Haebin: —Bien, aquí vamos de nuevo… —murmuró para sí misma, echando un rápido vistazo al enorme edificio escolar. No había estudiantes a la vista; todos ya estaban en clase. Haebin había llegado tarde.
Se acomodó la mochila en el hombro y caminó directo hacia la dirección, ya que aún no conocía su aula asignada. Mientras avanzaba, tarareaba una canción, intentando no estresarse.
Aunque no tenía idea de dónde quedaba exactamente la dirección, se guió por un mapa que encontró en un mural. Le tomó una foto con el celular. Y es que, había que decirlo: la escuela era inmensa.
Haebin: —Debe ser aquí… —se dijo, mirando hacia los lados—. Supongo que sí.
Tocó la puerta dos veces.
—Adelante —respondieron desde dentro.
Haebin giró la manija con cuidado y entró.
Haebin: —Buenos días, director —saludó con una leve reverencia.
El hombre detrás del escritorio alzó la vista y enseguida se puso de pie con expresión entusiasta. Se acercó, tomándola suavemente de los hombros, aunque manteniendo la distancia.
Director: —Tú debes ser la nieta del señor Lee. Qué gusto tenerte en esta institución, es un verdadero honor.
Haebin: —Sí, pero no quiero ningún trato especial por ser su nieta —respondió, seria—. ¿Podría decirme cuál es mi aula?
Director: —Claro, claro, nada de tratos especiales. Pero, según tengo entendido, eras la número uno en tu anterior colegio. Una estudiante ejemplar.
Haebin: —Sí, y bueno... ¿mi aula asignada? Acabo de llegar tarde y no quie...
El director la interrumpió antes de que pudiera terminar.
Director: —No te preocupes, pondré que llegaste a tiempo. Así tu libreta estará limpia.
Haebin: —No, no es necesario —dijo rápidamente, con el ceño fruncido—. Sería injusto. Solo quiero saber cuál es mi aula. No quiero perder más clase.
El director la miró sorprendido, aunque no por enojo.
Director: —Encima de buena estudiante, justa y honesta… ¡qué orgullo tenerte aquí! —exclamó con tanto entusiasmo que a Haebin le zumbaron los oídos—. Tu aula es la 4°G. ¿Quieres que te acompañe?
Haebin: —No, gracias. Yo misma iré —dijo casi huyendo, haciendo una reverencia antes de abrir la puerta y salir.
Haebin: —Qué director tan insoportable… Igual que todos —murmuró, rodando los ojos mientras caminaba por los pasillos.
Fue mirando las letras y números de cada puerta, pero nada. La 4°G no aparecía por ningún lado.
Haebin: —Genial, no está… —suspiró, agotada—. Debí aceptar que me llevara. ¡Y ya son casi las nueve!
Miró su reloj con frustración. El mismo que había rechazado cuando su abuelo se lo regaló, pensando que no lo necesitaría. Ahora, solo faltaban cinco minutos para las nueve. Perfecto.
Molesta y resignada, dio media vuelta y empezó a caminar de regreso a la dirección.
Pero entonces...
—¡Oyeeee! ¡¡Cuidado!!
Eso fue lo único que alcanzó a oír antes de ser bañada por un baldazo de agua que la dejó completamente empapada. Ni tiempo tuvo de reaccionar.
Haebin (pensando): Nada podía salir peor. Primer día de clases y ya estoy hecha un desastre. ¿Qué tipo de escuela permite esto?
—Lo siento… lo… siento mucho… —balbuceó un chico con tono débil.
—¡Es tu culpa, Jimin! —le gritó a su amigo, claramente culpándolo.
—Lo siento de verdad —añadió con múltiples reverencias de disculpa.
Haebin no dijo nada. Los esquivó con la mirada fría y siguió su camino hacia la dirección. Los chicos, al parecer, la siguieron.
Ella lo notó al detenerse. Ellos también se detuvieron.
Haebin: —¿Por qué me siguen? ¿Acaso me están acosando? —preguntó sin girarse siquiera.
—¿Qué? ¡Claro que no! Solo… —el chico que la había empapado tartamudeó, nervioso—. ¡No nos acuses!
Haebin: —No los voy a acusar. No tengo tiempo para eso —dijo, con voz firme.
Fue entonces cuando habló el otro chico, el de cabello negro.
—¿Entonces por qué vas a la dirección?
Haebin: —Mira, como te llames, no tengo por qué darte explicaciones —respondió sin titubeos—. Ya me hicieron perder suficiente tiempo.
—Solo pregunté. No seas tan grosera —dijo él, visiblemente molesto.
Haebin: —¿Grosera? ¿Tú me llamas grosera? —resopló indignada—. Por favor… le voy a pedir amablemente que me dejen sola. Ya es suficiente con que me empaparan.
Y sin esperar respuesta, siguió su camino.
Tocó la puerta de la dirección. Esta vez nadie respondió. Ella misma abrió.
El director la vio... y su reacción fue inmediata.
Director: —¡¿Pero qué te pasó?! —gritó con expresión de horror.
Haebin (pensando): Perfecto. Más drama. Más tiempo perdido. Increíble primer día.