Principio Y Fin

{ capitulo 4 }

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### **Capítulo 4: La Verdad Bajo las Estrellas**

El barco grande estaba envuelto en llamas azules, ardiendo con el mismo fuego que el dragón había soltado para protegerlos. El calor era insoportable, y las llamas iluminaban el océano, danzando como lenguas vivas contra la noche. Izan y la joven no tenían mucho tiempo. Con una rapidez desesperada, encontraron un bote pequeño asegurado al costado del barco, aún intacto por el fuego.

—¡Rápido, empuja! —gritó Izan mientras ambos trabajaban para liberar el bote.

Las llamas crujían detrás de ellos, y el barco parecía estar a punto de desmoronarse. Con un último esfuerzo, lograron soltar el bote, que cayó al agua con un fuerte chapoteo. Sin pensarlo dos veces, saltaron a bordo, ambos jadeando mientras remaban con todas sus fuerzas para alejarse de las llamas.

Cuando finalmente estuvieron a una distancia segura, el fuego se alzó en su último estallido antes de consumir completamente el barco principal. Izan dejó los remos a un lado y respiró hondo, intentando calmar su corazón acelerado. La joven se sentó frente a él, con gotas de agua salada perlándose en su rostro, y rompió el silencio.

—No sé si agradecerte o culparte por esto —dijo ella, medio en broma, medio en serio. Luego, se recostó contra el costado del bote, exhausta.

Izan la miró, aún intentando recuperar el aliento. —¿Agradecerme? —preguntó, con una risa incrédula—. Si no fuera por ti, probablemente estaría aún atado y con los cazadores persiguiéndome.

Ella lo estudió por un momento, sus ojos pareciendo buscar algo en él. Finalmente, habló con un tono más ligero. —Por cierto, nunca me dijiste tu nombre.

—Izan —respondió, con una leve inclinación de cabeza—. ¿Y tú? ¿Cómo debo llamarte?

Ella dudó por un instante, pero luego suspiró como si ya no tuviera nada que perder. —Me llamo Elira.

—Elira... —repitió Izan, dejando que el nombre rodara en su boca. Luego, la curiosidad lo invadió—. ¿Y qué estabas haciendo en ese barco? No parecías estar allí por accidente.

Elira desvió la mirada hacia el horizonte, donde el resplandor de las llamas apenas era visible. Por un momento, su rostro mostró una vulnerabilidad que Izan no había visto antes. Finalmente, lo miró directamente y le dijo:

—Soy una princesa. Estaba escapando.

La declaración cayó como un trueno en la pequeña embarcación. Izan se quedó boquiabierto, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Una... princesa? —tartamudeó, incrédulo—. ¿De qué estás escapando?

Elira cruzó los brazos y dejó escapar un suspiro. —De un matrimonio arreglado. Mi padre, el rey, quiere que me case con un hombre que no amo. Creía que al escapar encontraría la libertad, pero parece que los problemas me siguieron hasta aquí.

Izan se pasó una mano por el cabello, aturdido. Había pasado de liberar un dragón de mar a navegar en un bote con una princesa fugitiva. —Esto es... mucho —murmuró, su voz casi un susurro.

Elira arqueó una ceja, con una ligera sonrisa en el rostro. —¿Te asusta saber quién soy?

—Un poco, sí —admitió Izan—. No todos los días terminas en un bote con una princesa que escapa de un matrimonio.

Ella soltó una risa breve, pero su expresión se volvió más seria. —Bueno, si hay algo que he aprendido en este viaje, es que los títulos no significan nada si no puedes elegir tu propio camino.

Izan la miró, y por primera vez entendió el peso de sus palabras. Aunque no sabía cómo había llegado a este punto, sabía una cosa: ambos estaban en esto juntos, y su camino estaba lejos de terminar.

Las estrellas titilaban sobre sus cabezas, reflejándose en las aguas tranquilas que se extendían hasta donde la vista alcanzaba. El bote, aunque pequeño, parecía deslizándose con calma mientras el silencio envolvía a Izan y Elira. Ninguno sabía exactamente hacia dónde se dirigían, pero había algo en el aire, una sensación de incertidumbre y posibilidad que mantenía sus pensamientos ocupados.

Izan descansaba contra el costado del bote, dejando que su mirada recorriera el firmamento. Aunque aún estaba procesando lo que Elira le había revelado, no podía evitar sentir cierta admiración por su determinación. Escapar de una vida que parecía predestinada no era algo fácil, y aunque no entendía del todo su situación, sabía que debía apoyarla. El canto del dragón, el fuego azul que había destruido a los cazadores... Todo parecía conectar sus destinos de una manera que ni él mismo podía explicar.

Elira, por su parte, permanecía en silencio, observándolo desde su posición frente a él. Finalmente, rompió el silencio, su voz suave pero cargada de intención.

—Supongo que ahora piensas que estoy loca —dijo, medio en broma, medio en serio—. Una princesa escapando de un matrimonio arreglado, huyendo hacia el océano sin un plan claro. Parece un desastre, ¿verdad?

Izan miró sus ojos, ahora iluminados por la luz de las estrellas, y negó con la cabeza. —No pienso que estés loca. Pienso que eres valiente. Hacer lo que has hecho requiere más fuerza de la que yo tengo.

Elira arqueó una ceja, divertida. —¿Más fuerza de la que tú tienes? Tú enfrentaste cazadores, liberaste a un dragón, cantaste como si fueras parte del océano... No me parece que seas débil.

Izan dejó escapar una pequeña risa. —Eso fue más suerte que fuerza. Nunca me imaginé en una situación como esta.

La joven lo observó un momento más antes de hablar. —Bueno, tal vez la suerte no lo sea todo. Tal vez hay algo más detrás de todo esto. ¿No has pensado que el dragón te escogió por alguna razón?

Izan se encogió de hombros, incómodo con la idea. La mirada del dragón había sido intensa, como si lo juzgara, pero pensar que había sido "escogido" era un peso que no estaba listo para cargar. En lugar de responder, desvió la conversación.

—¿Y ahora qué? —preguntó, intentando que su voz sonara más relajada—. No podemos quedarnos en este bote para siempre.




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