Narra Andrés
Pude reconocer el lugar como la calle "La victoria", ahí se encuentra la plaza de toros más cercana solo espero que este plan no falle. Y hablando del rey de roma.
—Venga toro, inútil trata de cogerme—dije mientras me burlaba de él
Parece que mi grito logro alertar a los ciudadanos, al mismo tiempo que este me perseguía, nada paraba a esa cosa; fue hasta el momento en que este me ataca con su gran aguijón, esquivaba la imponente arma, pero esta me alcanzó al mismo tiempo propinándome una herida en mi brazo. En ese punto me concentraba en solo correr, justo en el momento en que mis pies dejaron de tocar el suelo, espera ¿¡que!?
—Uf, vaya he oído que el mundo humano tenía actividades peligrosas, pero no tan peligrosas—dijo la persona que me sostenía
—Un momento, ¿Quién eres? Y ¿Por qué me salvaste? —le interrogué
—Soy Anubis, estuve en el templo de la Eneada, fui el encargado el espejo ehecatl —aclaro aterrizando en una azotea cercana.
—¿Cómo me encontraste? —le volví a preguntar.
—Puedes engañar a mis otros sentidos, pero nunca a mi nariz—respondió tocándose la misma.
—Okay—conteste incómodo—bueno tengo que llegar a la plaza "Las Ventas" para poder ejecutar el plan de Adom—finalice
—Y ¿Ese gran edificio no puede ayudar? —me cuestiono
Puse mi vista por donde apuntaba Anubis, resulto ser lo que buscaba desesperadamente ¡La plaza!, como no la vi antes.
—¡Perfecto! Solo tenemos un pequeño percance—dije— ¿Oye puedes llevarnos volando? — le pregunté
—No puedo—confirmo
—Y ¿lo que hiciste hace medio minuto? —pregunte
—Eso solo fue una baraka temporal—explico—Pero podemos tomar un pequeño atajo—respondió con una sonrisa de labios.
Siempre que una persona tiene una sonrisa labial, me da un gran escalofrío siempre tengo un mal augurio con ese tipo de personas.
Un brillo surgió a mis espaldas, mientras se escuchaba el mugido del animal revise abajo y este estaba ¡subiendo por la pared!
Iba a avisarle a Anubis sobre lo sucedido, pero algo me tomo para luego aventarme, creí que iba a tener un aterrizaje duro, aunque este fue bastante blando, me fijé en mi salvador y era un enorme perro de pelaje negro y grueso, se podría decir que se parecía a un lobo, pero sus patas delgadas me dicen que es otro tipo de can.
—¡Sujétate fuerte, no te vayas a caer! —me ordeno, reconocí la voz al instante ¡Anubis!, sé que he visto bastantes cosas raras, incluso yo soy raro, pero creo que nunca vaya a acostumbrarme.
Salto del mirador, mientras le hacía caso a su petición, este aterrizo en sus cuatro patas con fuerza, al mismo tiempo que llamaban la atención del toro; el mismo nos voltea a ver y arrastra las pesuñas preparándose para atacar con sus grandes aspas.
—¡Ahora! —dijo para empezar a correr
Este grito captó la atención del mismo, persiguiéndonos y nuestro acto contrario fue corriendo a la plaza, estuvimos corriendo por un rato, conforme íbamos avanzando el toro nos lanzaba cosas para atrasarnos.
—¡Mira ahí está! —apunte
—¡Eh! Paguen su ticket—reclamo el vendedor
Terminado decir esto entramos en la arena, acompañados de los vítores de la gente, creo que por el acto anterior acto.
—¡Andrés! —grito alguien
Gire mi cabeza para ver al perteneciente de la voz, en las gradas se encuentra Priscila junto con el resto en la tercera fila de gradas, salude a estos muy animado; no había sentido esta sensación con otra persona aparte de mi padre, desde que se casó con mi madrastra, esa mujer ni sentimientos tiene me trata como de un mendigo me tratara, pero como si un rayo de luz llegara a mi vida ella se hizo presente, como si se tratara de lo mejor del mundo y...
—¡Rápido a la derecha! —exclamo Petrof
Anubis esquivo un gran cúmulo de rocas conmigo aún en su lomo.
