---Xanthor Akz---
—El tiempo se agota, Xanthor —la voz grave y afilada del hombre resonó a través del holograma, parpadeando con un leve destello azulado sobre el escritorio presidencial. Su silueta era difusa, oculta tras un velo de codificación digital, pero la dureza en su tono dejaba claro que no estaba de humor para excusas—. ¿Cómo va el Proyecto Zenném?
Xanthor Akz, con las manos entrelazadas sobre su escritorio, soltó un suspiro imperceptible. Su expresión era una máscara impenetrable, pero en el fondo de sus ojos oscuros se escondía una sombra de frustración.
—Falta la aceptación de Asterra —informó, con un tono calculado—. Todas las demarcaciones han alineado sus intereses con nosotros, pero ellos... ellos exigen ver a Kyden en la Prueba Mortal antes de tomar una decisión.
El hombre del holograma soltó un bufido de exasperación. La imagen fluctuó momentáneamente, como si el propio sistema reflejara su impaciencia.
—¡Malditos cobardes! —gruñó—. No podemos esperar a que jueguen a los espectadores. ¿Qué necesitan ver? ¿Cómo lo despedazan en la arena? No podemos darnos ese lujo. Necesitamos cerrar este pacto antes de que la Prueba comience.
Xanthor apretó la mandíbula y se recargó en su asiento de cuero negro, sus dedos tamborileando suavemente contra el escritorio.
—Son meticulosos. No darán su palabra sin pruebas concretas —dijo con un dejo de molestia—. Temen que Kyden sobreviva. Que el experimento salga de control.
El hombre en el holograma se inclinó levemente hacia adelante, como si pudiera atravesar la barrera digital y sujetar a Xanthor por el cuello.
—Entonces démosles pruebas —espetó—. Envíales los documentos de su sangre. Su ADN. Haz que vean lo que es. Dales lo suficiente para que comprendan que Kyden Halegrave es la clave de todo. Y que su muerte es la chispa que necesitamos para la guerra.
Xanthor mantuvo su rostro inexpresivo, pero dentro de él una tensión se aferraba a su pecho como un puño invisible.
—¿Sabes lo que pides? —murmuró—. Esto podría adelantar su sospecha. Si descubren lo que realmente planeamos, podrían actuar antes de tiempo. Necesitamos que confíen en el acuerdo, no que se preparen para contrarrestarnos.
El hombre soltó una risa seca, vacía de humor.
—No subestimes a Asterra, Xanthor. Subestimar a los indecisos es el peor error. Dales lo que quieren y sellaremos su lealtad antes de que sea demasiado tarde.
Xanthor se quedó en silencio unos segundos, sintiendo el peso del momento. Finalmente, asintió lentamente, con una mirada gélida clavada en la figura distorsionada frente a él.
—Lo haré. Pero asegúrate de que cuando Kyden muera, nadie cuestione lo que viene después.
El hombre del holograma sonrió, una mueca torcida y desprovista de humanidad.
—Oh, Xanthor... En el momento en que su sangre toque la arena, el destino de Zenith estará sellado.
La transmisión se cortó con un leve chasquido eléctrico, dejando a Xanthor solo en su despacho. El silencio pesó sobre él como una sentencia.
Se puso de pie y caminó hacia la ventana que daba a la inmensa ciudad de Zenith. Allí abajo, luces parpadeaban como estrellas artificiales en un cielo invertido. Gente sin nombre, sin rostro, sin poder real. Todos esperando un destino que ya estaba decidido por ellos.
Xanthor suspiró. No había marcha atrás.
—Pronto, Kyden Halegrave —susurró—. Pronto todo esto acabará.
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Las luces de la ciudad titilaban en la distancia cuando llegué al edificio. La brisa nocturna era fría, cargada del aroma metálico característico de Zenith, una mezcla de tecnología y progreso forzado. Crucé el vestíbulo casi vacío, con apenas un par de guardias apostados en la entrada, y me dirigí al ascensor. Sus puertas se deslizaron con un suave zumbido y entré, apoyando la espalda contra la pared metálica mientras presionaba el botón de mi piso.
El ascensor ascendió sin sonido, salvo el leve pitido cuando alcanzó mi nivel. Caminé por el pasillo en penumbra hasta la puerta de mi apartamento y la abrí sin hacer ruido.
El lugar estaba en calma, pero entonces percibí un murmullo bajo, proveniente de la oficina de mi madre. Me detuve, frunciendo el ceño. La puerta estaba ligeramente entreabierta, y una luz azulada se filtraba por la rendija. Me acerqué sigilosamente, apenas lo suficiente para captar sus palabras.
—Todo está bajo control —aseguró mi madre con su tono firme y medido—. Kyden está bien, no hay nada de qué preocuparse.
No pude distinguir la voz del interlocutor, pero el tono grave y distorsionado indicaba que hablaba a través de un canal holográfico seguro. Fruncí los labios. Era habitual que mi madre tuviera reuniones a deshoras, pero que mencionara mi nombre despertó mi suspicacia. Sin embargo, no tenía ánimo para indagar. Lo que fuera, no me concernía… aún.
Me aparté de la puerta y caminé hacia la cocina. El silencio del apartamento solo era interrumpido por el suave zumbido de los paneles lumínicos que mantenían una iluminación tenue. Abrí el refrigerador y saqué una botella de metal. El agua fría bajó por mi garganta, refrescante y algo revitalizante. Apoyé una mano en el borde de la encimera y exhalé lentamente. La Prueba Mortal se acercaba. Todo lo demás era ruido.
Dejé la botella en su lugar y me dirigí a mi habitación. Al cruzar la puerta, encendí la pantalla holográfica de mi escritorio con un toque en el centro. El panel se activó con un resplandor ámbar y, tras un breve escaneo de identidad, proyectó una interfaz flotante frente a mí.
—Resumen detallado de Némora —ordené con voz neutra.
La voz artificial del sistema respondió de inmediato:
—Descripción general: Situada en un archipiélago cubierto de selvas y dominado por mares impredecibles, Némora es una demarcación que depende de su entorno natural. Sus habitantes han aprendido a convivir con la marea, los cambios climáticos extremos y las criaturas marinas mutantes. La adaptabilidad es la clave de su supervivencia.
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Editado: 25.03.2025