Proyecto Skywing - Relatos de la Revolución I

Fiereza Férrea

¿Cómo comienzo esta historia? No es fácil hablar de mí si no has escuchado la historia de mis padres. Hace quince años, antes de que naciera, en la Zona centro y norte de Franmania, se escuchaba entre la gente la “leyenda” de Lidia “Balanegra”.
¡Bang!
-¡Todo mundo tírese al suelo! –Entraba disparando al aire, obligando a todo mundo en el banco a tirarse.- ¡Tú, cuatro-ojos! ¡Abre la bóveda!
Sus compañeros sometían a la gente, algunos suplicaban otros se dejaban someter sin más, aunque había uno que otro noqueado por poner resistencia.
-Estoy segura que no quieres que te dispare...
-¡Déjeme concentrarme! –gritó el hombre.- Necesito concentrarme para la combinación
Mi madre disparó al cielo otra vez con su Thompson
-¡Ya voy! –logró abrir la bóveda al mismo tiempo que otros hombres entraban en esta y se llevaban en bolsas lingotes y dinero de los clientes de la alta esfera social.- No se saldrán con la suya, he activado la alarma para la policía en cuanto abrí la bóveda
Cualquiera que hubiese escuchado eso, le metería una bala en la cabeza así sin más, pero mi madre era diferente.
-Que bueno, ¡Muchachos, vámonos! –luego se giró al banquero y le asestó un golpe en la nariz, rompiéndosela.- Si fuera otra persona en lugar de yo, habrías muerto, créeme
¡Bang!
Un guardia que no había presenciado el operativo de mi madre en ese entonces abrió fuego contra los delincuentes, mató a uno y mi madre disparó hacia su posición, forzándolo a esconderse tras una columna. Mientras el oficial cargaba su arma, mi madre con cierto sigilo, se fue acercando, de modo que cuando el guardia salió para abrir fuego nuevamente, recibió una ráfaga de balas sobre su brazo izquierdo. Al caer, se abrió su traje y una fotografía en la que se apreciaba él junto a su esposa y sus bebés, dio al suelo.
-Estoy segurísima que quieres volver a casa con ellos, ¿no es así? –pero el guardia trataba de alcanzar su arma.- No lo haga por favor.- el guardia cogió su arma, la levantó y la ametralladora despedazó su dedo índice.- Al menos volverás con tu familia
Salió del banco, las alarmas sonaron por toda la calle, las patrullas se comenzaron a aparecer.
-¿Tienes el dinero?
-Si, mi señora, ¿al escondite?
-Al escondite
Mientras el automóvil arrancaba, ella rompió el cristal trasero e hizo rugir a su querida Thompson al mismo tiempo que los policías se asomaban por las ventanillas de estas, disparando.
Mi madre era un dolor de cabeza para los altos estratos sociales, asaltaba a los bancos de máxima seguridad con tal de quedarse con el dinero de los políticos de ese entonces, es más: ¡Hasta le robó la cuenta entera al primer ministro de Franmania! Era una mujer intocable. Al cabo de un tiempo comenzó a adquirir propiedades, sobornaba a la policía con tal de que le dejasen seguir robando.
Cinco años más tarde, mi madre entraría en negociaciones con los lores del crimen como Romero DiLeone, Margareth “Tintaroja” Zarazúa y Zerros. Desconozco que se vio en esas conversaciones, pero mi madre terminó haciendo alianza con Romero DiLeone. Esta alianza le hizo ganarse la capital de toda Franmania, se ganó el capitolio del engrane gigante, distintivo del país, se hizo dueña de los barcos aéreos de comercio y se ganó por su puesto, el poder total del país. A diferencia de mi padre, Romero diLeone, quien amaba someter a la gente por medio del miedo, mi madre lo hizo por su leyenda, parte de lo robado iba a restaurantes para que “regalaran” a los pobres comida, esto provocó diversos conflictos con el Señor del Crimen.
Esa mujer era de tal carácter, que a pesar de ser dueña de todo lo que muchos criminales soñaron, seguía asaltando bancos, lo hacía con tal pasión que el sólo verla provocaba respeto incluso en la misma jefatura policiaca. Incluso Romero DiLeone se cansó que ella estuviese a la par con sus secuaces que inclusive ellos dos hacían asaltos exclusivos con el motivo de divertirse, al principio no era nada, pero luego surgió el amor, producto de ser tan violentos en su modo de asaltar que un día simplemente sucedió.
Tiempo después, Romero DiLeone se casa con Lidia “Balanegra”, así empezaron a aparecer los titilares de los periódicos y las radios holográficas. Meses después nacería Yo: Romeo DiLeone. Algo curioso que tengo que decir de esto es que mi madre, una mujer tan violenta, en cierta forma piadosa y autoritaria, fue todo un contraste conmigo, se mostraba alegre, tranquila y suave. Hasta su gente se asombraba con ese detalle.
Mi madre nunca dejó de ser Señora del Crimen, pero dejó de darle importancia para dedicarse al 100% de mí. Mi padre era el problema, yo apenas era parte de la familia para él, nunca me sostuvo en brazos ni me dirigía la palabra, nunca supe si era porque mi piel era oscura como la de mi madre o por lo tan amoroso que era con todos, a todos les daba abrazos, a los guardias, a los sicarios, a los secuaces de mis padres, todo era amor para mí, mi madre me seguía el juego y abrazábamos a todos, era divertido.