Narra Priscila
Decidí ayudarlo con ese gran problema, no podía bajar las escaleras eso sería una pérdida de tiempo y necesita nuestro soporte, pero ¡ya!; busque por los alrededores algo para bajar y ahí lo vi, unos banderines; estos tenían el largo adecuado, me columpie hacia el centro de la arena de toros, pero al aterrizar me raspe las rodillas provocando la salida del líquido carmín.
—¡Priscila, ¿estás bien?!—grito Andrés con un tono inquieto.
—Si tranquilo, solo un par de rasguños, pero estoy bien—le conteste.
Los otros bajaron a nuestra dirección, saltando la valla que separaba la arena de los asientos del público y bueno no tenía la mejor cara del mundo.
—¡Priscila, eso fue muy irresponsable, pudiste romperte un hueso y ni te habrías dado cuenta—reclamo Moshee
—Tranquilo estoy bien y en una sola pieza—le respondí tranquila.
—Chicos...—empezó Petrof.
Nos olvidamos del toro por completo, este empezó a dirigirse a nuestro sentido para atacarnos, nos apartamos para no recibir las estocadas de sus cuernos y así no parar en algún hospital, pero resulto ser muy necio. Empecé a analizar que podría ayudarnos, en ese entonces alguien se me adelanto.
Narra Andrés
Vi a los alrededores buscando algo para distraer al animal, al tiempo de que visualicé una bandera larga de color rojo, la misma que utilizo para columpiarse hacia mi dirección; tome la iniciativa para agarrar el mismo.
—¡Venga! ¡Venga toro! —exclame, agitando la tela.
Este puso toda su atención sobre mí, rascando el suelo de tierra con sus pesuñas al mismo tiempo que agachaba la cabeza apuntándome con sus astas. Comenzó a correr a mí, al tiempo que ya estaba listo.
—¡Anda cobarde!, eres cuadrúpedo o gallina—dije; ahora que lo pienso fue lo más tonto que hecho en mi vida.
Arrebate de su vista el material suave, como consecuencia este clavo sus cuernos en una de las barreras de madera.
—Eso—me apoyo Priscila.
La gente empezó a chiflar y aplaudir por el espectáculo, pero el animal bravo se liberó, aun con las vallas de madera en su cuello. No obstante, algo derribo repentinamente al animal.
Narrador omnipresente
El ser responsable del derribo del animal, fue una figura masculina de la apariencia de un adolescente de unos 13 años, pelo oscuro, tez fria ; vestido con una camisa de manga corta y botones junto con un chaleco blanco con capucha, pantalones beige y botas de combate. El acto de este hizo para defender a nuestros héroes fue apuñalar al animal, como si se tratara de un león que no ha comido por un mes; procedió para clavar su brazo imitando una espada, el animal gruñía de dolor por tal acto ejecutado en su pecho; el muchacho sostenía algo en la mano y su amada logro identificar el órgano.
—Corazón—dijo esta entre susurros, su rostro era un reflejo entre asombro y terror.
Creía que el corazón era uno común, una simple bomba de sangre hecha de carne, pero qué equivocada estaba; solo era un metal pesado más retratado como oro. El joven se voltea a hacia el grupo y limpiándose la boca con el antebrazo, se dirigió a ellos diciendo.
—Vámonos—dijo para irse a la salida—guíanos—se dirigió a Andrés.
Estos por miedo decidieron obedecerlo, mientras Andrés le guiaba a su casa.
Al entrar a su destino, el chico vio la hora al darse cuenta de que era tarde (específicamente las 7:30 de la noche). Los demás decidieron ir a dormir, claro con las indicaciones de Andrés; nuestra protagonista fue hacia donde le indico el menor, la cama matrimonial, se sintió incómoda al principio por estar en cuarto ajeno, pero fue acostumbrándose poco a poco; ya estando acostada fue acomodándose y cuando iba a cerrar los ojos, el rechinido de la puerta la interrumpió; se quedó quieta esperando algún movimiento brusco. Pero lo único que recibió fue el contacto labial en su cabellera castaña.
—Descansa habun—le informo.
Luego se fue. Reconoció la voz como la de Anubis la de aquel muchacho que le impresiono en su fiesta.