El amanecer tiñe el horizonte con tonos dorados y rosados, anunciando un nuevo día. Estoy sentada en la cima de una colina, observando cómo el mundo despierta poco a poco. El viento juega con mi cabello y, por primera vez en mucho tiempo, siento paz. Aquí, bajo el cielo despejado, pienso en todo lo que hemos vivido, en cada batalla ganada y en cada pérdida que cargamos con nosotros.
Mi viaje comenzó de manera inesperada. Nunca imaginé que descubriría mi herencia sobrenatural, ni que me convertiría en una guardiana. Al principio, me sentía perdida, tratando de encajar en un mundo al que no sabía si pertenecía. Pero con cada paso, cada error y cada triunfo, fui encontrando mi lugar, mi propósito.
Ser guardiana no se trata solo de proteger a los demás; es una responsabilidad más profunda. He aprendido que proteger a la manada no es solo enfrentar enemigos externos, sino también cuidar los lazos que nos unen, mantener la esperanza viva incluso en los momentos más oscuros y nunca dejar que el miedo nos gobierne.
—Has crecido tanto, Clara —me digo en voz baja, con una sonrisa melancólica—. Y esto es solo el comienzo.
La historia de la manada no comenzó conmigo, y tampoco terminará aquí. Ahora entiendo que formo parte de un legado más grande, un ciclo eterno de vida, aprendizaje y renovación. Las historias de quienes vinieron antes de mí me enseñaron que el pasado nunca está realmente detrás de nosotros, sino que vive en cada elección que hacemos y en cada paso que damos hacia el futuro.
Mis antepasados enfrentaron sus propios desafíos, y ahora es mi turno de escribir una nueva historia para la manada. No se trata de borrar lo que fue, sino de construir algo nuevo sobre esas bases.
De pie en la cima de la colina, siento que el viento me empuja suavemente hacia adelante, como si el universo me susurrara que lo mejor aún está por venir. Mi historia no termina aquí; apenas comienza. La vida siempre nos presentará nuevas pruebas y desafíos, pero ahora sé que tengo la fuerza para enfrentarlos.
Luca se acerca por detrás y me rodea con sus brazos. Me recuesto contra él, sintiendo su calidez y su apoyo incondicional.
—¿En qué piensas? —me pregunta en voz baja.
—En todo lo que hemos vivido… y en todo lo que nos queda por vivir.
Él me besa suavemente en la frente, como una promesa silenciosa de que estará conmigo en cada paso del camino.
—Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos —me susurra, y esas palabras me dan la certeza de que no estoy sola.
De vuelta en la aldea, la manada nos espera. Cada rostro que veo me recuerda que el legado no es solo mío; es nuestro. Somos parte de algo más grande, un hilo tejido a través del tiempo que nos conecta a todos.
Miro a Luca y sonrío. Sé que habrá desafíos, pero también habrá momentos de alegría, de descubrimiento y de amor.
—Vamos —le digo, tomando su mano con firmeza—. Tenemos un futuro que construir.
El sol sigue subiendo en el cielo, y con él, nuestras esperanzas. No sé qué aventuras nos esperan, pero estoy lista para enfrentarlas.
Este es mi legado: una historia de coraje, amor y pertenencia. Y aunque esta etapa llegue a su fin, siempre habrá nuevas páginas por escribir. El futuro nos pertenece, y pienso aprovechar cada segundo.
Con el viento a mi espalda y la manada a mi lado, sé que este es solo el principio de algo aún más grande.
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Editado: 14.11.2024