Me encantaba dibujar, mi cuarto tenía vista a la ciudad, se veían los edificios altos, la Torre Eiffel, la iglesia y por supuesto, el capitolio del engrane gigante, cada hora que pasaba, el engrane se movía y resonaba por toda la ciudad como si fuese el sustituto de las campanas de la iglesia.
-Mira mamá –le enseñaba mis dibujos a mi madre, ella los vitoreaba y decía que dibujase más, pero que no dibujara a los hombres de los bastones raros, obviamente se trataba de los demás sicarios-.
Sin embargo con mi padre, le hacía un dibujo y decía
-No molestes, estoy ocupado. Hijo, no tengo tiempo, luego lo veo. Ah, que bueno, me tengo que ir. Romeo, me importan un carajo tus malditos dibujitos.
Siempre me lastimaba, pero buscaba a mamá para que me consintiera.
-Un día irás a la escuela y serás mucho mejor que papá y mamá, tendrás un mejor futuro
Es cuando somos niños cuando todo es tan dulce, tan hermoso, pero la niñez es un cristal. Un día mientras mi madre subía a su carro para ir de compras, corría por toda la casa, le había hecho un nuevo dibujo, de ella sonriendo y yo en un barco volador como los que sobrevuelan el aeropuerto de la zona noreste de la capital.
-¡Mamá! –al fin la había encontrado.- ¡te hice un nuevo dibujo!
-A ver
Bajaba el cristal del auto, disponiéndose a sacar la cabeza para ver mi dibujo
¡¡RAF!!
El auto se envolvió en colores naranja y rojo, rodé por el suelo y mi dibujo se empezó a quemar. El auto de mi madre había explotado, le habían matado. Empecé a gritar, suplicándole al fuego que devolviese mi madre, pero no pasaba nada, mi madre estaba ahí, al segundo siguiente, desapareció, después del atentado, no recuperaron ni la joyería que llevaba, todo desapareció.
Pasa el tiempo, tuve doce años y empecé a asistir a la escuela, no era el mejor, apenas pasaba las materias, mi padre era descuidado conmigo y por si fuera poco, entré al mundo criminal a temprana edad, mi padre me usaba de mula para traficar drogas para el conserje de la primaria. Me distraía de vez en cuando estudiando la vida de los lores del crimen como lo fue mi madre, de tal modo que en una ocasión descubrí que un integrante de Zerros tenía cierta rivalidad con mi madre y que había rumores de que él pudo haberla matado en ese atentado. Incluso descubrí que algunos de su séquito vagaban por la zona de mi institución, buscando adeptos.
En una ocasión me armé de valor, distraje al guardaespaldas que me protegía y me dirigí con el líder del grupo.
-¿Usted no es Bartolo Carmesi?
-¿Quién pregunta?
-Digamos que un fan suyo, supe de algunos de sus trabajos en Franmania y en el norte de Atalia
Los demás hombres que le seguían me miraban con atención, ¿Cómo era posible que un niño tuviese acceso a esa clase de información?
-Oye niño, no tengo idea de quién eres, pero creo que me confundes
-Usted es inconfundible, usted tiene el tatuaje de la mantícora en el cuello, de hecho tiene la cicatriz en forma de ese del intento de asesinato que le trataron de hacer en Hispania hace siete años
El hombre se mostró interesado
-Veo que sabes demasiado de mí, ¿estás consiente de que si la gente me reconoce, no termina bien?
Asentí, tenía una corazonada y tenía que corroborarla.
-Si, sólo quiero un autógrafo
El hombre dudó, dijo algo a sus secuaces y se volvió hacia mí. Acto seguido recibí un puñetazo, empecé a llorar.
-Eso te pasa por tonto, me recuerdas a Lidia “Balanegra”, supongo que la conoces, su error fue confiar en que Zerros le iba a respetar el pacto de no agresión entre familias, hasta ella recibió un puñetazo de mí en una ocasión “Zerros te envía saludos” le dije y ella puso su mirada de “Ahhh ¿Por qué me pegas?”. Niño tonto. Vámonos, creo que hay niñatos que saben quiénes somos.
Mi guardaespaldas llegó hasta mi posición y me levantó, seguí mi vida, no cabía duda de que ese hombre tenía que ver con la muerte de mi madre, quería algo, sentía odio, pero no sabía cómo expresarlo, a pesar de que tenía una horrible herida en mi labio, a mi padre ni le importó. Pasó el tiempo, me paseaba por los pasillos rojos de la residencia, pensaba, fue entonces cuando me acordé porqué se apodaba “Balanegra” tenía unas pistolas de aleación de dos metales muy bellos y fuertes que disparaba balas oscuras, cada vez que abría fuego alguna de ellas, acertaba, esas pistolas las usaba en múltiples ocasiones, de hecho las usó durante un tiroteo en el que la única persona superviviente fue ella.
¡Clinc!
Llegué a la habitación de mi padre a mitad de la noche, busqué la caja fuerte, en una ocasión encontré las pistolas ahí. Puse la combinación “Romeo” y esta se abrió, dentro había documentos, una copia de Romeo y Julieta (de ahí porque me llamo así) y las hermosas pistolas, las tomé, me reflejaba en ellas, por alguna razón sentí el deseo de apuntarle en la cabeza a mi padre, era la persona quien más daños me ha hecho y creo que era hora de pasarle factura, le apunté mas nunca disparé, tenía ese deseo, puse todo como estaba, cerré la caja y me llevé las armas a mi dormitorio.
