Prisionero [kyumin]

Capítulo Siete

Sueños extraños. Sueños de monstruos y Dragones y volar.

Sueños imposibles.

Sungmin bosteza cansadamente y trata de estirar los brazos por encima de la cabeza. No pasaron más allá de sus hombros. Es como si… las articulaciones no fuesen hechas para moverse de esa manera.

Sus grandes ojos azules parpadean abriéndose en confusión. Se siente extraño. Él intenta sentarse, pero se siente incómodo, como si estuviera tratando de aplastar sus entrañas. En su lugar, se da la vuelta y se presiona a sí mismo a cuatro patas, meneando la cabeza y tratando de orientarse.

Que es cuando se da cuenta de ello; una cosa blanco-plateada delante de su rostro.

Cruza sus ojos intentando conseguir una mejor mirada. Es largo y tiene dos orificios en el extremo delgado, dos zarcillos de humo se elevan desde los orificios. ¿Qué es eso? Sungmin hace una mueca y, luego alza su mano para intentar agarrarla.

Él casi se corta con las garras afiladas en las puntas de sus dedos. Inmediatamente se olvida de su enorme nariz. Sungmin jadea y extiende sus manos enfrente de él. Son más como patas con garras gigantes de cristal. Se bambolea sobre sus patas traseras y eso es cuando Sungmin se da cuenta de que está sentado sobre sus ancas, como una bestia, y lo que lo está estabilizando en el suelo es… una cola

Gira su cabeza sobre su cuello largo y esbelto, curvándolo alrededor para mirar directamente detrás de él, en la forma en que ninguna cabeza humana podría haberse movido alguna vez y, después alucina con su cola. Es larga y sinuosa como una serpiente. Empieza en la punta delgada y luego lentamente se hace más y más gruesa hasta que se adhiere a la base de su espina dorsal, en la articulación por encima de sus nalgas. Está cubierta de escamas brillantes de color blanco y oro. Tienen un aspecto delicado, casi etéreo, pero Sungmin sabe instintivamente cuán fuertes son.

Un gruñido incrédulo se construye en su garganta mientras aprieta los músculos de su trasero y la cola se mueve obedientemente.

No debería ser imposible, pero sí lo es. Puede sentir la cola tan fácilmente como puede sentir sus dedos. Es parte de él y lo son… estos.

Su atónita mirada recorre su espalda hasta las enormes alas plegadas que se encuentran a los lados. Él contrae sus omóplatos y jadea a medida que se despliegan, amplias y poderosas, casi abarcando la cueva de lado a lado.

Ahí es cuando Sungmin es consciente de cuán alto es. La cueva que parecía tan enorme la noche anterior parece ser ahora aproximadamente del tamaño de una habitación pequeña. Él mira vertiginosamente abajo en el suelo, que de repente parece demasiado lejos. Una ola de vértigo se apodera de él. Traga con fuerza y cierra sus ojos.

Él está soñando. Él definitivamente está soñando. Él se despertará en cualquier momento. Él se despertará y será humano de nuevo.

Los músculos de su rostro se sienten rígidos y extraños. Él quiere tocarse, rascarse la nariz, pero él no se atreve con las garras que ahora son sus dedos.

Sungmin abre sus ojos de nuevo y se percata de que la habitación es pura oscuridad, pero de alguna manera él puede ver perfectamente bien en ella. No tiene ninguna manera de saber que son sus propios ojos brillantes, los que le permiten ver en la oscuridad. Él mira con horror sus manos temblorosas, no, sus zarpas, apretándolas y abriéndolas. El corazón de Sungmin se tensa en su pecho. Monstruo. Él es un monstruo.

—No, no eres un monstruo.

Una profunda voz retumba en la oscuridad. La mirada de Sungmin vuela y ahí de pie está el Dragón Negro de la noche anterior. Él está en una enorme puerta en forma de arco. Él sigue siendo tan aterrador y tan guapo como Sungmin lo recuerda, pero no tan grande. ¿El Dragón se ha encogido?

Los labios del Dragón en una peculiar, en lo que Sungmin está bastante seguro es una sonrisita mientras él dice.

—El tamaño es sólo una cuestión de escala. Sungmin frunce el ceño. ¿Dijo eso en voz alta? —No.

Los ojos azules se abren de par en par en sorpresa, cuando advierte que el Dragón está leyendo su mente y ¿cómo es eso posible?

—Porque estamos unidos.

Sungmin mueve su boca; se siente extraño, como si todos los músculos hubieran cambiado desde donde se supone que son. Su primer intento de hablar sale como un gruñido ininteligible, pero lo logra la segunda vez.

—¿Q-Quién eres tú?

El Dragón se acerca para sentarse junto a Sungmin. Él se mueve con confianza, pero Sungmin puede detectar una pizca de inseguridad mientras la curva su enorme cuerpo alrededor del más pequeño de Sungmin.

Se inclina sobre él para poner sus cabezas juntas. Grande como Sungmin es ahora, él todavía es un poco más pequeño que el Dragón Negro.

Ojos dorados lo miran tiernamente.

—Yo era tu compañero de celda. Yo soy al que salvaste de la oscuridad. Kyuhyun Cho es el nombre que mis padres me dieron, aunque nadie me ha llamado por él en muchos siglos.

Sungmin lo mira fijamente. Él apenas está procesando cualquier cosa en este punto. Él mira hacia abajo en su cuerpo extraño, no está seguro de qué decir o cómo preguntar lo imposible. Le aterroriza y le causa horror al mismo tiempo. El Dragón Negro de largo cuerpo serpentino gira sobre él, encerrándolo en su calidez. Él intenta lo posible para no llorar, pero las lágrimas escapan de todos modos. Él aprieta sus ojos cerrándolos y más lágrimas corren por sus mejillas escamosas.



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En el texto hay: magia, dragones

Editado: 11.05.2023

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