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El sonido de mi teléfono me despertó. Era un mensaje de texto.

Señorito Castro:

Buenos días, señorita Casandra. Lamento mucho el trago amargo que le hizo pasar uno de nuestros estudiantes. Hemos tomado cartas en el asunto para evitar este tipo de situaciones en un futuro.

Casandra:

¡Buenos días! Gracias por sus atenciones. ¿Significa que estoy expulsada?

Señorito Castro:

Señorita Casandra, en esta ocasión, al igual que en la anterior, usted fue la víctima. Quien fue expulsado del programa fue el Sr. Elías, ya que las investigaciones arrojaron que fue él quien intentó propasarse con usted el día de su cumpleaños.

Casandra:

Necesito más información. Quiero denunciarlo. ¿Podría agendar una cita con usted?

Señorito Castro:

Imposible. Me encuentro fuera de la ciudad. La denuncia ya fue interpuesta. En caso de requerir su presencia le mandaremos una notificación. Buen día.

Eran las 10 de la mañana. Salí de la habitación rumbo a la sala; Mateo seguía dormido ahí, fui a la cocina por un vaso de agua y regresé a los brazos de Morfeo. Aún me sentía agotada como para mantenerme despierta.

Desperté más tarde, me desperecé, y al tomar mi teléfono observé que había una nota junto a este.

"Cassie:

Tuve que irme a trabajar; estaré todo el día fuera y regresaré hasta la madrugada. Disculpa por no poder pasar el día contigo. Puedes quedarte el tiempo que desees, en el refrigerador hay comida. Si necesitas ropa puedes tomar lo que gustes de mi armario. Siéntete libre de revisar para que compruebes que no soy un psicópata ni un narco.

Por cierto, te ves muy bien con mi ropa.

-Mateo."

Me sonrojé, y comencé a reír por sus ocurrencias.

Me había imaginado que pasaría el día con Mateo después de que me preparara un romántico desayuno que degustaríamos en la cama.

Recordé los mensajes que me mandó el señorito Castro por la mañana, y le llamé a mis roomies para tener noticias.

—¿Cómo estuvo tu noche? ¿Pudiste dormir, o te mantuvieron despierta? —Preguntó Hugo con picardía. Me reí de sus ocurrencias y escuché como Alessandra lo reprendía.

—No le hagas caso. ¿Cómo te sientes? ¿Pudiste descansar? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien, gracias por preocuparse por mí. Y sí pude dormir bien, Hugo. ¿Ya podré regresar al departamento?

—Hoy por la mañana, vino personal de la compañía, revisó la habitación de Elías y se llevaron todas sus cosas. Al parecer ya lo expulsaron y tiene una orden de restricción, no se puede acercar a ti ni a ninguno de nosotros.

—En ese caso, me iré a casa.

—¿Quieres que vayamos por ti?

—En realidad, no tengo idea de donde estoy. Solo sé que es cerca del restaurante donde cenamos anoche.

—De acuerdo. Aquí te esperamos con una pizza.

Al finalizar la llamada me cambié de ropa y le mandé un mensaje a Mateo agradeciéndole sus atenciones.

Salí del departamento y caminé un poco por el lugar para conocer los alrededores; al llegar a la esquina vi el restaurante donde trabaja mi amigo. Me sentí confundida porque recuerdo que anoche caminamos más. Mateo me vio a través de la ventana y se acercó a mí.

—¡Hola!

—¡Te aprovechaste de mí! Me hiciste caminar por toda la ciudad anoche, cuando tu departamento se encuentra a una cuadra de aquí. —Le reclamé haciéndome la víctima.

—Lo hice para pasar tiempo contigo. —Se defendió— Gracias por venir a verme, también te extraño. —Me abrazó.

Me separé de él y lo miré confundida.

—¿Estás bien? ¿Te diste un golpe en la cabeza?

—¿Acaso no has venido a verme? —Dijo con una sonrisa ladeada.

—Te mandé un mensaje para avisarte que me iba. Y pasé por aquí de casualidad.

—¿Te vas? Acabas de romper mi corazón. Tenía la esperanza de volver a verte durmiendo en mi cama. —Dijo actuando como si estuviera herido— ¿Comiste algo?

—Sí. —Mentí. Mi estómago rugió— Debo irme, mis roomies me esperan.

—Algo me dice que estás mintiendo. Tú te pierdes de un excelente almuerzo. Te escribo en la noche. —Se despidió de mí abrazándome de nuevo y dándome un beso en la mejilla.

—¡Hasta pronto! —Me despedí.

—¡Los taxis los encuentras en esa calle! —Me gritó mientras me alejaba de él.