Prueba Mortal

Prólogo

El amanecer apenas había teñido el cielo de un gris enfermizo cuando mis botas tocaron el pavimento agrietado que llevaba al Centro Zenith. Un monstruo de acero y concreto que se alzaba como una sombra entre las ruinas de lo que alguna vez fue una ciudad próspera. Las enormes puertas metálicas se encontraban cerradas, imponentes y frías, custodiando los secretos más oscuros de nuestra sociedad.

Mi cuerpo dolía. Cada músculo, cada articulación, cada centímetro de piel ardía con un eco lejano de la prueba de ayer. Pero ese era el precio de pertenecer a Resiliencia. Aquí no había espacio para la debilidad.

Mientras avanzaba, vi una figura apoyada contra uno de los pilares de entrada. Su silueta era inconfundible: Lyraa. La luz tenue del amanecer iluminaba su cabello oscuro, que caía en suaves ondas hasta sus hombros. Sus ojos, de un gris casi plateado, estudiaban cada movimiento a su alrededor con una precisión quirúrgica. Incluso su postura era meticulosamente calculada, como si cada movimiento estuviera planeado con antelación.

—Kyden —musitó, su voz era suave, pero había algo en ella que siempre lograba atravesar mi muralla de indiferencia.

Me detuve a unos pasos de ella, intentando no parecer tan exhausto como realmente me sentía.

—¿Cómo estás? —inquirió con genuino interés, inclinando ligeramente la cabeza.

—Cansado —contesté con voz áspera, evitando sus ojos por un momento.

Lyraa entrecerró los suyos, analizándome como si pudiera leer las heridas bajo mi piel.

—¿Qué tan cansado? —insistió, con esa calma que me desconcertaba.

—Un 7.5 en la escala del dolor —respondí con un encogimiento de hombros, intentando restarle importancia.

No podía decir más. Las reglas eran claras: ningún miembro de una facción podía hablar abiertamente sobre sus pruebas con alguien de otra. Aunque quisiera, aunque confiara en ella más que en cualquier otra persona aquí, no podía romper esa regla.

Lyraa asintió lentamente, como si entendiera más de lo que yo había dicho. Su mirada se suavizó por un breve instante antes de que el sonido de las campanas retumbara en el aire.

Las puertas del Centro Zenith comenzaron a abrirse con un chirrido ensordecedor. Una luz blanca, casi cegadora, escapó por la abertura, tragándose cualquier sombra a su paso.

—Nos vemos adentro —murmuró Lyraa, lanzándome una última mirada antes de caminar hacia su fila.

Asentí en silencio, observando su figura desaparecer entre los demás miembros de la facción Inteligencia. Eran fáciles de distinguir: sus uniformes grises impecables y sus movimientos meticulosamente coordinados los delataban.

Yo me dirigí a mi propio grupo. Los miembros de Resiliencia eran una imagen diferente: uniformes oscuros, desgastados por el uso constante, y miradas endurecidas por el sufrimiento. Uno a uno, fuimos escaneando los chips en nuestras muñecas al pasar por los arcos de seguridad.

—¡Kyden! —Una voz familiar me sacó de mis pensamientos. Era Jolean, mi mejor amigo en esta pesadilla.

—Jolean —respondí, esbozando una leve sonrisa mientras nos adentrábamos juntos en los pasillos fríos y estériles del centro.

—¿Ya viste el horario de hoy? —preguntó, levantando una ceja.

Negué con la cabeza, aunque una parte de mí ya sabía que lo que vendría no sería nada bueno.

Al llegar a las pantallas holográficas de asignación, los nombres y las pruebas del día parpadeaban en una lista interminable. Mi nombre apareció junto a la palabra "FUEGO".

—Otra vez fuego —gruñó Jolean, pasándose una mano por el cabello desordenado—. Odio estas pruebas. La última vez me tomó semanas quitarme las ampollas.

—No hay ninguna prueba que odie más o menos que otras —respondí con voz plana—. Todas son peores que la última vez.

Jolean soltó una risa seca.

—Esa es la filosofía Resiliencia hablando. A veces me pregunto si realmente queremos sobrevivir o solo estamos prolongando lo inevitable.

No respondí. No había nada que decir. Ambos sabíamos la verdad: en Resiliencia, el sufrimiento era nuestra única certeza.

Caminamos juntos hacia las salas de entrenamiento, cada paso acercándonos un poco más al infierno que nos esperaba. Pero al menos, por ahora, no estábamos solos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.