Priscila & La manzana dorada

Empiezo a surgir

Narrador Omnipresente

Las mujeres seguían peleando como dos bestias por un trozo de carne. Hasta que el sonido de choque de metal con piedra les llamó la atención de ambas; pues al lado del rehén estaba Andrés, con una de las cadenas en sus manos y mordiéndolas con sus dientes, antes de leche ahora, a rojo vivo.

—¡Ya basta! —exclamó un eco.

La diosa de la discordia abre los ojos como unos grandes platos de cerámica.

Priscila aprovechó su distracción para abalanzarse contra la diosa, propinándole grandes zarpazos en sus dos brazos.

Devolviéndole el acto a la chica, resultando en un disparo en su hombro izquierdo, volteando a ver al responsable.

Narra Moshee.

Me sentí como un chimpancé al ver a su compañero en peligro, enojado, por lo que le atiné en su hombro.

—¡Aléjate de ella, monstruo infame! —exclamé a los cuatro vientos.

Los chicos se pusieron a mi lado, empuñando sus armas listas para atacarla; la deidad reaccionó negativa ante nuestra resistencia, haciendo aparecer una gran ventana de humo, con criaturas oscuras en lugar de ella. Con Priscila transformada, tendríamos algo de ventaja con ellos.

—Listos para ser picadillo —comentó Petrof con una sonrisa orgullosa.

Le respondí con la misma sonrisa y asintiendo con la cabeza y ligando la cuerda de mi arco para disparar una de las flechas.

—Puede que tenga más siglos de edad, pero tengo más energía y fuerza que un elefante —afirmó Quetzalcóatl, sacando un macuahuitl de sus manos.

Los monstruos se lanzaron hacia nosotros como gatos a ratones, pero los esquivamos con facilidad: disparos, estocadas de espadas, punzadas, cortes, tajos, bloqueo y paradas. Sangre, rasguños y torceduras fueron las consecuencias de la batalla que teníamos contra las bestias.

Atacamos con todas nuestras fuerzas, sacrificando nuestras últimas fuerzas, hasta que, por las heridas en sus cuerpos, escaparon al ver que no nos rendíamos. (cobardes)

—Snif, snif, snif, bien, Priscila, estás bien. —Volteé para asegurarme de que estuviera bien, pero lo único que recibí fue un fuerte golpe en el pecho por su cuerpo. —¿Priscila? —dije confundido.

Parecía querer comerme, pero no en el buen sentido, gruñendo y mostrando sus dientes con colmillos, abriendo la boca para dar un gran mordisco. Pero nunca alcanzó su objetivo.

Narrador omnipresente

El padre de la chica sostuvo con sus brazos, impidiendo el ataque a su amiga; se asemejaba a un animal salvaje sin control. Su transformación no solo le daba las características de un animal, sino también sus naturalezas; el dios ocupaba toda su vitalidad para evitar el ataque.

—Por favor, contrólate, hija —el peliblanco meditaba alguna solución para la situación de su descendiente. Abriendo sus ojos por una idea.

—Colibrí —mencionó—, tu plumaje de arcoíris es solo en el mundo; tus alas producen libertad, pero de qué sirve si solo estás. Los animales te vieron en tu corazón algo especial; junto a ti sola ya no estarás, estando junto a ti —terminó de cantar.

La adolescente sintió que le quitaban una venda de sus ojos, empañándolos de lágrimas, gritando y llorando por su acción. El dios abrazó a su hija para reconfortándola; paralelamente, la chica se des transformaba, desapareciendo sus alas coloridas y escamas de serpiente, incluso volviendo su cabello blanco a su castaño oscuro original.

Giro su cabeza, dirigiendo su mirada a su mejor amigo.

—Perdón, por favor, perdóname —murmuró en voz alta hacia el ojo celeste.

El chico sintió un dolor en su corazón al ver a su amiga, su casi hermana, verla llorar; él se acerca a ella, dándole un abrazo.

Los demás se acercaron para unirse a la acción de cariño, solo quedando Adom de pie, ya que no se sentía parte de esa "familia". Priscila, al ver esto, tomó al ente del brazo, atrayéndolo para unirlo al abrazo.



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En el texto hay: magia acción, fantasía ficción

Editado: 09.02.2025

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