El aire fresco de la mañana se siente diferente mientras me acerco al corazón del territorio de la manada. Cada paso que doy resuena con una mezcla de emoción y nerviosismo. Hoy es el día en que seré introducida formalmente a la manada, un rito de iniciación que ha sido motivo de charlas y anticipación desde que llegué. Sé que este será un momento crucial en mi vida como guardiana y miembro de este grupo.
Mientras camino por el sendero que me lleva a un claro más amplio, me doy cuenta de que este lugar tiene un aire de camaradería, pero también de seriedad. La manada ha estado lidiando con la amenaza de Ezequiel, y cada miembro lleva esa carga en sus rostros. Cuando llego al claro, el sol se filtra a través de las hojas de los árboles, creando un mosaico de luz que da vida al lugar.
Luca está a mi lado, su presencia reconfortante mientras observamos a los miembros de la manada que se reúnen. Hay un murmullo de conversaciones, risas y también una tensión subyacente que no se puede ignorar. Este es un momento de unión, pero también un recordatorio de lo que está en juego.
—Recuerda, Clara —me susurra Luca—, todos están aquí para apoyarte. Cada uno de ellos tiene su propia historia y miedos, pero juntos formamos una familia.
Asiento, respirando hondo para calmar mis nervios. Luca se convierte en mi guía, presentándome a los miembros más importantes de la manada.
Primero, se me presenta a Elena, la alfa. Su porte es majestuoso, con una fuerza y autoridad que son innegables. A medida que se acerca, su mirada se siente penetrante, pero en sus ojos hay una chispa de amabilidad.
—Bienvenida a la manada, Clara —dice, su voz firme pero suave—. Hemos estado esperando conocerte. Es un honor tenerte con nosotros.
Agradezco sus palabras, sintiendo la calidez en su mirada.
—Gracias, Elena. Estoy emocionada de ser parte de esto.
Luego, Luca me presenta a Javier, el segundo al mando, que es robusto y tiene un aire de lealtad inquebrantable. Su sonrisa es amplia y contagiosa, y rápidamente se siente como un amigo.
—He escuchado grandes cosas sobre ti, Clara. Tu llegada ha sido muy esperada. Espero que estés lista para el desafío —dice, dándome un apretón amistoso en el hombro.
Con cada presentación, me siento más parte de esta comunidad. Conozco a Maya, una guerrera feroz con una risa contagiosa, y a David, el médico de la manada, quien se preocupa tanto por el bienestar físico como emocional de todos.
La atmósfera se siente más ligera a medida que interactúo con ellos. Empiezo a comprender que cada miembro de la manada tiene su propio conjunto de habilidades, miedos y esperanzas. Durante las presentaciones, las historias fluyen naturalmente, y empiezo a percibir la lucha interna que enfrentan.
Mientras nos acomodamos en un círculo, siento la energía colectiva de la manada. Aquí, en este lugar, las historias y experiencias se entrelazan, creando un tapiz de conexiones.
Elena se pone de pie, mirando a todos con seriedad.
—Sabemos que los tiempos son difíciles. La amenaza de Ezequiel sigue presente, y no podemos permitir que eso nos divida. Clara ha venido a unirse a nosotros, y necesitamos su fortaleza como guardiana.
El murmullo entre los miembros de la manada se intensifica, y puedo ver la preocupación en sus rostros. Javier se levanta, alzando la voz para que todos lo escuchen.
—Cada uno de nosotros ha tenido que enfrentar sus propios miedos. A veces, son los más cercanos a nosotros quienes pueden hacer más daño. Pero aquí, entre nosotros, encontramos apoyo y la esperanza necesaria para enfrentar cualquier adversidad.
Un silencio reverente se apodera del lugar. Es evidente que cada miembro de la manada ha sido tocado por la lucha de los demás. Me doy cuenta de que, aunque todos son guerreros, también son vulnerables.
Maya, al ver el ambiente, decide romper el hielo.
—Hemos aprendido a encontrar la fuerza en nuestra vulnerabilidad. Así que, Clara, cuéntanos sobre ti. ¿Qué te llevó a unirte a nosotros?
Siento que todas las miradas se centran en mí, y el peso de su expectativa es abrumador. Pero en lugar de retroceder, decido ser honesta.
—Antes de llegar aquí, me sentía perdida. Siempre he sentido que había algo más en mí, algo que debía descubrir. Cuando conocí a Luca y supe de la manada, supe que quería ser parte de esto. Quiero proteger a aquellos que me rodean y encontrar mi lugar aquí.
Mis palabras parecen resonar entre ellos. Algunos asienten, y puedo ver cómo sus propias luchas reflejan lo que he compartido.
David, el médico, se dirige a mí, su voz suave.
—Todos tenemos historias similares, Clara. Lo que enfrentamos no es solo una batalla física; también es emocional. Cada uno de nosotros tiene miedos que nos persiguen, pero juntos podemos encontrar la esperanza.
Sus palabras me llenan de determinación. Sé que la manada es más que un grupo; son una familia unida por experiencias compartidas.
A medida que la conversación fluye, se exploran los miedos y esperanzas de los hombres lobo. Maya comparte su temor a perder a los que ama, mientras que Javier habla sobre el peso de ser un protector y las decisiones difíciles que ha tenido que tomar.
Elena observa en silencio, escuchando a cada miembro con atención. Luego, se vuelve hacia mí.
—En nuestra manada, cada uno de nosotros tiene una historia que contar. Los miedos son inevitables, pero aquí encontramos un refugio. Clara, estás en el lugar correcto.
Me siento agradecida por su apoyo y aceptación. La atmósfera se vuelve más íntima, y siento que he encontrado un lugar al que pertenecer.
La conversación se convierte en una serie de anécdotas y risas, lo que alivia la tensión que había sentido antes. A medida que el día avanza, nos sentamos alrededor de una fogata, las llamas parpadeando en la oscuridad.
Elena sugiere que compartamos historias de valentía y esperanza, y cada uno aporta su propia experiencia. Escucho relatos de luchas y triunfos, de momentos que definieron a cada miembro de la manada. Me doy cuenta de que no están solos; todos están unidos por la misma causa.
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Editado: 14.11.2024