Mientras los ecos del Glitch Madre se desvanecían en el bosque, Helix se agachó, abrazando con fuerza a Wanda. La perrita temblaba suavemente, pero no por miedo, sino como si sintiera que algo más grande que ambas estaba sucediendo.
Wanda no era un personaje generado por el sistema. Era real. Una criatura viva, de carne y hueso, atrapada en un mundo digital. Y sin embargo, su forma aquí parecía más brillante, más mágica. El pelaje blanco parecía brillar con pequeños destellos de luz, y en su cuello colgaba ahora un pequeño dije en forma de estrella… algo que Helix no recordaba haberle puesto.
—¿Desde cuándo…? —Helix tocó el dije. Al hacerlo, un destello de recuerdos inundó su mente: Wanda corriendo por el patio trasero, jugando con una flor de papel que ella —él— le había hecho una tarde aburrida. El mismo símbolo de estrella.
Ese dije… era un recuerdo. ¡Wanda estaba trayendo recuerdos reales a este mundo!
Un sonido metálico interrumpió el momento. En la interfaz del sistema apareció una notificación:
NUEVA HABILIDAD DESBLOQUEADA:
Vínculo Vital – Wanda
Wanda puede detectar distorsiones en el mundo virtual y proteger a Helix de ataques emocionales del Glitch Madre.
Helix leyó la pantalla con el corazón agitado.
—¿Distorsiones…? ¿Ataques emocionales?
Kaito se acercó lentamente.
—Este mundo reacciona a tu estado mental. El Glitch Madre se alimenta de tus miedos y tus dudas. Pero Wanda… está hecha de algo más fuerte: lealtad, amor… y memoria real. Ella puede protegerte.
Wanda levantó la cabeza y soltó un ladrido agudo, alegre. Luego se sentó junto a Helix, alzando la patita como solía hacer cuando pedía caricias. La misma manía de siempre. La misma esencia.
Helix sonrió, aún con lágrimas en los ojos.
—Tal vez no sé cómo salir de aquí. Pero mientras estés conmigo… no tengo miedo.
Y por un momento, el cielo del mundo virtual se aclaró. El atardecer digital adoptó un tono más cálido, como si Wanda hubiera pintado el cielo con sus propios recuerdos. Un halo de luz envolvía a ambas, un lazo que ni el código más roto ni el error más profundo podría romper.
Desde lo alto, observándolas en silencio, alguien más vigilaba. Ojos invisibles, programados para rastrear anomalías… que ahora comenzaban a temer a la pequeña perrita que trajo la verdad consigo.