Prometo Conocerte

Capitulo Diez

– Perdón. – Aclara – En serio. No sé qué me paso. – Dice sonriendo algo nervioso. Pero intentando convencerla de que está bien. Ella se le queda viendo, como estudiando sus facciones e intentando encontrar en ellas algún detalle oculto. Lo cual es casi en vano, Víctor sabe pretender con demasiada naturalidad. Rendida y convencida, le devuelve la sonrisa como una aceptación. Siguen caminando, otra vez sin decir ninguna palabra. Ahora si no es por el hecho de disfrutar la compañía del otro. Ambos llegan a un paso de cebra y cuando París esta por cruzar, siente que algo la detiene. Cuando voltea ve a Víctor, estático en la cera, sosteniendo su mano con fuerza. Como si la vida le dependiera de ello.

– Víctor. – Lo llama. Suficiente para que reaccione y viese que es lo que estaba haciendo. Rápidamente le suelta la mano y se la guarda en el bolsillo de la casaca. Mientras que la otra se la lleva detrás de su nuca.

– Perdón. No-no me di cuenta. Perdón. – Dice un poco tartamudeando y evitando mirarla a los ojos. Los dedos de la mano con la que sostuvo la mano de París, se mueven inquietos en el bolsillo de su casaca hasta que estos descubren algo. La carta. Joder, ¿otra vez? Rápidamente saca su mano del bolsillo dejando otra vez el poema en su escondite. ¿Ahora qué? – Verdad. ¿A dónde tienes que ir?

– Oh. – Dice sorprendida. Se pone el dedo índice sobre sus labios mientras mira hacia arriba. Víctor suelta el aire, ya los nervios han desaparecido y vuelve a sentirse bien. Espera no haber molestado a París, pero cuando chasquea los dedos y si dirige a él con una sonrisa ve que no es así – Si. Hay que caminar dos calles mas y llegamos.

– Vale. – Dice mientras cruzan la calle – Por cierto, ¿a dónde?

– Bueno. Ya te dije que hoy estuve bailando el baile del hada de azúcar, y es porque voy a interpretarla en el teatro Galles. – Dice tímidamente mientras que con una mano se pasa un mechón detrás de su oreja. No suele compartir esos detalles ya que suele ser muy reservada. Pero al tener un amigo como Víctor, cree que ya es momento de cambiar esa mala costumbre.

– ¿De verdad? – Pregunta emocionado. Creo que un poco más que ella cuando supo que la eligieron para el papel.

– Si. – Afirma riendo nerviosamente al igual que se pasa otro mechón detrás de su oreja – Hoy practique el primer baile. Y la señorita Saint dije que mañana practicamos el pas de deux.

– ¿El pas de deux?

– Veo que este no lo conoces. – Dijo tranquilamente, aunque en el fondo se enorgullecía de que él no conociera ese baile. Toma esa, ratón de biblioteca – El pas de deux es el baile en parejas. En este caso, el hada de azúcar y su caballero hacen un pas de deux recibiendo a Marie y al príncipe Cascanueces. – Cuenta. Solo que lo hizo bailando. Víctor sonríe mientras ella baila a su alrededor; cualquier persona le diría que se detenga y que de seguro está actuando raro. Pero Víctor ve como ha vuelto la calle su propio escenario. Sin despegar sus ojos de ella, saca su teléfono y le toma una foto. 

Cuando ve la imagen en la pantalla. La ve parada sobre un pie en punta mientras que el otro lo tiene estirado a un lado, al igual que su brazo izquierdo; mientras que el derecho lo tiene estirado hacia arriba como si quisiera tocar el cielo.

– ¿Me has sacado una foto? – Pregunta París. Víctor vuelve a mirarla, para después mirar su teléfono. Oh no.

– Veras. – Alarga mientras mira hacia un lado en lo que busca una excusa. Ya basta de excusas, es mejor la verdad – Mientras hablabas tu

– Víctor. – Lo llama. Víctor voltea a verla y Click. París sostenía su teléfono con ambas manos y cuando lo baja lo mira como si fuera una niña que ha cometido una travesura y quieren que la descubran– Ahora tengo yo una foto tuya. Pero… no lo vuelvas a hacer, ¿vale? – Dice con el mismo tono que uso cuando conoció a Víctor y le dijo su nombre.

– Vale. – Dice alzando un poco una mano, como señal de que está dando su palabra. París sonríe y mira la foto que le acababa de sacar a Víctor.

– Por cierto, sales muy bien. – Dice sacudiendo su teléfono delante de Víctor, este suspira y se guarda su teléfono bolsillo de la casaca. Y otra vez vuelven a andar ambos a lado del otro – Oye, discúlpame por ponerme a bailar en medio de la calle. No sé si es el mal del bailarín, pero es algo que me pasa a veces.

– No debes disculparte por eso, de verdad. – Dice captando su atención – Digo. Creo que todas las personas tenemos nuestra forma de expresar como nos sentimos y el baile es una de esas. Y tú lo expresas de una manera muy especial. Si me dejo entender. – Ya para lo último se muerde la lengua para no seguir hablando de más.

– Gracias. – Dice sonrojándose mientras se pasa detrás de la oreja unos de los mechones que una briza inesperada acaba de volar. Su inocencia es salvadora a la vez que encantadora. Y ella le sigue contando que necesita conseguir unas nuevas zapatillas para la presentación que será durante la víspera de navidad.

– Si es en la víspera de navidad, va a ser una presentación por todo lo alto.

– Si. Me imagino el teatro lleno hasta el tope y apenas se abra el telón. – Dice haciendo un gesto con las manos – El paso más importante es el primero que se da en escena.

– Yo no me veo parado ni siquiera en una plazuela y tú vas a enfrentarte a todo un mar de gente. Debe ser todo un reto.

– Dímelo a mí. Y, sobre todo, este es mi primer papel como solista y con pareja. Se que aún falta, pero mejor ponerme nerviosa ahora que en el día de la presentación ¿no?

– Tienes razón. – Dice intentando trasmitirle seguridad con su mirada – Ten por seguro que lo hará bien.

– Ha veces ni yo me lo creo. – Dice medio en broma y medio en serio. Y sin darse cuenta, llegan a una tienda llena de artículos de danza de todos los tipos. Ambos entran y es París quien mantiene una pequeña platica con la chica detrás del mostrador, eso le da tiempo a Víctor de ver la tienda y lo que ofrece, pero su pequeña observación se ve interrumpida cuando la chica tras el mostrador le pregunta si necesita algún leotardo o zapatillas de ballet. Aquello hace que París imagine a Víctor vestido como todo un bailarín de ballet, no le pega. Y ríe disimuladamente por aquella imaginación.




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