No le es difícil escaparse de casa, lo ha hecho tantas veces que es parte de él saltar de la ventana. Solo lo hace cuando no puede salir de su habitación sin decir a donde va, cuando necesita ir al parque o ir a caminar para despejar la mente. Sus padres saben de sus escapes continuos, pero, aun así; no lo detienen.
Ya está cansado de la misma rutina.
– Tercera suspensión este mes. ¿Qué sucede Víctor? – Dice Grey recostando sus brazos sobre sus rodillas. A su lado, Rose le apretaba suavemente su muñeca; intentando calmar mas a ella misma que a él. Están sentados en la sala donde han vivido esa misma conversación innumerables veces, aunque cuando Víctor era un niño paraba leyendo en los sofás o saltando de uno al otro en momentos de ocio.
– Como dije hace rato...Ellos me buscaron y yo solo respondí. – Dice seguro de sus palabras. Él no iba a permitir que alguien le levantara la mano; no como cuando tenía diez años y era un flacucho con quienes todos se metían. Y comprendió que la vida no es como las caricaturas. No hay que ser buenos con todos. Si no: ser buenos, pero no agarrados de tontos. Recuerda perfectamente su primera pelea. Un grupo de niños mas grandes que él lo arrinconaron y le dejaron tirado en el suelo, desde ese día no permitió que alguien lo volviese a tocar. Aprendió a dar golpes y a defenderse, y estaba dispuesto a devolverles el favor. Pero la directora llego a tiempo para evitar aquella pelea.
– Les doblas en tamaño Víctor. Y entiendo, tú no buscas problemas. Pero no estaremos todo el tiempo para evitar tu expulsión.
– Entonces dejen de hacerlo. Yo puedo arreglármelas solo.
– Maldita sea Víctor. – Dijo Grey alzando la voz y poniéndose de pie- Tienes 18 años y aún no has terminado el instituto. Deja de comportarte como un niño. – Dijo, para luego decir la gota que colmaría el vaso. – Eres un caso perdido
Víctor se pone de pie y aprieta los puños con fuerzas, tenía la necesidad de golpearlo a él como los chicos de la mañana. Siempre busca estar en calma, pero la mayoría de veces se deja llevar por sus impulsos y no puedo controlarlo.
– ¿Qué sucede?, ¿también vas a golpearme? – Pregunto. Aunque ganas no le faltasen, no lo haría eso, jamás. Son sus padres y… lo aman. Eso supone.
No dijo nada y se volvió a sentar. Pone su mano derecha sobre su rostro, no iba a llorar en ese momento como lo hizo en muchas ocasiones. Aunque por fuera parezca alguien fuerte; por dentro, una parte tan pequeña como su dedo, seguía siendo débil y sensible. Esa armadura que había creado solo es para ocultar sus puntos débiles. Porque no pensaba dejar que le hiciesen daño. Nunca.
Grey se vuelve a sentar, ya no sabe que decir. Por él, ya no puede lidiar con aquel chico. Y también por él, ya no puede lidiar con su padre.
– Víctor. – Es Rose quien toma la palabra ahora rompiendo el silencio que reinaba en la sala. Se acerca a él y pone su mano sobre la mano que tiene libre – No eres malo. Eres el muchacho más bueno que conozco. – Dijo posando su mano ahora en su rostro. Víctor se había convertido en un muchacho apuesto y fornido, lo ve en sus brazos. Pero en sus ojos ve ese mismo brillo de hace diez años, ese cuando llegaron a la nueva casa y lo vio llorando en un rincón de su nueva habitación. Sabe por lo que paso y que eso no es fácil de superar y ve que todavía no lo ha superado. Pero tampoco piensa obligarlo a ir por ayuda o ayudarlo, porque se rehusaría. Él es así. Ah menos que él quiera, no lo hará.
– Me voy a arriba. – Llega a decir poniéndose de pie. Rose se separa de él y vuelve a sentarse junto a su esposo. Los tres están cansados de aquella rutinaria charla, siempre termina de la misma manera. Víctor a su habitación, ellos abajo y sin ninguna solución.
Y sin esperar objeción alguna, sube a su habitación y cierra su puerta por detrás. Se quita la playera que lleva puesta quedando semi desnudo, dirigiéndose a las barras que tiene implementadas en su habitación. Ese fue algo que pidió cuando cumplió quince años y parecía un fideo. Si iba a dar golpes y no parecer un debilucho, tenía que sacar músculos. Rose lo vio excesivo, pero Grey fue quien estuvo de acuerdo con la idea. Y así fue que decidió estar en forma y preparado.
Tras una hora de ejercicio, para y entra al baño que tiene en su habitación y se contempla en el espejo. Los chicos de su clase tienen razón, parece una bestia. Ya no queda rastro alguno de aquel niño que una vez fue. Ahora es un muchacho de dieciocho años intimidante, fuerte e impulsivo.
Se termina de desnudar por completo y se mete a la ducha, dejando que el agua fría haga contacto con su cuerpo sudoroso. Lo que dura su cabeza bajo el agua, deja que todo lo que ha llevado el día de hoy se vaya por el drenaje. Las clases, la pelea de hoy, su suspensión y la charla con sus padres. Cada vez es mas difícil lidiar con ellos. Prometió terminar el instituto y luego haría de su vida lo que él quisiese, ese era el trato que acordaron cuando les comento que ya no quería estudiar. Que no le veía sentido a eso y que prefería no ir. Ellos no iban a permitir eso, al menos que él terminara el instituto y luego viera que hace con su vida. Y aún faltan siete meses para entonces, se está esmerando por sacar notas decentes y no suspender cursos. Pero sobrellevar esos siete meses restantes le será difícil. Pero lo valen, por su libertad.
Se enjuaga su pelo y cierra el grifo, cubriéndose con una toalla el torso sale del baño hacia su armario. Buscando algo que ponerse. Tras ponerse unos boxers y unas medias blancas, se pone unos pantalones vaqueros negros y una playera con un estampado tonto. Se calza sus vans negras y una casaca azul marino. Va a salir, necesita tomar aire e ir a la librería a ver si hay algún libro nuevo. Le gusta leer. Pero muy poco las novelas románticas que le gustan a las chicas, prefieren libros clásicos e historias más atrapantes. Y, sobre todo, poemas. Tanto que ha escrito sus propios poemas.