Troté por el aeropuerto con la vista clavada en mi celular, Danna debía llamarme en cualquier momento.
De pronto, mi mirada chocó bruscamente con el torso de un chico, haciendo que retrocediera dos pasos para no perder el equilibrio y terminar en el suelo. Sentí un estruendo y me percaté de que el chico —que al parecer también usaba su celular— lo recogía entre maldiciones del suelo y miraba su pantalla ahora quebrada.
Abrí la boca sorprendida y viajé mi mirada rápidamente a sus ojos para ver su pantalla ahora completamente quebrada.
—Ten un poco de cuidado, niña. ¿No ves cómo dejaste mi celular? —exclamó molesto, refregando su teléfono por mi cara. Lo aparté de un manotazo y me incorporé bien derecha.
—Te recuerdo que tú tampoco ibas muy pendiente del camino. —Bufé molesta—. Ahora, apártate.
—¿Acaso rompí tu celular? —dijo y yo rodeé los ojos, intentando pasar por su lado y dejarlo atrás. Tenía que irme, el me lo impidió.
—¿Puedes correrte?
—Respóndeme, ¿te rompí algo?
—No.
—Entonces... ¿Quién es la idiota aquí? —preguntó. Esta vez, una comisura de su labio se elevó.
—Si no te apartas de mi camino te ganarás un golpe, ¿quieres eso?
Tampoco era capaz de golpearlo, pero el no me conocía, así que daba lo mismo lo que le dijera, ¿no? Su celular vibró y al ver la pantalla su rostro se volvió serio otra vez, su mirada calculadora y sus labios fruncidos. Lo miré intentando disimular el interés, me incliné levemente hacia adelante y en el momento en que le preguntaría si estaba bien, se alejó de mí, dejándome sola otra vez.
Fruncí el ceño mientras lo veía alejarse entre la gente, mi celular sonó nuevamente, atendí enseguida.
—Ya era hora de contestar, ¿no? —Agarré mi maleta pequeña y apegué el móvil a mi oído, Danna rio contra el teléfono.
—Las clases comienzan este lunes y ya estás tratándome mal. —Me la imaginé entrecerrando los ojos y negué con una sonrisa.
—Supongo que dejarás de llegar todos los días tarde, ¿no? Es nuestro último año y cuando entremos a la universidad el próximo no te lo aguantarán.
—Lo sé, lo sé, ¿qué quieres que haga? Es inevitable en mi.
Salí del aeropuerto y el viento me pegó tan fuerte en la cara que temí que mi rostro saliera volando por los aires. Me apresuré en llegar a la parada.
—¡Te tengo que cortar! —dije colgando el teléfono cuando vi el autobús que me servía acercándose a mi lugar. Lo hice parar y me subí. Habían sido unas buenas vacaciones con mi tía, alejada de todo.
Al llegar a casa, mamá me saludó con un abrazo, ya había llegado del trabajo. Subí a mi cuarto y esperé a que la noche llegara para dormir. Horas más tarde, puse pestillo a la ventana y me acomodé entre las sábanas para taparme hasta la cabeza. Cerré los ojos agotada, mañana me tendría que levantar temprano. Se sentía tan bien el silencio de la noche...
—¡Alissa! —escuché gritar a mamá y abrí los ojos de golpe—. ¡Ya vas tarde, apresúrate!
—¿Ya es de día? —murmuré dándome una vuelta en la cama. Mierda. ¿En qué momento me había dormido?
Me levanté con algo de sueño y abrí las cortinas para que entrara la luz a la habitación. Me apresuré hasta el baño. Había molestado a Danna todos los días por llegar siempre tarde y la que terminaría haciéndolo sería yo.
Corrí por los pasillos de la casa, me vestí con un jeans negro y una remera blanca y salí sin siquiera desayunar. Lo bueno de ser hija única, es que no tenía que preocuparme de hermanas menores que cuidar ni nada por el estilo.
Al llegar avancé por el patio del instituto, no podía creer que fuera mi ultimo año. Estaba tan acostumbrada a esas instalaciones que dejar de visitarlas sería simplemente... extraño.
Empujé la puerta de entrada y me dirigí al salón que me tocaba por asignatura. Al entrar todos estaban en silencio, mierda.
Busqué a Danna con la mirada, la muy maldita aún no había llegado. Caminé hasta un puesto vacío y me senté ahí. Media hora después, mi amiga apareció por la puerta con las mejillas sonrojadas de tanto correr.
—Buenas noches —dijo el profesor sin mirarla, ella sonrió y caminó en mi dirección.
—Tsss... ¿No que máximo 8.30? —solté en sarcasmo ya que ella siempre decía que no excedería ese tiempo de atraso.
—¡Tu vives más cerca! —se excusó sacando su cuaderno. Negué con la cabeza y comencé a copiar la materia.
Cuando por fin terminó la hora. Nos encaminamos hacia la sala de química, abrí la puerta y saludé al nuevo maestro. El año pasado habían hecho un cambio de personal y se habían ido casi todos los profesores.
—Wow, hay muchos chicos nuevos —me murmuró Danna pegándome un codazo, despegué la vista del profesor para examinar el resto del salón.
Mis ojos se quedaron estáticos en una persona.
Estudiaba aquí.
También.
Sus ojos negros hicieron contacto con los míos casi por un segundo, tan rápidamente que fue casi imperceptible el momento en que volvió la vista a sus amigos, que eran cuatro, todos de estilos parecidos, incluso parecían hermanos.
—No puedo negar que son apuestos, pero se ve algo... serios. —Danna me murmuró con una tos y yo sonreí de medio lado tratando de ocultar mi incomodidad.
—Parecen una pandilla.
—¿Y? Eso los hace más interesantes. —Me miró haciendo un movimiento con su mano, luego lo pensó y abrió más los ojos—. ¡Cómo en Riverdale!
—Danna —solté una carcajada y ella sonrió también.
—Bueno, nuestro último año no será tan malo, al menos de vista. —Levantó sus cejas y yo reí, tratando de quitar la mirada del chico que tenía en frente. Danna tenía razón, debíamos ser positivas.
Miré la pizarra al frente mío y sonreí. Si, sería un buen año.