales dentro de un mundo que no debería sentir. Y eso está empezando a alterar el equilibrio del código.
—¿Qué quieres decir con “latidos”?
—Significa que este mundo… está empezando a despertar.
Helix dio un paso atrás, confundida.
—¿Despertar… como si tuviera conciencia?
Kaito asintió.
—Y tú podrías ser el núcleo de todo. No solo estás atrapado aquí, Rigoberto… estás fusionado con Helix. No eres un jugador dentro del juego. Eres parte del juego ahora.
El viento sopló con más fuerza. Wanda ladró con inquietud, mirando hacia los árboles que se oscurecían. Desde lo más profundo del bosque, un eco surgió: una voz distorsionada, como una mezcla entre código binario y un susurro humano.
> “...no debieron entrar… no debieron romper la frontera…”
Helix tembló.
—¿Qué fue eso?
Kaito bajó la mirada.
—El Glitch Madre. Algo que nadie ha visto… hasta ahora.