No recuerda la última vez que ceno con sus padres. Habrán sido dos o tres semanas atrás, tal vez. Rose siempre ha sido una gran cocinera. Ha preparado ensalada de papas con carne asada. Y si pudiese, repetiría. Y para completar, natilla de chocolate. No hubo mucha charla, en especial por parte de Víctor. Que solo se limitaba a escuchar como ambos adultos contaban anécdotas de su día, entre facturas que pagar y pendientes que atender.
– Y Víctor, ¿Qué tal tu día? – Pregunto Rose. Que ansiaba que Víctor fuese participe. Y también por saber que había hecho afuera toda la tarde y por esa sonrisa que llevaba en el rostro hasta hace poco de llegar.
– Regular. – Dice. Rose suelta un suspiro que rápidamente disimula. Eso es algo que no puede cambiar. Es muy corto de palabras. Pero eso ya es suficiente. Porque lo mejor es que haya venido a cenar por voluntad propia. Y si tiene que decir algo, ya lo dirá.
– Gracias otra vez por esta cena cariño. Voy a ir a recostarme al sillón. – Dijo Greg que, después de limpiarse con una servilleta, se para y junta su silla del comedor para luego irse a la sala de estar. Su madre repite la misma acción, solo que esta ves recoge su plato y cubiertos al igual que los de su marido.
– No te preocupes. Yo llevo mi plato. – Dice Víctor incorporándose con su plato y cubiertos en manos. Rose sonríe y se da la vuelta dirigiéndose al lavado.
– Dame tu plato Víctor. Y, ¿Podrías alcanzarme los vasos?
– Claro. – Dijo entregándole su plato y tomando los vasos en su lugar. Y los deja en a lado de los platos- ¿Te parece si te ayudo a secar? – Rose está dándole la espalda, lo cual permite ocultar su ligero asombro ¿Acababa de escuchar bien Rose? Normalmente Víctor terminaba de cenar y se iba sin decir nada más. No es que quiera tachar a su hijo como un desconsiderado. Pero había pasado tanto tiempo desde que él hacía algo con respecto a ellos porque le naciera hacerlo. ¿Segura que él era Víctor?
– Me parece bien, aunque es poco. Con que me seques los platos y cubiertos me es suficiente. – Dice entregándole un plato mojado. Que se encarga de secar. – Es bueno tenerte a la hora de cenar...Gracias. – Dice. Aunque en el fondo, aquella palabra queda pequeña para expresar lo que siente en esos momentos.
– De nada. – Dijo secando el ultimo plato
– Si quieres puedes irte a la sala con tu padre o a tu habitación. Como gustes.
– Vale. – Dice dejando el secador a un lado y sube las escaleras hacia su habitación. Y tras cerrar la puerta detrás de él, le pone seguro.
Se saca la sudadera y a su vez su playera a un rincón mientras se dirige al baño del cuarto y abre el caño para poder lavarse el rostro. Eso es lo que le encanta del agua; una vez que hace contacto contigo sientes una tranquilidad única y ves cómo toda la carga del día se va por el drenaje. Sus padres le inculcaron el amor al océano. Siempre que podían iban a la playa cada verano, convirtiéndose este en uno de sus lugares favoritos. Por eso tiene el dibujo de una ola tatuada. Y, sin previo aviso, los recuerdos de viejos veranos felices vuelven a su cabeza, solo que esta vez mezclados con melancolía.
Se vuelve a mojar el rostro por última vez y se seca con la toalla que tiene colgada. Suspira. Es normal que piense en ellos, pero...tuvo que haber ya pasado esa etapa...Oh ese cree. Tira la toalla a un lado y se observa en el espejo, la sonrisa que tenía cuando llego había desaparecido en su totalidad por culpa de aquellos recuerdos. Hasta que, involuntariamente, sus dedos se posan en la mejilla donde antes estuvieron los labios de Paris. Y tan solo recordar como paso aquella tarde, otra vez sonríe involuntariamente.
Sale del baño y se sienta en la cama para poder quitarse los zapatos. Una vez que lo hace, los tira a un rincón para luego echarse boca arriba. Suspira. Y recuerda que Paris le ha dado su número. Se aproxima hasta su teléfono y lo enciende, dando con la sorpresa que tiene varios mensajes de sus amigos.
V, ¿Podemos hablar?
Víctor, contesta.
De seguro está dormido o con Isabel.
Víctor, contesta de una vez puta vez.
Vaya que son insistentes. Había olvidado que no les había contestado. Así que teclea rápido y envía un mensaje.
Ya chicos. Hablamos por skype, ¿Les parece?
La respuesta solo tarde tres minutos. Diciendo que si pueden. Así que Víctor toma el portátil que tiene en su escritorio y lo prende. Entra a su cuenta y espera hasta estar los tres conectados. Una invitación aparece frente a él y le da click en aceptar. Apareciendo en la pantalla una chica rubia con pecas y un chico lleno de rulos rebeldes por todo el rostro.
– Hola señor desaparecido.
– Exagerando como siempre Hannah.
– Soy muchas cosas, pero exagerada casi nada.
– Como digas reina del drama. – Dice burlándose de ella. Hannah entorna los ojos y se muerde una esquina de su labio inferior – Ve al grano, ¿Ah que se debe esa insistencia?
– Explica esto. – Dijo mostrando por la cámara su teléfono y en este una fotografía. Víctor no lo mira muy bien, hasta que se acerca y visualiza algo que ni él estaba enterado de su existencia. ¿Pero quién había tomado esa foto? Se podía apreciar a París y a él en el momento exacto que su mirada se encontró con la de ella y estaba a punto de besarla.
– ¿Cómo obtuviste eso? – Fue lo primero que pregunto.
– Me la mandaron unos tíos del instituto. – Dijo Manu. Aquello descoloca a Víctor. Alguien lo habrá visto y se temo la molestia de tomarle una foto para recuerdo. Pero qué persona para más capulla. Entonces por su cabeza pasa la idea de que esa persona haya pasado la foto a terceros y estos ya la hayan mandado a París – Hey Víctor, ¿Me escuchas?
– ¿Qué? ¿Qué decías? – Dijo al comprender que no estaba prestando atención a lo que decía Manu.
– Te decía que me encargue de que eliminasen la foto antes de que la manden a otras personas. – Aquella aclaración le hace sentir un gran alivio – La única copia es la que tiene Hanna.