Protegiendo al Alfa

Capítulo 9 - La cazaría

La noche se cierne sobre el bosque como un manto oscuro, y una sensación de inquietud se apodera del aire. En el claro donde la manada se reúne, la tensión es palpable. Todos sabemos que Ezequiel ha puesto en marcha su plan para cazar a la manada, y cada uno de nosotros siente la amenaza que se aproxima.

Me encuentro junto a Luca, nuestros rostros iluminados por la tenue luz de la luna. Sus ojos están fijos en el horizonte, donde los árboles se alzan como guardianes en la oscuridad. A su lado, mi corazón late con fuerza, una mezcla de miedo y determinación.

—Debemos actuar rápido —dice Luca, su voz grave y seria—. Ezequiel no se detendrá hasta que nos tenga a todos. Necesitamos una estrategia para proteger a la manada.

Asiento, sintiendo la urgencia en sus palabras. Este es un momento decisivo, y no puedo permitirme dudar.

—¿Qué tienes en mente? —pregunto, tratando de mantener la calma.

Luca me mira, su expresión refleja la confianza que ha depositado en mí.

—Primero, necesitamos reunir a todos. Debemos hacer un plan para movernos en grupo y no dividirnos. Ezequiel buscará aislarnos, así que debemos estar siempre juntos.

En ese instante, Elena se acerca, habiendo escuchado nuestras palabras.

—He estado pensando en eso. Necesitamos asignar roles a cada uno. Algunos deben quedar en la defensa, mientras que otros deben estar listos para atacar si es necesario. Clara, como guardiana, tu papel será crucial.

Siento el peso de su mirada, y aunque la presión es abrumadora, algo dentro de mí se enciende. Esta es mi oportunidad de demostrar mi valía y proteger a quienes ahora considero mi familia.

—Estoy lista para asumir mi responsabilidad —declaro, mi voz firme a pesar del miedo que se agita en mi interior.

Elena asiente con aprobación.

—Bien. Entonces, necesitamos establecer un perímetro. Javier y Maya, ustedes encabezan la defensa en el este. David, tú y Renata estarán en el oeste. Clara y Luca, ustedes estarán conmigo en el centro.

La adrenalina fluye por mis venas mientras escucho el plan. Cada rol es claro, y siento que la manada se está uniendo para enfrentar este desafío.

—Si Ezequiel se presenta, no podemos dejarlo entrar. Debemos proteger el territorio y a los más vulnerables —añade Elena, su voz llena de determinación.

Con cada palabra, el miedo se convierte en un combustible que enciende mi espíritu de lucha.

Luca se inclina más cerca de mí.

—Clara, esto es importante. Si llegamos a enfrentarnos a él, necesito que te mantengas firme. Ezequiel no solo es un enemigo físico; también sabe jugar con la mente.

Asiento, reconociendo la verdad en sus palabras.

—Lo sé. No dejaré que me intimide.

La manada comienza a dispersarse, cada uno tomando su posición. Siento la fuerza colectiva de quienes me rodean; estamos juntos en esto. Mi corazón late con fuerza, un recordatorio de que estamos luchando por nuestra supervivencia y por el hogar que hemos creado.

A medida que la noche avanza, el aire se vuelve más pesado. La oscuridad parece cobrar vida a nuestro alrededor, y puedo escuchar el susurro del viento entre los árboles, como si la naturaleza misma estuviera al tanto de la inminente cacería.

A mi lado, Luca observa con atención.

—Recuerda, Clara, mantente concentrada. Ezequiel es astuto, y sus movimientos son impredecibles. Debes anticipar sus jugadas.

Siento la responsabilidad de ser guardiana; este es el momento para demostrar que puedo ser una líder. Mientras nos preparamos, comienzo a recordar todo lo que he aprendido sobre la lucha y el combate. Es como si cada entrenamiento, cada consejo de Luca, estuvieran fluyendo en mi mente, preparándome para lo que viene.

La manada se posiciona en el claro, formando un círculo alrededor de nosotros. Cada uno está listo, y el aire se carga de una energía palpable.

—Mantengan la formación —ordena Elena—. No perdamos la cohesión.

Con cada susurro de la noche, mis sentidos se agudizan. Puedo sentir la amenaza en el aire, una sombra acechante que no puedo ignorar. Y entonces, un sonido rompe el silencio: un crujido en la maleza.

El corazón me late con fuerza mientras todos nos tensamos, listos para actuar.

—Prepárense —susurra Luca, sus ojos fijos en el sonido—. Puede que sea él.

El crujido se hace más fuerte, y la tensión se acumula. A lo lejos, una figura oscura emerge entre los árboles, y mi estómago se revuelca. Es Ezequiel. Su presencia es imponente, y una sonrisa torcida se dibuja en su rostro.

—¿Así que decidieron hacer una reunión familiar? —su voz es baja y burlona, llenando el aire con un escalofrío.

—No te atrevas a acercarte, Ezequiel —advierte Elena, su voz firme mientras avanza en nuestra dirección.

—¿Y qué harás, Elena? ¿Proteger a tus cachorros? —responde él, su mirada despectiva recorriendo a la manada.

No puedo permitir que se salgan con la suya. Con una determinación renovada, me acerco un paso hacia adelante, mi voz fuerte y clara.

—No vamos a permitir que te lleves a nadie. Esta es nuestra casa, y lucharemos por protegerla.

Ezequiel se ríe, pero en su risa hay un tono de desprecio.

—¿Tú? ¿Una simple guardiana? Eres más débil de lo que crees.

Esas palabras son como un dardo en mi corazón, pero no me dejo intimidar. Recuerdo lo que he aprendido, y la fuerza de la manada a mi alrededor me llena de valor.

—Soy más fuerte de lo que piensas, y no tengo miedo de enfrentarme a ti.

Las palabras resuenan en el aire, y puedo ver la sorpresa en su rostro. A mi lado, Luca se tensa, listo para intervenir.

—No le des la oportunidad de jugar contigo, Clara. Mantente alerta.

Mientras Ezequiel se mueve con desdén, la tensión en el aire se intensifica. Los miembros de la manada se preparan, listos para luchar. Este es el momento que hemos estado esperando, y sé que no puedo retroceder.

Ezequiel se ríe nuevamente, esta vez con un tono más oscuro.




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