Luca
La tensión en el aire es palpable, como un trueno que se siente en los huesos antes de que la tormenta estalle. Estamos reunidos alrededor del fuego, la manada entera, pero en lugar de unión, lo único que percibo son miradas desconfiadas y susurros que crecen como una tormenta silenciosa.
Miro a Clara de reojo. Ella se mantiene firme, aunque puedo ver la tensión en su mandíbula y la forma en que aprieta los puños para controlar su frustración. No es fácil ganarse la confianza de los nuestros, y después de los últimos ataques de Ezequiel, la presión sobre ella solo ha aumentado muchísimo.
—No tiene sentido confiar en alguien que apenas sabe lo que está haciendo —gruñe Mateo, uno de los más antiguos de la manada, cruzándose de brazos.
—Tiene razón —secunda Camila, con una mirada fría dirigida hacia Clara—. Ezequiel no va a darnos una segunda oportunidad si fallamos.
Algunos murmullos de acuerdo se propagan entre los demás. La manada está dividida, y aunque intento mantener la calma, el malestar crece dentro de mí como una sombra.
—¿Y qué propones? —intervengo, dirigiéndome a Mateo—. ¿Abandonar a Clara?
—No lo llamaría abandonar —replica él, con un tono sarcástico—. Lo llamaría ser realistas, Luca.
Mi mandíbula se tensa. Estoy acostumbrado a ser cuestionado, pero esto es diferente. Clara y yo estamos tratando de mantener a la manada unida, pero la duda ha empezado a envenenarlos.
Confianza en Juego
Clara da un paso al frente, sus ojos brillando con una determinación que reconozco bien.
—No espero que me confíen sus vidas de inmediato —dice, con la voz clara y firme—. Pero no estoy aquí para fallarles. Estoy aquí para luchar junto a ustedes.
Sus palabras son sinceras, pero la sospecha sigue viva en algunos. Sé que muchos ven a Clara como una forastera, alguien que apareció de repente en medio de nuestra batalla más importante. No entienden lo que he visto en ella.
—Luchar no es suficiente —interviene Camila, frunciendo el ceño—. Necesitamos un líder fuerte, no alguien que aún esté descubriendo quién es.
El comentario me golpea más fuerte de lo que esperaba, pero no dejo que se note. No puedo permitirme mostrar debilidad ahora.
—Clara está aprendiendo rápido —respondo—. Más rápido de lo que cualquiera de ustedes se imagina.
Ella me lanza una mirada de agradecimiento, pero puedo ver la sombra de duda que todavía la persigue.
Antes de que la discusión pueda escalar más, alguien más da un paso al frente. Es Diego, uno de los miembros más silenciosos y reservados de la manada. Siempre he pensado que prefería mantenerse al margen, pero ahora nos observa con una calma que me sorprende.
—Yo creo en Clara —declara, su voz rompiendo el silencio como una cuchillada—. Ha demostrado más valor en estas semanas que algunos de nosotros en años.
Las palabras de Diego provocan un revuelo inmediato. Algunos lo miran con incredulidad, otros con desaprobación. Pero su declaración también siembra duda en aquellos que habían dado por hecho que Clara no tenía lugar aquí.
—Estamos perdiendo el tiempo con esta discusión —añade Diego, cruzando los brazos—. Mientras nos peleamos entre nosotros, Ezequiel se fortalece.
Es un recordatorio amargo, pero necesario.
Camino hacia el centro del círculo, dejando que mis ojos se crucen con los de cada miembro presente. Puedo sentir el peso de sus expectativas y sus dudas, pero no me detengo.
—Clara no está sola en esto —digo con firmeza—. Si confían en mí, confían en ella y no hay discusión sobre eso.
Es una declaración clara: estamos juntos o no estamos en absoluto. La decisión no es negociable.
Por un momento, el silencio se asienta sobre nosotros como una capa pesada. Luego, lentamente, veo cómo algunos comienzan a asentir, aunque sea con reservas. No es la aceptación total que esperaba, pero es un comienzo.
Clara se acerca a mi lado, y aunque no dice nada, la tensión en sus hombros disminuye. Ella sabe lo importante que fue este momento, no solo para la manada, sino para ella misma.
Esa noche, mientras el resto de la manada se dispersa, Clara y yo nos quedamos junto al fuego. La luna brilla sobre nosotros, y aunque la batalla interna no ha terminado del todo, siento que hemos dado un paso en la dirección correcta.
—Gracias por creer en mí —murmura Clara, rompiendo el silencio.
—Siempre —le respondo sin dudar.
Ella se queda en silencio por un momento, mirando las llamas danzar frente a nosotros. Entonces, una pequeña sonrisa curva sus labios.
—Espero no hacerte arrepentir de tu fe en mí.
Le devuelvo la sonrisa.
—No lo harás, Clara. No lo harás.
La noche avanza, y aunque el camino aún es incierto, algo ha cambiado. La confianza comienza a germinar, y por primera vez en mucho tiempo, creo que tenemos una oportunidad real. La manada aún no está completamente unida, pero con Clara a mi lado, sé que encontraremos la forma de enfrentarlo todo.
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Editado: 14.11.2024