Prometo Conocerte

Capitulo Once

Víctor miraba a todos lados intentando ubicarse, pero le estaba resultando complicado con alguien llevando a rastras a quien sabe dónde. Pero tras leer el nombre de unas cuantas calles se da cuenta que está en Vallecas. Pero cuando están por cruzar la calle, París se detiene en seco y Víctor choca con ella.

– Perdona. – Dice cuando ella voltea a verlo. Entonces un olor dulce inunda su nariz y hace que se rostro se gire en busca de ese olor. Cuando lo encuentra, ve que a su lado hay una confitería y con varios dulces exhibiéndose en la vitrina. Ambos se acercan y miran los dulces como dos niños pequeños. Se les hacía agua la boca. Víctor vuelve a mirar a París que miraba los pastelillos con glaseado de mantequilla con los ojos brillantes – Entremos. – Dice siendo el ahora quien jala de ella hacia adentro del lugar.

– Oye espera. Que aquí no es a donde quería llevarte. – Alcanza a decir París mientras Víctor la sigue llevando de la mano.

– Solo nos llevara unos minutos. Después seguimos. – Dice cuando ambos se forman detrás de una señora, para luego voltearse a mirarla – Me imagino que después de estar bailando por casi cuatro horas seguidas debes tener hambre. – Agrega mientras saca su carteta del bolsillo de su chaqueta – Y dicen que los dulces son una buena fuente de energía.

– ¿Qué no eran las frutas y verduras? – Dice cruzándose de brazos y mirándolo con una sonrisa burlona.

– Cierto, y quien soy yo para contradecir a un nutricionista. Pero veo que quieres uno de esos pastelillos. – Aquel comentario hace que París pongas los ojos en blanco para luego mirar hacia otro lado. Ella sola se ha delatado.

– Vale. Cierto que sí quiero un pastelillo. – Dice pasándose un mechón detrás de la oreja – Pero al menos deja que me pague el mío. – Dice intentando tomar su bolso que aún sigue cargado sobre el hombro de Víctor. 

– No te preocupes por eso. Tu eres la que me ha llevado hasta aquí. Al menos deja que te invite un pastelillo. – Dice encogiéndose de hombros. París quiere insistir en que no lo haga, pero ve que las tiene todas para perder. Por lo que suelta un suspiro. Rendida.

– Vale. Pero la próxima déjame que yo pague lo mío, y que sea yo quien te invite. ¿Trato? – Dice extendiéndole la mano.

– Trato. – Dice haciendo un apretón de manos. Después ambos toman el lugar de la señora que estaba delante de ellos y pueden ordenar uno de aquellos dulces que tanto se les antojaba. París pide un pastelillo de los mismo que hay en la vitrina y Víctor una rosquilla grande de chocolate con crema. El chico lo teclea en su computador y después le da un ticket a Víctor para que pueda recoger su pedido con la chica que está en el otro extremo del mostrador. Esta es una chica rubia y le entrega en una bolsa de papel los dulces. Víctor le agradece y se voltea a París sacudiéndole la bolsa, a lo cual París le sonríe tomando la bolsa de su mano para luego salir del establecimiento – Ahora, ¿hacia dónde hay que ir?

– Hay que cruzar la calle. – Dice volviéndolo a tomar de la mano y retomando el camino que llevaban antes de entrar a la confitería. Cuando ve que el semáforo esta por cambiar París corre arrastrando a Víctor por el paso de cebra. Este la sigue pisándole los talones y apretando su mano con fuerza, y entonces ella voltea verlo con una gran sonrisa en el rostro y unos cuantos cabellos sobre su rostro – Vamos. – Lo anima arrastrándolo con su única mano libre. Víctor suelta una risa cuando ve el esfuerzo que pone al hacerlo, hasta que ella se detiene y él igual.

– ¿Qué sucede? – Pregunta.

– ¿Puedes…cerrar los ojos? – Le pregunta. Víctor arquea una ceja y termina por cerrar ambos ojos. No sabe lo que está pasando, pero siente como la cálida mano de París le aprieta la mano con fuerza y lo lleva a rastras por un lugar empinado. Y podría jurar que ha escuchado que soltaba una risita. Hasta que se detienen ya en un lugar llano y la mano de París ha soltado la suya – ¿Listo?... Ábrelos.

Los abre. Y cuando lo hace ve que están en una colina y con un gran panorama de la ciudad, con el ultimo rayo de sol bañando los tejados y azoteas y pintando el cielo de tonos azulados y morados. Y cuando el ultimo rayo desaparece, cada y una de las casas al igual que los edificios encienden sus luces creando una escena única.

– Wow. – Es lo único que Víctor alcanza a decir.

– Te presento el despertar de Madrid. – Dice París a su lado – Pensé que te gustaría… Entonces, ¿te gusta? – Pregunta. ¿Qué no escucho lo que dijo?

– Creo que gustarme le queda corto. – Dice volteando a verla.

– Es un bonito lugar y podemos sentarnos a merendar. – Dice sentándose en el pasto y con la bolsa de los dulces sobre el regazo. Víctor también hace lo mismo y toma de la bolsa su rosquilla – Si la maestra me viera comiendo esto me echaría una bronca. Pero lo vale. – Dice mirando su pastelillo con emoción, para luego darle un pequeño mordisco. Víctor la mira mientras come su rosquilla y ve como le brillan los ojos cada vez que le da un nuevo mordisco al pastelillo. Pero París se percata de su mirada y desvía su mirada de su pastelillo a Víctor que, cuando lo mira, fija su mirada a su rosquilla que va por la mitad – Veo que te gustan las rosquillas de chocolate con crema.

– Son mis favoritas. – Comenta mientras le da otro mordisco. Y aunque son sus favoritas, la disfrutado a medias por estar disfrutando ver a otra persona disfrutar su pastelillo. París ríe y también le da otro mordisco a su pastelillo.

– Gracias por el pastelillo, se me había pasado agradecerte.

– No es nada. Y también a mí se me ha pasado agradecerte.  – Dice para después darle un último mordisco a su rosquilla y mirar la ciudad – Por mostrarme este panorama.

– Si. Es un lugar de lo más hermoso y tranquilo. – Dice también voltean a ver. Otra vez reina el silencio entre ellos, pero siguen disfrutando de la compañía del otro.




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