Clara
La noche se siente más oscura y tensa después de la batalla. Aunque los ecos de la confrontación han cesado, un aire de inquietud persiste entre los miembros de la manada. Después de dispersarse tras el ataque de Ezequiel, hemos encontrado refugio en un claro iluminado por la tenue luz de la luna. El silencio que nos rodea es abrumador, lleno de preguntas no formuladas y emociones a flor de piel.
Luca se acerca a mí, su rostro está marcado por la preocupación. Sus ojos, que antes brillaban con la determinación de un guerrero, ahora reflejan la vulnerabilidad de un hombre que ha estado al borde de la pérdida.
—Clara —empieza, su voz grave y baja—, necesitamos hablar sobre lo que acaba de suceder.
Asiento, sintiendo cómo un nudo se forma en mi estómago. No es solo la batalla lo que nos preocupa; es lo que está sucediendo entre nosotros. El miedo a perderlo y la confusión de lo que siento son abrumadores.
—Sí, lo necesitamos —respondo, mis manos temblorosas se entrelazan nerviosamente.
Buscamos un rincón apartado del claro, donde la manada está ocupada organizando la defensa. La tensión en el aire es palpable, y mientras nos alejamos un poco, siento el peso de lo que debemos discutir.
—Después de lo que ocurrió, me preocupa que Ezequiel vuelva —dice Luca, mirándome a los ojos—. Él no se detendrá hasta que logre su objetivo.
—Yo también lo creo —confieso, sintiendo el escalofrío de su amenaza en mi piel—. Pero no es solo eso. Me asusta lo que él representa. No solo para la manada, sino para nosotros.
Luca frunce el ceño, y la frustración se refleja en su rostro. Se rasca la nuca, como si buscara las palabras adecuadas.
—¿Te preocupa que no estemos listos para esto?
—No solo eso —respondo, apretando los labios—. Me preocupa cómo nos afecta a nosotros. Después de lo que hemos enfrentado, siento que hay algo más que debería decirte.
Sus ojos se abren un poco más, como si finalmente se diera cuenta de lo que he estado guardando.
—¿De qué hablas, Clara?
Respiro hondo, intentando encontrar el valor para expresar lo que me atormenta.
—Lo que siento por ti ha cambiado. Es más intenso, más real. Me doy cuenta de que no solo te veo como un compañero de lucha, sino como algo más… algo que ni siquiera estoy segura de cómo describir.
Un silencio tenso llena el espacio entre nosotros. Su mirada se suaviza, y puedo ver que ha entendido lo que estoy tratando de decir.
—Clara, yo también siento lo mismo. Desde que empezamos a entrenar juntos, he sentido que nuestra conexión se vuelve más fuerte —admite Luca, su voz es sincera y profunda.
La revelación me deja sin palabras. La mezcla de alivio y alegría se siente abrumadora. Pero, al mismo tiempo, el miedo regresa.
—Pero, ¿qué pasa si no sobrevivimos a lo que está por venir? ¿Qué pasaría con nosotros si algo le sucede a uno de los dos?
—No quiero pensar en eso —responde él con determinación—. Pero entiendo tus temores. Lo que está en juego es inmenso, y la realidad es que el peligro es real. Pero, por favor, no dejes que eso nos detenga. Necesitamos apoyarnos mutuamente.
Sus palabras me reconfortan, pero la sombra de Ezequiel acechando en el fondo de mi mente no se desvanece. La idea de perderlo en una batalla me aterra, y la vulnerabilidad que ambos compartimos ahora es un peso que siento en mi pecho.
—Tienes razón. Pero necesitamos ser fuertes, no solo por nosotros, sino por la manada —digo, y mi voz se vuelve firme—. Debemos prepararnos para lo que venga.
Luca asiente, y juntos volvemos al grupo. La manada está reunida, hablando en susurros, organizando un plan. El aire está impregnado de una mezcla de miedo y determinación, y puedo sentir la tensión palpitar a nuestro alrededor.
A medida que nos acercamos, escuchamos a uno de los ancianos de la manada hablar.
—Ezequiel no se detendrá. Su odio hacia nosotros es profundo, y sabemos que volverá con más fuerza. Debemos prepararnos para un enfrentamiento —dice con voz grave.
La mirada de todos está fija en él, y yo también me siento atraída por sus palabras. La historia de la manada es un legado que debemos proteger.
—No podemos permitir que el miedo nos paralice. Necesitamos reunir fuerzas y estar listos para luchar. No solo por nosotros, sino por nuestras familias, por nuestra historia —continúa el anciano.
Me vuelvo hacia Luca, y veo la misma determinación reflejada en sus ojos.
—Esto es más grande de lo que pensábamos, ¿verdad? —le pregunto.
—Sí, y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos unirnos y prepararnos —responde él.
Los miembros de la manada comienzan a organizarse. Hablan sobre estrategias, posibles alianzas y recursos. La energía en el aire se transforma, convirtiéndose en un zumbido de acción. Aunque el peligro se cierne sobre nosotros, hay algo más: un sentido de comunidad, una conexión que nos une.
Mientras observamos la actividad a nuestro alrededor, Luca se acerca a mí, su voz baja y confidencial.
—Hay algo más que debo contarte, Clara. Algo sobre mi familia que nunca he compartido.
Mi corazón late con fuerza al escuchar sus palabras. Hay un secreto en su voz, y sé que será importante.
—¿Qué es? —pregunto, tratando de mantener la calma.
—Mi familia tiene una historia que se entrelaza con la manada y Ezequiel. Mis padres eran guardianes, como nosotros. Lucharon contra Ezequiel cuando él aún era un miembro de nuestra comunidad. Él se volvió en contra de nosotros por el poder y el odio que creció en su corazón. Sus acciones causaron la ruptura de nuestra familia y la muerte de muchos de nuestros seres queridos —revela Luca, su mirada perdida en el horizonte.
El impacto de sus palabras me sacude. Todo lo que he aprendido sobre Ezequiel y la historia de la manada cobra un nuevo significado.
—¿Y tus padres? —pregunto, mi voz apenas un susurro.
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Editado: 14.11.2024