Clara
El aire se siente pesado en la aldea. Los días han pasado desde que descubrí la verdad sobre mi linaje, y aunque me he estado preparando para lo que viene, la inminente amenaza de Ezequiel parece hacer que la presión aumente. La manada se ha reunido en el claro, y puedo ver la preocupación en los rostros de todos.
La mañana comienza con un silencio tenso, interrumpido solo por el suave murmullo del viento entre los árboles. Es un día claro, pero la luz del sol no puede disipar la sombra que se cierne sobre nosotros. De repente, uno de los centinelas de la manada, un joven llamado Tomás, llega corriendo, su rostro pálido y los ojos desorbitados.
—¡Ezequiel se dirige hacia aquí! —anuncia con voz temblorosa—. Trae consigo un grupo de cazadores.
Un escalofrío me recorre la espalda. Los murmullos crecen en el grupo mientras la noticia se asienta. La manada se mira entre sí, buscando apoyo en los rostros familiares. Luca se coloca a mi lado, su mano firme sobre mi hombro, una conexión que me recuerda que no estoy sola en esto.
—Es el momento que hemos estado temiendo —digo, intentando mantener la calma.
—Debemos unirnos y prepararnos —responde Luca, su voz fuerte y decidida—. No dejaremos que Ezequiel destruya lo que hemos construido.
Rápidamente, la manada se organiza. Los hombres y mujeres de pie, formando círculos, intercambiando ideas sobre cómo enfrentar el ataque. Se trata de un esfuerzo conjunto, una mezcla de valentía y miedo palpable. Me siento atraída hacia el centro, donde los líderes de la manada discuten estrategias.
—No podemos permitir que se lleve a cabo un ataque sorpresa —dice Isabela, una de las guerreras más experimentadas—. Necesitamos establecer puntos de vigilancia y crear una defensa sólida.
—Y asegurarnos de que todos estén preparados —agrega Andrés, el hermano de Luca, con seriedad.
Asiento, y cuando mi mirada se encuentra con la de Luca, siento una chispa de determinación. Esta batalla no solo es por la manada, es por todos nosotros, y especialmente por nuestro futuro.
Pasamos horas afilando nuestras armas, revisando las defensas y asegurándonos de que todos comprendan sus roles. La adrenalina comienza a fluir a través de mí, y aunque estoy nerviosa, también estoy emocionada. He entrenado y he crecido, y ahora estoy lista para luchar.
—Clara —me llama Luca cuando nos encontramos en un rincón apartado del campamento—. Antes de que llegue la batalla, quiero que sepas algo.
Me detengo, sintiendo que mi corazón late más rápido.
—No importa lo que pase, siempre estaré a tu lado —dice, su mirada intensa—. Somos más fuertes juntos.
No puedo evitar sonreír, y mi corazón se siente ligero a pesar de la gravedad de la situación.
—Lo sé, Luca. Y yo también estaré contigo.
El momento se siente como una promesa, y mientras nos unimos en un abrazo, siento que la tensión se disipa un poco. Pero la realidad regresa rápidamente cuando escuchamos el sonido de pasos acercándose.
De repente, la atmósfera cambia. El aire se vuelve frío, y el silencio que nos rodea es ensordecedor. Cada uno de nosotros siente la inminente llegada del enemigo. Nos agrupamos, y un escalofrío de anticipación recorre la manada.
Las primeras sombras aparecen entre los árboles. Es Ezequiel, con una sonrisa arrogante en su rostro y su grupo de cazadores detrás de él. La tensión es palpable; el aire está cargado de una energía oscura y amenazante.
—¡Así que han decidido enfrentarse! —grita Ezequiel, su voz resonando en el claro—. Me alegra que estén aquí para ver su derrota.
La rabia burbujea en mi interior, pero me obligo a mantener la calma. Esta batalla es por la supervivencia de nuestra manada, y no podemos permitirnos perder la concentración.
—Recuerden, todos —grita Andrés, tratando de mantener la calma—. ¡Defiendan sus hogares y no dejen que el miedo los controle!
Mis compañeros asienten, y mientras Ezequiel avanza, siento que mi corazón late con fuerza. El combate es inevitable. Me posiciono junto a Luca, y nuestras manos se encuentran. En este momento, somos uno.
A medida que el primer ataque se lanza, el caos se desata. Los gritos y los sonidos de la batalla llenan el aire, y las sombras de la lucha se mezclan con la luz del día. Cada golpe, cada zancada, cada aliento cuenta.
La batalla continúa, cada miembro de la manada luchando con todo su ser. Me enfrento a un cazador, utilizando todo lo que he aprendido. Con cada movimiento, me siento más fuerte, más capaz. Pero el enemigo es feroz, y la lucha no es sencilla.
En medio del caos, busco a Luca. Lo encuentro cerca, enfrentándose a Ezequiel, y mi corazón se acelera al ver la intensidad de su lucha.
—¡Clara, atrás! —grita, y me doy cuenta de que el peligro se cierne sobre mí.
Justo cuando me giro para esquivar, un cazador se acerca, y con un movimiento rápido, logro desarmarlo. La adrenalina inunda mi cuerpo, y mi confianza crece. Estoy luchando por algo más que mi vida; estoy luchando por la manada y por Luca.
La batalla se vuelve frenética, y puedo sentir la determinación en cada uno de nosotros. Ezequiel está rodeado, y sé que este es nuestro momento. Con un grito de guerra, la manada se lanza hacia él. La lucha final está aquí, y no hay vuelta atrás.
La adrenalina me empuja hacia adelante mientras corremos hacia el centro del claro, donde la lucha es más intensa. La imagen de Luca, luchando con todas sus fuerzas, me motiva a seguir adelante.
A medida que la batalla se intensifica, cada uno de nosotros lucha no solo por nuestras vidas, sino por el futuro de la manada. Las tensiones que han crecido entre nosotros se desvanecen en el calor del combate, y siento cómo la unidad se fortalece en medio del caos.
Con cada movimiento, cada golpe, me doy cuenta de que estoy cumpliendo con mi destino. Soy una guardiana. La lucha que parece interminable finalmente encuentra un punto culminante cuando Ezequiel es empujado hacia atrás.
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Editado: 14.11.2024