Renacer en el Rechazo

Renacer en el Rechazo

En la penumbra de mis intentos,

me levanté, con el alma desgastada,

buscando el eco de mis pasos,

pero la sociedad, fría como el acero,

me cerró sus puertas con un crujido sordo.

Intenté ser un faro,

una chispa en la noche oscura,

pero mi luz era tenue,

y la multitud, voraz y exigente,

me despojó de valor con palabras adornadas.

Humillaciones envueltas en respeto,

un arte sutil de silenciar mi voz,

me hicieron sentir como un extraño,

sin seguidores ni blasones,

un paria en un mundo de aclamados.

Toqué puertas, un canto de esperanza,

de mil corazones, solo uno se abrió,

y aunque la bienvenida fue un susurro,

fue suficiente para reavivar el fuego,

aunque se encendiera con desdén.

Los rechazos, esos ecos de vacío,

me llenaron de miedo,

un temor que reverberaba en mi pecho,

¿acaso estoy equivocado?

¿Soy una sombra en un mundo de luces?

Pero en ese abismo de dudas,

una voz interior me susurra:

la vida sin intento es un lienzo en blanco,

un susurro de lo que pudo ser,

un sin sentido que consume el alma.

Si no me atrevo a intentar,

¿quién seré en el vasto universo?

Tal vez, en mi lucha,

encuentre la fuerza para ayudar,

a aquellos que vienen tras de mí,

con los mismos miedos,

las mismas cicatrices ocultas.

Quizás mis fracasos sean escalones,

en la escalera de su esperanza,

un faro que parpadea en la distancia,

guiándolos hacia adelante,

hacia un futuro donde puedan brillar.

Así, aunque el rechazo me abrace,

y la humillación me aceche,

seguiré de pie,

con el corazón abierto,

porque en cada intento,

hay una chispa de vida,

una semilla que florece en la adversidad.

Y si mi voz resuena,

si solo un alma se siente vista,

habré cumplido mi propósito,

dando sentido al caos,

renaciendo en cada caída.