El mes que seguí lo dediqué de lleno a estudiar las armas y a utilizar un instrumento que usaba en mis ratos libres cuando el profe de matemáticas se aparecía: un mecanismo de rieles que hacía girar una barra de chocolate que salía de mi muñeca y se escondía de nuevo bajo la manga de mi uniforme escolar. Ese sistema lo inventé yo en una ocasión, que pena que mamá nunca lo vio. Hice mejoras, recortaba algunas partes, agregaba, quitaba o lustraba cada pieza con tal de que las pistolas de mi madre se escondieran bajo las mangas de mi traje cuando estuviera en la escuela y cuando saliera me las viera con ese hombre.
-Y en otras noticias María Estrella Lozada, sigue extraviada desde la semana pasada tras desaparecer en un centro comercial de Madrid-Hispania, se cree que la búsqueda se expande al resto del continente –decía la radio holográfica mientras proyectaba la imagen de una joven hermosa, española.- sus padres exigen que se les dé información de cualquier índole...
Últimamente han estado desapareciendo personas, sobre todo mujeres, nunca me expliqué por qué, pero tenía una idea vaga de quienes podrían estar detrás de eso, irónicamente el tráfico humano nunca fue negocio para mi madre ni mi padre, valoraban la vida de los demás, pero los demás clanes criminales... eran miseria en su estado más puro.
-Después de mi mucho tiempo lo he conseguido.-Puse a prueba el mecanismo de rieles, las pistolas giraban como matracas y las tomaba en el aire, sobre mis pulgares, casi como lo hacía mi madre.- Estoy listo
Todo era normal, fui a la escuela, hice mi tarea, pero me fui al hotel “Le Monde”, decían que ahí vivía Bartolo Carmesí.
Cruce la calle con mi bici, descendí, entré al hotel, y casi como una señal, Bartolo y algunos de sus amigos bajaban las escaleras centrales mientras coqueteaban con una chca que no tenía pinta de estar feliz, luego me percataría de que se trataba de la chica de la radio, la tenían secuestrada, tenía marcas en sus brazos de que estuvo atada, probablemente a un poste. Uno de los hombres pasaba su mano sobre su cuello y jugaba con el tirante del vestido de la mujer, ella se contenía de llorar.
-No llores, sólo queremos ver si quieres asistir a la fiesta en el centro, te irá bien, vas a ser la estrella principal –luego se giró a mí que miraba desde el suelo.- Jefe, creo que es el niño de la otra vez.
Bartolo fumaba un puro a pesar de que las advertencias decían que estaba prohibido, me miró desconcertado y me habló sin antes echar humo por la boca.
-¿Qué quieres ahora? Te dejé un autógrafo la otra ocasión
-Disculpe señor –intervine.- es que se me olvidó decirle algo, dijo que conoció a Lidia “Balanegra”
-Así es, conocí a esa mujer hace mucho tiempo. Que murió en una explosión, que pena. ¿Qué tiene?
-¿Sabe si Zerros era quien quería matarla?
-Niño, todo mundo quería matarla, pero sí, de hecho yo fui quien sugirió que le pusieran una trampa, ¿Contento? ¿Quieres otro autógrafo?
-No, de hecho, Lidia “Balanegra” le envía saludos
Acto seguido, de mi uniforme brotaron ambas pistolas, las levanté y casi por instinto, empecé a disparar a diestra y siniestra. Uno de ellos trató de contestar el fuego, pero su ojo fue sustituido por una de las balas, otro rodó escaleras abajo luego de que se pecho reventara, uno más se agarró el cuello para evitar desangrarse, cayó escaleras abajo. Diez hombres en total maté ese día, sólo que Bartolo seguía vivo, sólo estaba herido. La joven estaba petrificada en la mitad de las esclareas. Me acerqué, sentí el impulso de volverle a disparar.
-Niño, espera –interrumpió el hombre.- si me vas a matar, antes dime: ¿Quién eres?
-Romeo DiLeone, hijo de Romero DiLeone y Lidia “Balanegra”
-Entonces perdona si yo fui quién dio la idea a mi gente de matarla, yo puse la idea, mas no que se hiciera, es cierto que tu madre y yo teníamos rivalidad, nos disputábamos las calles de esta ciudad, casi nos deja sin nuestro tajo, sólo que ella era muy necia, si ella quería algo lo tomaba. Niño, entiende, se metía en problemas porque era su oficio. Yo nunca le hubiera matado.
-Una idea es suficiente como para quitarle su madre a un niño –dije mientras apuntaba a su cabeza.- además te diré mi idea: He decidido liberarla
De inmediato, mi brazo derecho se tensó, jalé del gatillo y le borré su nariz de su rostro, pero como toda bala, esta fue de lleno al suelo al otro lado de su cuerpo, provocándole una muerte instantánea.
Me acerqué a la chica, la ayudé a bajar con cuidado, esquivando con sus tacones cada charco de sangre o cada cadáver tendido.
-A una cuadra de aquí hay un puesto policial, te garantizo que la policía te devolverá con tu familia en casa –luego le empujé ligeramente.- ¡Corre! ¡Vete!
