Protegiendo al Alfa

Capítulo 4 - La amenaza

Las campanas de la ciudad suenan a lo lejos, marcando la llegada de un nuevo día. Sin embargo, en mi interior, el aire se siente pesado, cargado de una tensión que no puedo ignorar. Desde mi encuentro con Luca, mi vida ha cambiado de formas que no puedo entender completamente. La curiosidad se ha convertido en preocupación, y cada vez que cierro los ojos, la imagen de su mirada desafiante persiste en mi mente.

Decido salir a caminar, esperando que el aire fresco me ayude a aclarar mis pensamientos. Las calles de la ciudad están llenas de vida, pero hay un murmullo que se siente diferente hoy. Las conversaciones se detienen cuando paso, los rostros de la gente se tornan serios, y siento que hay un tema recurrente en sus murmullos.

En una esquina, un grupo de mujeres susurra entre ellas, y aunque intento captar sus palabras, solo escucho fragmentos: “cazador”, “amenaza”, “hombres lobo”. Mi corazón late más rápido, y la inquietud se apodera de mí. ¿Qué está sucediendo realmente? ¿Es la amenaza de la que habló Luca?

Decido acercarme a un café local donde sé que algunos de mis amigos suelen reunirse. Al entrar, el aire huele a café recién hecho y pan horneado, pero la atmósfera es tensa. Miro alrededor y me doy cuenta de que hay un grupo en una esquina, hablando en voz baja. Me acerco a ellos, sintiendo la necesidad de obtener más información.

—¿De qué están hablando? —pregunto, tratando de parecer despreocupada.

Una de mis amigas, Valeria, me mira con preocupación.

—Clara, no deberías involucrarte en esto. Hay rumores de que un cazador ha llegado a la ciudad, y su objetivo son los hombres lobo.

El nombre “cazador” resuena en mi mente como un eco de advertencia. Recuerdo las palabras de Luca sobre la desconfianza y el peligro que acechaba a su manada.

—¿Qué sabes sobre él? —insisto, sintiendo que esto es más serio de lo que había imaginado.

—Se llama Ezequiel. Dicen que ha estado persiguiendo a los hombres lobo durante años. Busca venganza por algo que le hicieron a su familia —explica Valeria, su voz es baja y tensa—. Ha jurado acabar con ellos.

La mención de una venganza me hace sentir incómoda. La historia de Ezequiel puede ser similar a la de otros cazadores que han acechado a la manada, alimentados por rencores y viejas heridas.

—¿Dónde está ahora? —pregunto, sintiendo que cada palabra pesa en el aire.

—Nadie lo sabe. Pero se rumorea que se ha instalado en las afueras de la ciudad. Los hombres de la manada están alerta, pero la incertidumbre es palpable. No saben cuándo ni dónde puede atacar —responde Valeria, mirando a su alrededor como si temiera que él estuviera escuchando.

Decido que no puedo quedarme de brazos cruzados mientras la amenaza se cierne sobre la manada de hombres lobo. A pesar de la desconfianza de Luca, siento que tengo un papel que desempeñar. La conexión con mi abuela y la orden de guardianes me han dado un sentido de propósito que no puedo ignorar.

—Voy a investigar más sobre Ezequiel —anuncio, sintiendo que mi determinación crece—. Si realmente hay un peligro inminente, necesito saber qué hacer.

Mis amigas me miran con incredulidad, pero también con preocupación.

—Clara, es peligroso. No deberías involucrarte más de lo necesario. No sabes a lo que te estás enfrentando —dice Valeria, su tono suplicante.

—Lo sé, pero no puedo quedarme aquí y esperar a que algo suceda. Tengo que proteger a la manada, a Luca y a todos los que están en peligro.

Con esas palabras resonando en mi mente, me despido de mis amigas y salgo del café, la determinación me impulsa hacia adelante. Mi primer paso es buscar a Luca, necesito hablar con él y advertirle sobre Ezequiel.

El sol comienza a ocultarse detrás de los edificios, y el aire se enfría a medida que me adentro en el bosque donde lo vi por primera vez. Hay algo en la penumbra que me hace sentir vulnerable, pero no puedo dar marcha atrás. Sigo caminando, mis pensamientos girando en torno a la idea de un cazador que acecha en la oscuridad, y a Luca, quien puede estar en el centro de todo esto.

Finalmente, llego al claro donde nos encontramos anteriormente. El lugar está desierto y silencioso, y siento un escalofrío recorrer mi espalda. La sensación de ser observada es inminente, y una parte de mí teme que Ezequiel ya esté aquí.

—Luca —llamo, mi voz resonando en la quietud del bosque. Espero que responda, pero el silencio es abrumador.

Decido esperar. La noche avanza y el cielo se cubre de estrellas. Aunque la oscuridad me rodea, no puedo permitir que el miedo me consuma. Mi mente está centrada en la advertencia de Valeria y la urgencia de proteger a aquellos que han sido amados por mi abuela.

De repente, escucho un crujido en la maleza. Mi corazón se acelera mientras me giro hacia el sonido. Mis instintos se agudizan, y sé que debo estar preparada para cualquier cosa. ¿Podría ser Ezequiel? ¿O tal vez Luca?

Luca emerge de las sombras, su figura alta y esbelta se destaca a la luz de la luna. Su mirada es intensa y alerta, y hay un destello de preocupación en sus ojos.

—Clara, ¿qué haces aquí? —pregunta, su voz grave resuena en el silencio de la noche.

—He estado escuchando rumores. Hay un cazador en la ciudad, se llama Ezequiel —le explico rápidamente, sintiendo la urgencia de que comprenda la gravedad de la situación.

Luca frunce el ceño, su rostro se endurece al mencionar el nombre.

—Lo sé. Ha estado siguiendo los movimientos de la manada. No sé cómo ha llegado hasta aquí, pero no podemos permitir que nos sorprenda.

—¿Qué haremos? —pregunto, sintiendo que el tiempo se agota.

Luca da un paso más cerca, su presencia es una mezcla de confianza y autoridad.

—Necesitamos estar alerta. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Hay más en juego de lo que piensas. No solo mi manada, también los humanos que están a nuestro alrededor. Ezequiel no discrimina.




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