Protegiendo al Alfa

Capítulo 13 - Caídas

Clara

El dolor llega antes de que pueda procesar lo que está pasando. Siento el impacto en mis costillas y luego el suelo frío debajo de mí. Mi cuerpo arde, cada músculo quejándose mientras trato de recuperar el aliento, pero es inútil. Ezequiel es más rápido, más fuerte… y sabe exactamente cómo derribarme.

—¿Eso es todo lo que tienes, guardiana? —gruñe con una sonrisa arrogante, sus ojos brillando con burla.

Intento levantarme, pero el peso de su bota sobre mi hombro me aplasta contra el suelo. La furia y la frustración se mezclan en mi interior. Odio esa sensación: saber que hice todo lo posible y que aun así no fue suficiente.

—¿De verdad creías que podías detenerme? —murmura, inclinándose hacia mí—. No tienes idea del poder que estás desafiando.

Sus palabras me atraviesan, pero no como él espera. No es miedo lo que me deja paralizada, es algo peor: la certeza de que he fallado.

Ezequiel se aparta de mí con un gesto despectivo y desaparece entre las sombras del bosque. Quiero gritar, levantarme y seguirlo, pero mi cuerpo no responde. Lo único que puedo hacer es quedarme en el suelo, mirando cómo la oscuridad se lo traga.

Cuando finalmente consigo moverme, el aire se siente pesado en mis pulmones. Me arrastro hasta quedar sentada, apoyando la espalda contra un árbol. Mi orgullo está tan magullado como mi cuerpo.

Luca aparece a mi lado de inmediato, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de preocupación.

—¿Estás bien? —me pregunta, arrodillándose frente a mí. Sus manos recorren mis brazos, buscando heridas visibles.

—No lo sé —murmuro con una mueca. No sé si lo que duele más es el golpe o haber perdido.

—Lo importante es que sigues aquí —dice, pero su voz es suave, como si supiera que esas palabras no alivian la frustración que siento.

Intento ponerme de pie, pero las piernas me fallan y caigo hacia adelante. Luca me atrapa antes de que toque el suelo, sosteniéndome con firmeza.

—Tómalo con calma —murmura, ayudándome a sentarme de nuevo—. No tienes que hacerlo todo hoy.

—Pero tenía que ganar. —La rabia en mi voz es evidente.

Luca sacude la cabeza con una mezcla de paciencia y preocupación.

—No siempre se trata de ganar, Clara. A veces, las derrotas son parte del camino.

Me quedo en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Sé que tiene razón, pero eso no hace que la derrota duela menos. Cada error, cada golpe recibido, es una espina clavada en mi orgullo.

Luca se sienta a mi lado, con la espalda apoyada contra el mismo árbol. Nos quedamos así por un momento, en medio del silencio del bosque, como si el tiempo se hubiera detenido.

—¿Sabes lo que yo aprendí? —dice después de un rato—. Cada vez que caes, tienes dos opciones: quedarte en el suelo o levantarte más fuerte.

Lo miro de reojo, todavía sintiendo la frustración arder dentro de mí.

—¿Y qué pasa si vuelves a caer? —pregunto en voz baja.

—Te levantas otra vez —responde sin dudar—. Las veces que haga falta.

Hay algo en su voz que me calma, como si sus palabras pudieran desarmar el peso de mis pensamientos negativos.

Luca me ofrece su mano y, esta vez, la acepto sin vacilar. Me ayuda a ponerme de pie, manteniendo su brazo alrededor de mi cintura para estabilizarme. La cercanía entre nosotros es reconfortante, más de lo que quiero admitir.

—¿Estás segura de que no necesitas descansar un poco más? —me pregunta con una sonrisa suave.

—No puedo detenerme ahora —respondo, intentando devolverle la sonrisa—. Ezequiel no va a esperar a que esté lista.

Luca suelta una risa baja.

—No, pero te aseguro que cuando lo enfrentes otra vez, serás más fuerte.

Sus palabras me llenan de una determinación nueva. No puedo permitirme quedarme en el suelo. Si he caído, es para aprender a levantarme.

Luca y yo regresamos al campamento, donde los demás nos esperan con miradas preocupadas. Algunos se acercan a preguntar cómo estoy, pero simplemente asiento, asegurándoles que estaré bien.

Esa noche, mientras me recuesto sobre una manta junto al fuego, pienso en todo lo que ha pasado. El dolor aún late en mis músculos, pero hay algo más profundo que empieza a cambiar en mí. No soy invencible, pero tampoco estoy sola.

Luca se sienta a mi lado, en silencio, y me pasa una taza de té caliente. Nuestras manos se rozan por un instante, y esa simple conexión es suficiente para recordarme que no tengo que cargar con todo sola.

—Gracias —susurro, mirándolo a los ojos.

—Para eso estoy aquí —responde con una sonrisa que hace que mi corazón se sienta un poco más ligero.

La derrota no significa el final, pienso mientras el fuego parpadea frente a nosotros. Es solo una lección, una oportunidad para mejorar. Y la próxima vez, cuando enfrente a Ezequiel, no cometeré los mismos errores. Esta vez, estaré lista.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.