Clara
El aire se siente pesado, cargado de tensión mientras avanzo hacia el borde del bosque. Mis pasos son rápidos, más movidos por la urgencia que por la seguridad. No puedo permitirme dudar. Si queremos vencer a Ezequiel, necesitamos aliados… incluso si eso significa acudir a una manada que ha sido nuestra rival durante generaciones.
Anoche, cuando le conté a Luca sobre mi plan, su mirada se oscureció. “No podemos confiar en ellos, Clara”, me dijo, y sé que no está del todo equivocado. La historia entre nuestras manadas está llena de traiciones y enfrentamientos, pero esta vez es diferente. Ezequiel es una amenaza para todos, y si no trabajamos juntos, lo perderemos todo.
Corro hacia el claro que habíamos elegido como punto de encuentro. Es un lugar en lo que podría equivaler a tierras de nadie, una franja de bosque no reclamada por nadie que lo vuelve perfecto para esta reunión. Los árboles parecen esperar a susurros arcanos mientras los árboles altos y antiguos se inclinan alrededor nuestro. Hace frío, pero no es debido al clima. El aire se llena de presencias antes incluso de que los vea, una vibración en el aire que anticipa la llegada de una manada ajena. Emergen silenciosos de las sombras. Los lobos de Alaric tienen un aire furtivo y espeluznante. Irradian una mezcla de gracia y letalidad, cada paso tan medido como una danza ritual. Sus ojos dorados se toman un tiempo para acostumbrarse a la pálida luz del amanecer mientras me observan. Me miran como si ya hubieran decidido que no puedo confiar en ellos.
Alaric, el líder, avanza al frente. Es alto, imponente, y su mirada parece atravesarme. Cuando habla, su voz es grave y llena de desconfianza.
—¿Qué hace una guardiana buscando nuestra ayuda?
Mi corazón late con fuerza, pero mantengo la cabeza alta y el tono firme. No puedo mostrar miedo.
—Esta no es solo nuestra guerra, Alaric —respondo, sin apartar la mirada—. Ezequiel no se detendrá hasta controlarlo todo. Si caemos nosotros, ustedes serán los siguientes.
El silencio que sigue es largo y opresivo. Puedo sentir cómo los miembros de su manada nos evalúan, como si estuvieran decidiendo si valgo su tiempo o no. Por un momento, pienso que se van a dar la vuelta y dejarme allí, con mi plan hecho pedazos.
Pero entonces, Alaric entrecierra los ojos, como si estuviera sopesando sus opciones.
—¿Y qué nos garantiza que no intentarán darnos la espalda cuando todo termine? —pregunta, su tono afilado como una navaja.
—Nada —admito. No sirve de nada mentir—. Pero también ustedes saben que, si Ezequiel gana, no habrá “después”.
Sus ojos brillan con algo que no alcanzo a descifrar. No es confianza, pero sí un reconocimiento de que mis palabras tienen sentido.
Una mujer da un paso al frente desde la fila de lobos. Su cabello oscuro cae sobre sus hombros en mechones desordenados, y hay una cicatriz que atraviesa su mejilla izquierda. La identifico como Kira, la segunda al mando de Alaric.
—Si esto es una trampa, acabaremos con ustedes antes de que puedan respirar —advierte, con una sonrisa peligrosa.
—Lo entiendo —respondo, devolviéndole la mirada sin parpadear.
Finalmente, Alaric asiente. Es un gesto mínimo, pero suficiente.
—Tenemos un enemigo común —dice—. Por ahora, eso será suficiente.
Mientras caminamos hacia el campamento temporal que instalaron, puedo sentir la mirada de Luca clavada en mi nuca. No hace falta que diga nada para saber que sigue sin estar de acuerdo con esto, pero no tenemos otra opción.
La tensión es palpable entre nuestros grupos. Las historias de conflictos pasados entre nuestras manadas pesan sobre cada interacción, pero también hay una extraña sensación de propósito compartido. Todos sabemos que esta alianza es nuestra mejor oportunidad.
Durante la reunión, discutimos estrategias y posibilidades. Las tensiones históricas entre las manadas surgen más de una vez, pero también hay un reconocimiento tácito de que ahora debemos dejarlas de lado. Kira se muestra especialmente desconfiada de Luca, lo que añade una capa más de tensión al ambiente.
Cuando terminamos la reunión, Luca se acerca a mí mientras los demás se dispersan. Su rostro está tenso, su mandíbula apretada.
—Esto no me gusta, Clara —murmura, sin molestarse en disimular su frustración.
—Lo sé —le digo, suavizando mi tono—. Pero no podemos hacerlo solos.
Luca suspira, pasando una mano por su cabello.
—Solo espero que no nos estemos metiendo en algo peor de lo que ya enfrentamos.
—Confía en mí —le pido, colocando una mano en su brazo—. Lo resolveremos.
Aunque no responde, su mirada se suaviza un poco. Y por un momento, siento que tal vez, solo tal vez, estamos un paso más cerca de vencer a Ezequiel.
Luca se acerca y me da un tierno beso, breve pero lleno de promesas silenciosas. Su proximidad hace que mi corazón lata más rápido, como si su sola presencia fuera suficiente para calmar el caos en mi mente. Me quedo inmóvil por un momento, dejando que la calidez de sus labios se quede conmigo.
—Saldremos de esta juntos, Clara —murmura, su frente apoyada contra la mía.
Asiento, aunque una parte de mí todavía se siente abrumada por lo que estoy a punto de hacer. Estoy buscando una alianza con criaturas que jamás pensé que consideraría aliadas, y Luca lo sabe.
—¿Crees que aceptarán? —le pregunto, buscando alguna certeza en sus ojos verdes.
—No lo sé —admite—, pero lo que sí sé es que eres más fuerte de lo que crees. Y ellos lo verán.
Su confianza en mí es un ancla que me mantiene firme. A pesar del miedo que recorre mis venas, respiro hondo y le doy un último vistazo al camino que nos separa de la otra manada.
—Tenemos que intentarlo —digo, aunque la verdad es que no hay otra opción.
Luca entrelaza sus dedos con los míos, y juntos nos adentramos en territorio desconocido. Los árboles parecen cerrarse a nuestro alrededor, y la sensación de estar observada se hace cada vez más intensa. La otra manada siempre ha sido hostil, y las tensiones entre ellos y nosotros son profundas, alimentadas por generaciones de rencor y luchas por el territorio.
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Editado: 14.11.2024