La luz del sol se filtra a través de las cortinas de mi habitación, despertándome de un sueño inquieto. Me levanto, el peso del anillo en mi dedo me recuerda la extraña herencia que he recibido. La muerte de mi abuela aún pesa en mi corazón, pero hoy es un nuevo día, y siento la necesidad de descubrir más sobre su vida y el legado que me ha dejado.
Después de un desayuno rápido, decido volver a la casa de mi abuela. Aunque su ausencia me pesa, necesito entender mejor su pasado y el misterio que envuelve a nuestra familia. Al llegar, la puerta está entreabierta, como si el lugar estuviera invitándome a entrar.
El aire dentro de la casa es fresco, impregnado con el aroma de los libros antiguos y la madera desgastada. La ausencia de mi abuela me golpea con más fuerza que nunca. Recuerdo sus risas y las historias que solía contarme, llenas de magia y fantasía. Pero ahora, todo es silencio.
Decido explorar el lugar en busca de pistas. Subo las escaleras hacia su estudio, un espacio que siempre me había fascinado. Está lleno de libros apilados, mapas y fotografías familiares que parecen susurrar secretos olvidados. Al pasar mis dedos por las estanterías, encuentro un pequeño cofre de madera, cubierto de polvo. Mi corazón late con fuerza mientras lo abro, pero está vacío.
De repente, algo llama mi atención: un rayo de luz se refleja en una esquina del armario. Me acerco y empujo la puerta, descubriendo un pequeño compartimento oculto. Dentro hay un diario desgastado, las páginas amarillentas parecen haber sido escritas con una caligrafía elegante pero temblorosa.
Lo saco con cuidado y me siento en la silla de su escritorio. La tapa del diario está adornada con un símbolo que no reconozco, pero que me resulta extrañamente familiar. Con un suspiro, abro el diario y comienzo a leer.
“Querido lector, si estás sosteniendo este diario, significa que mi tiempo ha llegado a su fin. No te asustes. Hay verdades que deben ser contadas, verdades que han estado ocultas por demasiado tiempo. Nuestra familia está ligada a una orden secreta de guardianes, encargados de proteger a los hombres lobo, seres que han sido demonizados por generaciones. Te escribo para que entiendas tu legado y tu papel en esta historia.”
Mis manos tiemblan mientras leo, y el corazón se acelera al ver que lo que creía una simple historia es en realidad la esencia de mi herencia. Los hombres lobo. Siempre pensé que eran criaturas de cuentos de terror, pero aquí estaba, en las páginas de mi abuela, como parte de nuestra realidad.
Sigo leyendo con avidez.
“Los hombres lobo no son los monstruos que nos han hecho creer. Son seres con un fuerte sentido de comunidad, guiados por un código de honor que protege tanto a su propia especie como a los humanos cercanos. En tiempos de crisis, ellos recurren a la ayuda de los guardianes. Su historia se entrelaza con la nuestra, y ahora es tu deber protegerlos y mantener el equilibrio entre nuestros mundos.
Te contaré la historia de la última guerra que enfrentó nuestra orden. Un conflicto que casi aniquila a ambos lados, provocando un odio profundo y la caza implacable de los hombres lobo. Esta historia no está solo en las leyendas, Clara, está en nuestros genes. Debes estar preparada para lo que está por venir.”
Mis pensamientos se arremolinan, la incredulidad y la curiosidad luchan por tomar el control. ¿Qué tipo de responsabilidades conlleva este legado? ¿Qué amenazas podrían surgir? La idea de proteger a los hombres lobo, a seres que han sido considerados enemigos, me llena de confusión, pero también de un extraño sentido de propósito.
El diario continúa, describiendo momentos históricos, batallas, y la conexión entre los hombres lobo y nuestra familia. “Cada guardián lleva un anillo, un símbolo de nuestra unión con ellos. El tuyo te conecta directamente con el Alfa de la manada. Necesitarás su ayuda, y él necesitará la tuya.”
Las palabras de mi abuela resuenan en mi mente. De repente, todo lo que había asumido sobre los hombres lobo se tambalea. Me pregunto si Dante, el hombre lobo que conocí, es el Alfa del que habla el diario. ¿Podría confiar en él?
Mis pensamientos son interrumpidos por un crujido proveniente de la planta baja. Me levanto de un salto, el corazón golpeando con fuerza en mi pecho. Miro hacia la puerta, preguntándome si alguien ha entrado en la casa. Con cuidado, cierro el diario y me dirijo hacia el sonido.
Bajo las escaleras con cautela, sintiendo la tensión en el aire. Cuando llego al final, me asomo y veo a un hombre desconocido revisando las estanterías del salón. Su presencia es imponente, su cabello oscuro y desaliñado, y su mirada intensa como si buscara algo específico.
—¿Quién eres? —pregunto, tratando de mantener la calma, pero mi voz tiembla.
El hombre se da la vuelta, sorprendido por mi aparición. Sus ojos se abren como platos, y por un momento, ambos nos quedamos mirándonos, midiendo la intención del otro.
—Lo siento, no quería asustarte. Soy Leo —dice, su voz suave pero firme—. He venido a buscar respuestas.
—¿Respuestas sobre qué? —pregunto, la curiosidad superando el miedo.
—Sobre tu abuela y lo que ella sabía. Me temo que la situación es más grave de lo que imaginas. Necesitamos hablar —responde, avanzando un paso hacia mí.
Siento una mezcla de desconfianza y curiosidad. La situación se está volviendo cada vez más extraña, pero mi instinto me dice que no debo ignorar a este hombre. Su presencia tiene un aire de urgencia que no puedo pasar por alto.
—Espérame un momento —digo, regresando al estudio para cerrar el diario en el cofre y guardarlo. Debo protegerlo, y también debo escuchar lo que Leo tiene que decir.
Cuando regreso al salón, lo encuentro esperando, sus brazos cruzados, una expresión de inquietud en su rostro.
—¿Qué sabes sobre la orden de guardianes? —me pregunta directamente, como si no hubiera tiempo que perder.
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Editado: 14.11.2024