La chica corrió, salió del hotel y desapareció tras irse calle abajo. A pesar de haber sido un tiroteo muy efectivo, dejé muchos testigos, todo mundo ahí presente estaba atónito de que un niño haya matado a un miembro muy importante de la mafia de Zerros. Me daba risa que los niños a mi edad gritarían cosas como “Mira mamá, sé andar en bici”, “Mira mamá, saqué un diploma”, “Mira mamá, me gané una copa”, sin embargo yo gritaría algo como “Mira mamá: Mi primer asesinato en masa”.
-Nadie vio nada, ¿Queda claro? –Dije a la gente que estaba en el vestíbulo
Salí, mi corazón palpitaba con mucha fuerza, había cometido el asesinato de 11 personas, contando al líder, claro. Regresé a mi bici, respiré, miré mi alrededor bajo ese cielo beige de los atardeceres de Franmania, a lo lejos vi como la chica que antes rescaté era subida a una patrulla mientras varios oficiales corrían al lugar de los hechos. Empecé a pedalear, apenas iba a girar la esquina de la calle que era dividida por el canal de Leronde cuando el característico sonido de una “matraca”, propio de las ametralladoras Thompson invadió el aire, sentí múltiples golpes en mi espalda y la salpicadura de mi hombro tras reventar, no sentía nada, perdí el control de mi transporte y caí al canal, mientras caía vi como el cielo beige, digno de un cuadro se tendía ante mi vista, veía parte del puente que me proponía cruzar para llegar a casa y varias gotas de sangre que salían de mi hombro. La mochila había protegido el resto de mi espalda.
¡SPLASH!
Quedé acostado en el agua, seguí viendo las nubes y los bordes del canal, también como si fuesen bordes de encaje de un mantel, los edificios altos que rodeaban la calle y el canal. El hombre que me disparó se asomó de pronto y volvió a disparar, quería terminar el trabajo.
El agua sonó cada vez que las balas daban con su superficie, no duró mucho, aquel sujeto sería acribillado por las balas de la policía.
-¡Un niño en el agua! –gritaba un oficial, luego de confirmar la muerte del tirador.- ¡Refuerzos! ¡Hay un niño en el agua!
La corriente me estaba llevando, me sentía una especie de barca en mitad de esa agua cristalina. Para mi fortuna los canales llevan agua potable a la ciudad, por lo que no me encontré desperdicios humanos o ratas... o inmundicia de cualquier tipo.
La corriente me llevaría a la zona sur de la ciudad, área en la que vivo, logré salir a duras penas de mi paseo, empecé a sentir ardor en mi hombro. Estaba cayendo la noche, salí apenas con visibilidad, caminé varias cuadras y llegué a mi residencia en la que me recibieron atónitos.
Una vez en casa, lo primero que hace mi padre es darme una bofetada.
-¡Te vas de la casa y no dices a dónde! –Cuando me empujó del hombro grité a todo pulmón y gruñí ante él.- ¿Cómo te hiciste eso? ¡Explícate ¿Cómo te hiciste eso?!
-¡Vengando a mamá, Poco-hombre! –le rugí.- ¡si realmente te importaba esa mujer, lo habrías hecho!
Un robot se me acercó y activó una especie de imán.
-¡Con cuidado! –Gritó uno de los guardias.- ¡lo vas a-!
No había terminado de decir la frase cuando el imán se activó sobre mi hombro, extrayendo violentamente la bala que tenía alojada, sentí como los nervios se activaban para luego sentir el vacío de ambiente penetrar en la herida. Gruñía tan fuerte que incluso los perros guardianes que teníamos, tenían miedo, en ese momento era todo menos el niño que mi madre concibió.
-Conque soy un poco-hombre ¿no? ¡Mírate! ¡Haz alertado a la policía, estás en las noticias! ¡Y encima la gente de Zerros anda prefuntando a las familias que dominan Franmania en dónde estás! ¡Van a ajusticiarte! ¡Si fueras un hombre lo sabrías, pero no, eres un niño!
Me dio otra bofetada. Entre que estaba enojado y sentía dolor, no pude más, activé el mecanismo de rieles de nuevo y una de las armas relució de mi traje apuntando a su cabeza.
¡Grrr.grrrr!
Los ahí presentes dudaron si atenderme o apuntarme, a fin de cuentas le estaba apuntando al capo de la mafia, el robot seguía suturando la herida como podía.
-Por favor –indicó el robot mientras con un instrumento sacaba un hilo y lo cosía como una máquina textil.- No se mueva mientras suturo su herida, podría empeorar, déjeme terminar mi trabajo
El robot seguía indicando mientras el ambiente estaba en silencio, estaban presenciando al niño sicario más aguerrido de todos, estaban ante un León bebé y no ante un niño malcriado. La pistola de plata funcionaba de lámpara luego que la Luna se posara sobre esta. Todos los ojos estaban sobre mí, mientras que yo los tenía sobre la frente de mi padre.
-Ya acabé –indicó el droide.- puede volver a realizar sus actividades cotidianas, evite hacer excesos a su brazo y pase una linda noche en familia, me voy
Lentamente bajé mi arma y caminé a mi habitación, estaba mojado y cansado. Una vez en mi cuarto me desvestí, me quité las pistolas y las puse sobre el lavamanos mientras me bañaba con agua caliente, de mi herida brotó un poco de sangre. Contemplaba cabizbajo como ese hilo rojo se disolvía en el suelo para luego dar al colador. Después escondería mis armas bajo mi colchón y me dormiría. Nunca me imaginé que esa sería mi iniciación como sicario.
