Los días siguientes a la cacería de Ezequiel pasan en un frenesí de emociones encontradas. La manada se ha reunido en el claro, y aunque la tensión sigue presente, todos intentamos encontrar un nuevo equilibrio. Sin embargo, hay algo en mí que ha cambiado. Desde el enfrentamiento, he comenzado a experimentar visiones, fragmentos de un pasado que no reconozco, pero que me resulta inquietantemente familiar.
Me despierto en medio de la noche, el sudor perlado en mi frente, mientras los ecos de una imagen borrosa inundan mi mente. Miro a mi alrededor, la luz de la luna entra por la ventana, proyectando sombras en la habitación. La manada ha hecho todo lo posible por crear un refugio seguro, pero mi mente está en un lugar diferente, viajando a momentos que parecen perdidos en el tiempo.
Me concentro en la imagen que acaba de surgir. Veo a una mujer, su cabello negro azabache que cae en ondas suaves sobre sus hombros, su rostro una mezcla de determinación y tristeza. Es una mujer que no reconozco, pero siento un profundo lazo con ella. Ella me sonríe y, aunque no puedo escuchar su voz, sé que me habla de algo importante.
Mi corazón late con fuerza mientras intento conectar con la visión. De repente, la imagen se desdibuja y me encuentro en una escena diferente: un bosque frondoso y oscuro, donde las sombras se mueven como si tuvieran vida propia. La misma mujer se encuentra rodeada de figuras que parecen ser miembros de la manada, pero no son los que conozco. Son sombras de un pasado antiguo.
Mientras intento desentrañar el significado de estas visiones, un grito agudo me arranca de mi ensueño. Luca aparece en la puerta, su rostro lleno de preocupación.
—Clara, ¿estás bien? Te escuché gritar.
Trago saliva, todavía aturdida.
—Tuve una visión. Vi a una mujer, pero no sé quién es.
Su expresión se torna más seria.
—¿Otra vez? Esto no es bueno, Clara. Las visiones pueden ser peligrosas si no se controlan.
—Lo sé —respondo, intentando calmar mi mente agitada—. Pero siento que hay algo más. No es solo un recuerdo; siento que es parte de mí.
Luca se acerca y se sienta a mi lado.
—Quizás sea hora de que hables con Elena. Ella sabe más sobre el legado de tu familia y las conexiones con la manada.
Asiento, reconociendo que él tiene razón. Sin embargo, una parte de mí teme lo que podría descubrir. Mis visiones parecen estar conectadas a algo profundo, un secreto que ha estado enterrado en las sombras de mi linaje.
—También hay algo más —añado—. Siento una tensión creciente entre los miembros de la manada. Como si todos estuvieran a punto de estallar.
Luca frunce el ceño, y su mirada se oscurece.
—Es cierto. Después de la cacería, los ánimos están caldeados. Algunos cuestionan si deberíamos quedarnos aquí o movernos. No todos están de acuerdo en cómo manejar a Ezequiel.
Mi corazón se hunde ante la idea de que la manada esté fracturada.
—No podemos permitir que Ezequiel gane, Luca. No podemos dejar que la desconfianza nos divida.
Él asiente, pero sé que hay una preocupación latente en su corazón. La manada siempre ha sido unida, pero ahora, con las heridas de la cacería aún frescas, esa unidad se ve amenazada.
Decido que debo hablar con Elena antes de que la situación se agrave. Salimos de la habitación y nos dirigimos al claro, donde los miembros de la manada se reúnen en grupos, sus murmullos llenando el aire.
La luna brilla intensamente sobre nosotros, creando un ambiente casi místico, pero la tensión es innegable. Varios miembros se miran de reojo, y la desconfianza parece palpable.
Finalmente, encontramos a Elena. Ella está rodeada de algunos de los más antiguos miembros de la manada, todos hablando en voz baja. Al acercarnos, sus ojos se posan en mí, llenos de sabiduría y preocupación.
—Clara, Luca —saluda, su tono firme—. ¿Qué ocurre?
—He estado teniendo visiones —comienzo, sintiendo que este es el momento de abrirme—. Y creo que están relacionadas con el pasado de mi familia. Además, hay una creciente tensión entre la manada.
El rostro de Elena se endurece, y asiente lentamente.
—Las visiones pueden ser una señal. Tu linaje tiene una conexión profunda con la manada, y puede que estés empezando a recordar cosas que han estado olvidadas.
—¿Pero qué significa eso? —pregunto, mi voz temblando de ansiedad—. ¿Estamos en peligro?
Elena toma una respiración profunda.
—Es posible. Si los antiguos secretos de tu familia vuelven a la superficie, podrían amenazar la estabilidad de la manada. Necesitamos unirnos y enfrentar esta situación antes de que se salga de control.
Mientras Elena habla, la tensión en el ambiente parece aumentar. Mi mente se llena de imágenes de la mujer de mis visiones, y me pregunto si ella tiene la clave para entender lo que está sucediendo.
—Debemos encontrar una manera de hacer que todos se sientan seguros nuevamente —añade Elena—. La confianza es esencial, y si no la restauramos, Ezequiel aprovechará nuestra debilidad.
De repente, un grito rompe el murmullo. Un grupo de hombres lobo, claramente frustrados, discute acaloradamente sobre cómo proceder.
—¡No podemos quedarnos aquí y esperar a que Ezequiel venga a matarnos! —grita uno de ellos, su voz llena de rabia—. ¡Debemos atacar primero!
Las palabras provocan un murmullo de asentimiento entre algunos de los presentes, pero otros se ven visiblemente inquietos.
—No es la manera correcta —responde otro miembro de la manada—. Necesitamos ser estratégicos, no impulsivos.
Luca y yo intercambiamos miradas, y en ese momento, comprendemos que debemos intervenir.
—Escuchen —comienza Luca, su voz resonando en el claro—. La división solo nos hará más vulnerables. Si luchamos entre nosotros, Ezequiel ganará.
La tensión se intensifica a medida que más miembros giran para mirarnos. Siento que es mi oportunidad de hablar, de unirme a la lucha por la unidad.
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Editado: 14.11.2024