9. ENTRE LA REALIDAD Y LAS VISIONES

Frank estaba dando pasos cortos y lentos, intentando no hacer ni el más mínimo ruido que logre oír cualquier persona o bicho extraño que se encuentre allí. Era como una selva, aunque era lóbrega. A medida que avanzaba, más le temblaba la pierna derecha. Esperaba que algo salte y lo mate al instante, y no que sea una muerte en la que realmente sienta el dolor, eso lo odiaba. Frank siempre dijo que si quería morir, que fuera de algo que lo mate en segundos, y no sufrir el terrible dolor, como una apuñalada, o peor aún, ahogado. Él tarareaba una canción de los Rolling Stones. Siendo perspicaz, logró ver a metros algo reluciente. La oscuridad no daba respiro alguno, aunque él fue corriendo. Cuando llegó, yacía en el suelo los miles de cuerpos sangrientos de personas completamente inocentes que fueron asesinadas a medida que pasaban los años; desaparecidos en general. «Esos hombres tienen la culpa. Yo sabía que estaban relacionados con algo demasiado malo», pensó. Su cuerpo se paró como una estatua; era sábado, hubo un conflicto con su esposa, debido a una revista de mujeres. El esperaba morir en la zona prohibida que, desde un principio, se señala con un cartel de P. E. P. (prohibido el paso). Un troncó cayó, y sintió como se desvanecía en un mundo blanco. Esas extrañas visiones que el había tenido; muerte. Sábado, revista, mujeres, esposa, p. e. p. Se convirtieron en la más penosa y fantástica realidad. Un terror lo invadió al sentir que cerraba sus ojos por última vez en el mundo en el que estaban sus hijos, sus amigos, y lo que menos incluía, su esposa. El coche en la ruta fue un excelente plan, y seguramente al siguiente día estarán los falsos gobernantes allí, llevándose su cuerpo. El estaba arruinado, y murió por su culpa, por Isa, por una revista masculina que no tenía otro remedio que transmitir imágenes sexys.

Bray sentía su presencia en la casa, y eso lo animaba a acabar con ella, cuando la estaba comenzando a perdonar.