A la edad de los quince años, dejé la secundaria y me dedicaría a ser sicario, al igual que mi madre, donde apuntaba, ahí daba, casi nunca fallaba, mis primeros asesinatos eran contra miembros de clanes rivales o gente de alto poder. Trataron de matarme en múltiples ocasiones pero fallaban, simplemente porque era mejor que ellos. Una vez trataron degollarme por la espalda, pero giré mi brazo hacia él, la pistola salió y...
¡Bang!
La bala atravezó su cráneo hasta alojarse en una cámara de seguridad que estaba detrás de él.
Los trabajos se hacían más difíciles además de mejor pagados. Sin embargo empecé a descuidar mi cabello hasta volverse tipo rastafari y largo, trataron de usarlo como punto débil en múltiples ocasiones, les costaba la vida.
-Tienes un trabajo –mi padre decía antes de enviarme a una nueva misión.- esta vez tendrás que infiltrarte en la fábrica del capitolio y matar a este hombre, no nos ha pagado desde tu nacimiento
Aproveché una hora temprana, logré colarme en el capitolio y subir a uno de los dientes de engrane. Fue una tortura, pasa una hora exacta para que el engrane girase y me introdujera en la fábrica, me subí a uno de los dientes a las 11 am, entré a la fábrica hasta las 11 pm, y eso aprovechando una abertura del mecanismo.
Los trabajadores estaban tan metidos salir que cuando tomé al tipo por sorpresa, nadie lo vio, lo metí en un cuarto y lo interrogué. Me suplicaba por su vida, no tenía nada, lo perdió todo en una apuesta, y con los intereses del préstamo de mi padre, todo empeoró. Ese hombre quería vivir, pero mi misión era quitarle esa oportunidad.
-Cierre los ojos –indiqué mientras apuntaba a su frente-.
-¡Se lo suplico joven! ¡Le pagaré en cuanto tenga la mínima oportunidad! ¡No lo haga! ¡No lo haga!
No supe que hacer, pero un trabajo es un trabajo.
-Lamento que hayamos tenido que llegar a este medio, pero ya tuvo suficientes oportunidades
-¡Conseguí empleo para pagarle! ¡Créame, le iba a pagar! ¡No lo haga! ¡Se lo suplico! ¡He cambiado! ¡De verdad! ¡Perdóneme! ¡Déjeme vivir! –sollozaba a diferencia de mis otros objetivos.- ¡No lo haga!
Le tapé los ojos mientras él ponía sus manos para suplicar.
¡Bang!
Cayó muerto, sin embargo, tenía los ojos muy abiertos y envueltos en esa cortina de lágrimas. Sentí remordimiento, tanto así que acomodé su cuerpo totalmente acostado y con los brazos sobre su pecho, al final le cerré los ojos y con un pañuelo sequé sus lágrimas.
Una vez en la calle, tenía todavía la imagen de su súplica, había hecho mal en matarlo. Ese hombre quería empezar de nuevo y yo se lo negué. Mi madre le hubiera perdonado la vida, estoy seguro. Dinero, dinero, dinero, eso quiere mi padre, dinero.
Estaba tan sumido en mis pensamientos que se me olvidó el peligro que corre uno al caminar en la oscuridad de las calles vacías de la capital. Un farol se apagó sobre mí, varios jóvenes se me aparecieron de la nada, no me detuve pero metí mis manos a la bolsa.
-Saca todo lo que tienes –se abalanzó uno sobre mi cuello mientras me amenazaba con un cuchillo.- si no te quieres morir te pido que-
No lo dejé terminar, en un acto de adrenalina desenfundé la pistola de mi brazo libre y le volé la cabeza, su cuerpo se recargó sobre el automóvil que tenía detrás y luego cayó bocabajo en el suelo, los demás se hicieron a un lado.
Ese asesinato sería mi último trabajo con mi padre, me fugué de la casa y viví por un tiempo en el centro, cerca de los barrios, como todavía era muy joven, me mezclé con los demás chicos y formaría mi primera pandilla, la pandilla más respetada de todos los barrios de Franmania: Los Gatos. Como bien es sabido, los jóvenes de barrio son famosos por el parkour, nos pasábamos la ley por la lengua y cometíamos delitos menores para traerle algo a los demás del grupo, nos robábamos algo de vez en cuando y en una que otra ocasión nos contratábamos para desvestirnos en despedidas de solteras, al final yo era quien ganaba más.
Hasta eso no nos metíamos con la gente pero sí con las demás bandas por incitar a los más jóvenes a meterse al mundo de las drogas, si hay algo más bajo que el sicariado, es inducir a un niño a esnifarse algo, digamos que era una clase de sicario con ética y honor.
Pensé que tenía mi vida hecha cuando compré mi primer traje de gala para salir a cometer mis delitos, pues si vas a cometer actos de la mafia y disparar una pistola de buen calibre, hazlo con Michael Boss, la mejor línea de trajes para todas las ocasiones. Irónicamente para completar mi atuendo, me compré un sombrero parecido al de los militares o los policías de Hispania, era tan bonito que terminó por volverse un fetiche entre las mujeres verme así mientras les daba el gusto de manosearme.
Un traje, mi sombrero, mis amigos, mi apartamento, lo tenía todo y hasta trabajaba por mi cuenta, todo era miel sobre hojuelas hasta que descubrimos en un centro comercial abandonado un santuario para gatos, cercano a la zona residencial de mi padre.
