Protegiendo al Alfa

Capítulo 19 - La batalla

Clara

El aire está cargado de tensión, y el eco de los gritos de batalla resuena en el claro. La manada se encuentra en el centro de la lucha, rodeada de caos y sombras, mientras Ezequiel avanza hacia nosotros con la confianza de un depredador que sabe que tiene la ventaja. La determinación arde en mi pecho; hoy es el día en que se decidirá nuestro destino.

—¿Así que han decidido enfrentarse, manada de perdedores? —su voz es fría, con un tono despectivo que corta a través del estruendo del combate.

Un grupo de cazadores se coloca detrás de él, formando una barrera, sus miradas llenas de avidez. La rabia hierve dentro de mí, y aprieto los puños, recordando cada momento de entrenamiento y cada lección que Luca me ha impartido.

—No dejaremos que te lleves lo que es nuestro, Ezequiel —responde Luca, avanzando hacia él con la fuerza de un líder nato.

Con un grito de guerra, la manada se lanza hacia adelante, y yo sigo a Luca, sintiendo que cada parte de mi ser arde con energía. El sonido de nuestras pisadas resuena mientras nos acercamos al enemigo, listos para luchar por nuestras vidas y nuestras familias.

Ezequiel se ríe, una risa fría y desafiante que se corta con el sonido de las armas chocando. El caos se desata a nuestro alrededor. Los cazadores se lanzan hacia nosotros, y la manada se dispersa, algunos enfrentándose a los hombres de Ezequiel mientras otros intentan mantener el orden.

Me encuentro cara a cara con un cazador que me lanza un golpe. Lo esquivo con un movimiento ágil, recordando las lecciones de Luca. Con un giro rápido, contraataco, un golpe preciso que lo deja aturdido.

—¡Clara, por aquí! —me grita Andrés, señalando un grupo de cazadores que intenta rodear a Isabela.

Sigo a Andrés, y juntos nos lanzamos al rescate. Isabela está en medio de un combate feroz, y con un movimiento sincronizado, atacamos a los cazadores. Cada golpe se siente como un paso hacia la victoria.

Mientras la batalla se intensifica, escucho el grito de Ezequiel que corta por encima del caos.

—¡Son un grupo de insensatos! —su voz resuena con desprecio—. No comprenden que no hay forma de que puedan detenerme. ¡Este bosque y todo lo que contiene es mío!

Su arrogancia enciende mi rabia. ¿Cómo puede pensar que tiene derecho a todo esto?

—No tienes poder aquí, Ezequiel —grito, empujando a un cazador a un lado. La lucha se siente cada vez más intensa, y la adrenalina corre por mis venas.

—¡Tu linaje te ha condenado, Clara! —grita Ezequiel—. Tu familia está destinada a caer, como siempre lo ha estado.

Sus palabras me golpean como una ráfaga de viento helado. Hay algo en su mirada, una oscuridad que se remueve en mi interior. Pero no puedo dejar que me distraiga. El tiempo de confrontar el pasado será después; ahora debo luchar por el presente.

Siento el movimiento del aire a mi alrededor y me vuelvo para enfrentar a otro cazador, lanzándome hacia él con un salto. Lo derribo, pero cuando me levanto, veo que Ezequiel ha entrado en la lucha, enfrentándose a Luca. La intensidad de su combate es palpable; el brillo de las garras y los colmillos se reflejan en la luz del día mientras chocan con ferocidad.

—¡Luca! —grito, corriendo hacia ellos.

Ezequiel parece más fuerte de lo que recordaba, sus movimientos rápidos y letales. Puedo ver a Luca luchando, sus ojos fijos en el enemigo, pero sé que necesita ayuda.

Mientras me acerco, la escena se torna más caótica. Veo a Ezequiel cargar su energía, preparándose para un ataque devastador. Sin pensarlo, me lanzo hacia adelante, utilizando todo lo que he aprendido.

—¡Luca, ahora! —grito, y en el instante en que Ezequiel está distraído, ambos atacamos.

Mi puño conecta con su costado, mientras Luca lanza un golpe directo en su mandíbula. Ezequiel tambalea, sorprendido por la combinación de nuestro ataque. Es nuestra oportunidad.

—¡No retrocedas! —grita Luca, y juntos continuamos el asalto, uniendo nuestras fuerzas en un poderoso frente.

Mientras luchamos, Ezequiel lanza un grito de furia, y de repente, la batalla se detiene por un momento. Su mirada se centra en mí, y una chispa de reconocimiento brilla en sus ojos.

—Tú… eres más fuerte de lo que pensaba, Clara. Pero tu legado es una maldición. ¡Nunca escaparás de ello!

Las palabras de Ezequiel son una daga que se clava en mi corazón, pero no puedo dejar que me detenga. En cambio, me concentro en la energía que fluye a través de mí. Recuerdos de mi familia, de mi pasado, de todo lo que he aprendido y de lo que he perdido, me empoderan.

La lucha retoma su furia, y mientras Ezequiel lanza un golpe a Luca, lo detengo con un movimiento rápido, empujándolo hacia atrás. La fuerza de su ataque crea una onda que sacude el terreno a nuestro alrededor.

—¡No te dejaré ganar! —grito, canalizando la energía que he acumulado. Con un giro, lanzo un ataque con todo mi ser, un golpe certero que logra impactar en su costado.

Ezequiel tambalea, pero su determinación no flaquea. Se levanta, más feroz que nunca, pero hay algo en su mirada que cambia. Una sombra de duda.

La manada se agrupa, tomando el impulso que hemos creado. Andrés, Isabela, y los demás luchan con renovada fuerza, mientras yo me uno a Luca en el frente. Cada golpe que lanzamos se siente como una reclamación de nuestro hogar, un acto de resistencia.

—¡Este es nuestro bosque! —grita Luca, mientras lanzamos otro ataque coordinado contra Ezequiel. La manada avanza con nosotros, unida como nunca.

La lucha se intensifica, y mientras Ezequiel intenta replegarse, me doy cuenta de que hemos tomado la delantera. Con cada movimiento, cada grito, estamos reclamando nuestro lugar en este mundo.

Finalmente, Ezequiel cae al suelo, exhausto. La manada lo rodea, y la victoria se siente tan dulce como el aire fresco que nos rodea. Pero en lugar de celebrar, lo miramos, expectantes.

—¿Qué has hecho? —dice Ezequiel, su voz llena de incredulidad—. Nunca debiste haber venido aquí.




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