-Mira apenas comen –dijo una de mis amigas del barrio mientras acicalaba a un gato negro.- deben tener hambre
-Se ve que apenas tienen comida –dijo mi segundo al mando.- ¿Deberíamos hacer algo?
-Traer comida y leche supongo –sugerí.- mi padre vive por aquí podríamos pedirle un poco de leche y comida para gato, mi madre tenía uno antes de que yo naciera pero murió y su comida se quedó en la bodega, espero que no la hayan tirado.
Mi grupo caminó hacia la casa, me presenté ante los guardias y nos dejaron entrar.
-Tu padre era de la mafia dijiste ¿no?
-Si mi padre es lord de todo Franmania para ser precisos, pero prefiero no ahondar el tema, mi padre me odia
-¿Y eso?
-Nunca lo supe
Subimos la escalinata y luego nos adentramos en aquella entrada con múltiples columnas, antes de llegar a las escaleras que se dividían en dos para llegar a las demás habitaciones.
¡Ratatatata!
Una ametralladora empezó hacer ruido, matando a uno de mis amigos, obligué a todo mundo cubrirse detrás de las columnas, contestamos el fuego.
-¿Por qué nos disparan?
-¡No lo sé!
Algunos de mis amigos morían por algunos disparos de los hombres de mi padre mientras que ellos morían por los nuestros, las columnas nos hicieron ayuda para cubrirnos durante bastante tiempo, pero los demás hombres bajaron y continuaron el tiroteo a través de las columnas. Conseguí matar a siete, pero luego recibí un escopetazo y caí al suelo, cerca de mi amiga malherida, el hombre dela escopeta se me acercó con prisa y le disparé al pecho múltiples veces, pero fallaba, aún así conseguí darle y dio al suelo, sólo para ver que se trataba de mi papá. El tiroteo cesó.
-Hijo, de saber que eras tú no te hubiéramos disparado –dijo mientras se ponía de lado.- ¿Por qué viniste aquí?
-Sólo quería croquetas y leche
-Hijo, por tu culpa perdí a varios de mis mejores hombres
-Por tu culpa perdí a gran parte de mis amigos
Este sería un punto y aparte en mi vida, sólo sobrevivieron mi amiga y mi segundo al mando al tiroteo, a ellos les dejé mi pandilla y mi apartamento por si querían hacer algo más con ella. Yo volvía al sicariado, pero ya no para hacer trabajos de mi padre, sino con el almirante de Flota Michael Taylor de Brittania y el General Peña de Hispania, la guerra de Zerros estaba en su auge más que nunca y me mandaron a asesinar comandantes, generales y destruir bases enemigas durante un tiempo, sólo que en una ocasión me enviaron a proteger a un compañero del almirante y fue ahí donde la conocí.
-Nuestros hombres se posicionarán en el área sur mientras que tú Peña, te infiltrarás en la zona norte de Rumania mientras John y yo... –Decía el almirante-.
Aburrido me empecé a pasear por el hotel que daba vista a Londres a su lejanía, contemplaba la vista por una de las ventanas y fue ahí cuando la vi. Se trataba de una chica rubia en silla de ruedas, con su vestido azul, su cabellera ondulada, simplemente Crystal.
-Bonita vista –dije, ella volteó.- Nunca pensé que viajara tanto para ver que tan hermosa es la ciudad de Londres
-¿Te gusta?
-La verdad es que sí, vives por aquí
-Mi padre es el almirante Michael Taylor, es dueño de este hotel, vivimos aquí.
-Oh, ya veo
Ella sacó un librito, empezó a ojearlo.
-¿Te gustan las flores?
-Sí, ¿Algún problema?
-No, es que yo sé algo de botánica y reconocí varias de ellas en tu librito
-¿En serio? ¿Cuáles te gustan?
-Me gustan las que pertenecen al reino de...
Las flores, su gusto preferido. Con el paso del tiempo, empecé a aprovechar cada oportunidad que tenía que viajar a Brittania para verla, entonces comencé a seducirla, en secreto platicábamos de diversos temas y le hice compañía cada vez que quería viajar a los centros comerciales, siempre evitábamos ser vistos por los integrantes del ejército para que su padre no la viese conmigo, incluso nuestro lugar de citas fue el invernadero que había cerca del hotel. Crystal se volvería una especie de expiación hacia mi ser, dejaba de ser el violento sicario que todos conocían para ser el novio más amoroso y devoto hacia su chica que nunca se ha visto.
Sólo que un trabajo especial del General Peña consistió en rescatar a su hija adoptiva de aspecto de zorra (literal) y a su novio de un complejo militar de Zerros, sin embargo la misión no fue del todo exitosa, Maika, que era el nombre de la chica, perdió a su novio Manuel, le habían ejecutado, tan sólo la imagen de una chica junto al cuerpo de su novio... esa imagen se queda por días sino por años, Maika se hubiera quedado con él inclusive si los gusanos se empezaban a comer la piel de su amado.
-Romeo, aquella vez le fallé a mi hija, no quiero que tú y Crystal pasen por algo parecido, por el momento está desaparecida en algún punto de Europa, su lucha continúa, pero no está conmigo –me confesó una vez el General, después estalló en llanto.- ¡Qué estúpido fui al darle tal castigo a Manuel! ¡Por mi culpa no sólo él está perdido, sino también mi hija!
Incluso, el General Peña se convertiría en una figura paternal ya que se mostraba abierto a la filosofía y la ciencia, de hecho, él sabía lo de Crystal y yo. De hecho me mostré más afecto a sus misiones que a las del Almirante Taylor, este sicario ya había elegido bando.
-Tenemos trabajos para Zerros –mi padre me dijo en una ocasión en una junta en su despacho en casa.- el Gral. Peña y su gente se han quedado sin fondos por el momento, podríamos buscar en su lado
-Viejo, los hombres de Zerros están quitándole tierras a los campesinos, han esclavizado Ukrajina y han matado a gran parte de los habitantes de lo zona sureste de Rumania
-Todas las guerras son así, Romeo
-Puede que sí, pero las guerras se hacen con ejércitos de verdad, con hombres de verdad, esto es una carnicería, esto está quedando impune, no voy a trabajar para ellos.
-Mira, si no trabajas para ellos, recurriré al tráfico de información, puedo darle a Zerros todo lo que quiera saber de Peña y sus aliados
-Hey, por eso mismo el General Peña perdió a su hermano en Atalia
-Si haces trabajos para Zerros, puede que tu novia no salga herida de esta contienda
Me enfurecí lentamente.
-No voy a vender a esa gente, no los voy a traicionar
-Pues tendrás que aprender a hacerlo, ya me cansé de que estés de un lado para otro, por si no lo sabes, la mafia que construimos tu madre y yo está en declive, todo mundo quiere unirse a Zerros, ¿Por qué nosotros no?
-Porque nosotros no somos Zerros, ni tenemos porqué someter a la gente, además le juraste apoyo al General Peña
-Mira, si quieres dinero te encomendamos trabajos, si quieres amigos puedes hacerlos en las calles, pero la oportunidad que te doy es para que vivas para siempre con tu Crystal ¿no? Rechazas una buena oferta
-No voy a traicionar a nadie, ni a ti ni a ellos, además nadie está a la venta, ellos no tienen precio
-Vaya que tu madre si tenía un buen precio, puede que Crystal tenga descuento
Malinterprete su mensaje, me torné en rabia y le grité:
-¡Ni mamá, ni Crystal son ese tipo de mujer!
-Cuidado como me hablas Romeo que soy tu padre quieras o no
-¡Me importa un bledo, al final siempre has sido el cobarde de siempre, no hiciste nada por mamá ni por mí! ¡Crees que todo se compra! ¡Cómprate entonces una virilidad de verdad si crees que mamá tenía precio!
Mi padre entró en rabia, se levantó del asiento y quiso darme una bofetada, lo esquivé, desenfundé mi pistola por el mecanismo y le asesté un golpe en la mandíbula que lo hizo caer de nuevo a la silla, luego le apunté a la cabeza, al mismo tiempo que los demás hombres me apuntaban con toda clase de armas, la más cercana, una escopeta sobre mi sien.
-Si me matas ellos te matarán, tal cual como tu madre ¡¿Eso querías oír?!
-¡Pues adelante que me maten, que me envíen con mamá! ¡Prefiero estar con ella que contigo!
-Estás siendo muy egoísta al pensar por tu bienestar y no en el legado de esta familia
-¿Familia? ¡Mamá era familia! ¡Tú eres el maldito poco-hombre que ha hostigado toda mi vida! –le asesté un golpe en la frente.- ¡Te crees Lord del Crimen sólo por rodearte de dinero y hombres armados! ¡Yo soy el Lord del Crimen desde que salgo a la calle a matar a todo aquel que te estorba! ¡Inocente o no!
Le di otro golpe, el hombre que tenía cerca, me apuntó con más fuerza, empujé el cañón de la escopeta a otro lado.
-¡No sabes lo que haces idiota!
Disparé mi arma cerca de su oreja, lastimándole su oído.
-¡Maldito loco! ¡Eres mi hijo! ¡¿Crees que los hijos le apuntan a sus padres?!
-¡Tú no eres mi papá, ahora sales que te importo! ¡Nunca te gustaron mis dibujos, mis inventos! ¡Creo que ni siquiera mi tono de piel es de tu agrado!
-¡Soy racista ahora! ¡No jodas!
-¡Si te jodo! ¡Adelante que tus hombres me maten! ¡Qué me envíen con mamá!
Tanto fue el momento de tensión, que el robot médico de la casa, el que atendió mi herida de mi hombro, apareció.
-Parece que su padre ha sufrido un golpe ¿Quiere que le ayude a suturar?
Al cabo de un rato me cansé, le dejé de apuntar y desquité mi rabia con el hombre de la escopeta, dándole un golpe en el estómago y lanzándolo contra la pared
-Cuidado señor, jugar sucio puede ocasionar lesiones de importancia
Me quedé con la escopeta y salí a la calle, tal fue mi suerte que una patrulla me encontró con la escopeta cerca de la caseta de la entrada.
-¿Qué hace con esa arma? –dijo el oficial-.
-La estoy usando para cazar, la iba a poner en el auto
-¿Tiene permiso?
-No lo llevo conmigo, la voy a transportar nada más
-Necesita el permiso de las armas para su transporte –dijo el otro policía.- ¿Vive aquí?
-Si, vivo aquí
-Dígame su nombre
-Romeo Balanegra –mentí-.
-La residencia se llama DiLeone
-¿Saben qué? Ya me cansé –arrojé la escopeta contra la casa y rompí uno de los cristales junto con algo que ocasionó un gran estruendo.- ¡¿Ya están felices?!
Luego fui detenido y llevado a la comisaría, no por portar armas de fuego de forma ilegal, sino por daños a la propiedad privada. La policía me interrogó varios temas, sabían que pertenecía a la familia DiLeone, querían que delatara a mi padre, por un lado quise, pero por otro me negué, no pasaron tres horas de mi arresto cuando alguien pagó la multa y me sacó del lugar.
Regresé a casa, hice las “paces” con mi padre y me eché a dormir. Pasando los años seguí haciendo trabajos, de hecho, dejé mi look rastafari para volverlo totalmente lacio, más del gusto de mi novia. El General Peña recuperaría a su hija y se escondería por el momento en el poblado de San Felipe, todo parecía estar en orden, pero Zerros se volvía aún más agresivo y más totalitario al grado de que los asesinatos se empezaron a volver en masa, las desapariciones eran más frecuentes y por ende, mucho más impunes. En una ocasión tuve acceso a la fotografía en la que se apreciaba un hombre junto a sus hijos muertos de 10 y 12 años de edad, su mujer estaba más alejada, recargada junto a una columna, la habían observar como los asesinaban. ¿Qué pasaría si esa mujer fuese tu hermana, que los niños fueran tus hijos o el padre un tío? ¿Por qué la justicia era implacable con la gente normal y no con las mafias?
Eso tenía que cambiar, aprovechando el contacto con mi antigua banda, solicité hombres que supieran cargar un arma, alguien que ubicase a los implicados en el crimen y quien me cubriera las espaldas en el operativo.
Los perpetradores del crimen eran también miembros de Zerros que tenían todavía otros crímenes mucho peores a lo largo del país. Los encontramos en una fábrica abandonada al este de la zona centro. Entramos con cierto sigilo al lugar, aprovechamos cada espacio en el que pudiésemos identificar su número, las armas que tenían, así como los posibles cebos que podrían darnos problemas.
Yo sería el primero en disparar, matando a alguien por la espalda, luego mis compañeros me seguirían disparando sus pistolas y sus ametralladoras, cada hombre de Zerros iba cayendo uno por uno, no se esperaban ese ataque sorpresa de tal magnitud. Pateé a uno de ellos hasta tirarlo, mientras caía le volé el pecho a plomazos para que en cuanto tocara el suelo estuviese muerto.
-¡Nos atacan! –gritaba un hombre de Zerros que luego mataron con una ametralladora Thompson
Incluso yo cambié por un rato a una ametralladora que tomé del suelo ¿Cuántos eran, 30, 50, 60? Eran demasiados y aun así perdían su vida ante mi gente. Alguien disparó a mal lugar que provocó que un líquido inflamable se esparciera por suelo, este se quemaría y prendería el lugar con nosotros dentro.
-Es divertido a matar a los indefensos –dije.- ¡pero no es divertido cuando los indefensos son ustedes! ¡¿Verdad?!
Pasaba las pistolas por mis piernas, cargándolas con un nuevo cargador y seguí disparando, cambiando pistola por ametralladora y viceversa. Volamos un camión que había en el lugar, tomé a uno de ellos y le rompí el cuello, luego me echaría a correr, el fuego consumía la estructura. Salimos del edificio, posé la ametralladora sobre mi hombro, caminábamos mientras los demás encendían un cigarro y fumaban. Un vagabundo había presenciado todo, nos miraba con miedo. Saqué un fajo de billetes, ya ni vi la cantidad pero creo que le di mucho más de lo que pensaba.
-Por tu silencio –le dije y se fue sonriendo hasta perderse en la calle-.
El edificio colapsó...
-¿Estás demente? –mi padre perdió la cordura.- mataste un total de sesenta personas en ese edificio, abastecían al ejército principal de Zerros aquí en Franmania
-Se lo merecían
-Romeo, no lo entiendes, no me dejas más alternativa que enviarte con el General Peña, por tu culpa me van a matar y erradicarán mi clan, lo único que puedo hacer por ti es sacarte del país, únete a Peña. Lo lograste, me mataste, eso querías, ahora afronta la consecuencias
Estaba por irme cuando...
-Romeo, yo si te quería, pero nunca supe demostrártelo, de hecho amaba a tu madre como a nadie, lamento muchísimo todo esto. Te voy a dar la oportunidad mínimo de vivir otra vida sin necesidad de la mafia
Nos reunimos en su oficina en el restaurante de un hotel de su propiedad, ahí dormimos y vivimos por un rato en lo que llegaban mis rescatistas. Pasaron las horas y ansiaba mi ida, luego fue más fuerte el sentimiento luego de enterarme que tomaron nuestra residencia matando a los guardias ahí para quedársela. Sin embargo casi para las últimas horas de la noche, aprovechando la reunión de familias, fui a tomar un trago en la barra cuando reconocí a esa chica-zorra, Maika, estaba acompañada de un chico rubio, parecía idiota, luego se le ocurrió sacar una ametralladora y desenfundé mis pistolas al igual que todos los ahí presentes. Luego mi padre llegaría a rescatarlos y llevarlos a su oficina. Hablaron un rato hasta que me empezaron a presentar.
-¿Por qué no me presentas tú? –dije.-
-Porque vale más que hables tú que yo, además soy tu papá y no me debes cuestionar
-Porque el viejo lo pidió. Mi nombre es Romeo DiLeone, soy mecánico armamentista y sicario, pueden tomar mis servicios cuando ustedes lo deseen...




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