La ciudad dormía entre luces apagadas y bocinas mudas. Grand caminaba solo por las calles vacías del centro, bajo un cielo que no decidía si ser completamente oscuro o quedarse a medias, como si tuviera miedo de mostrar su verdadero rostro.
—¿Por qué no puede ser más oscura esta noche? —dijo en voz alta, aunque nadie le oyera
No era raro en él hablar así, como si alguien estuviera escuchándolo. De hecho, sentía que sí lo hacían. Alguien dentro de su mente le hablaba, le cuestionaba, le daba vueltas al pensamiento hasta que todo se volviera confusión. A esa voz la llamaba Psicoman.
—¿Quién eres y por qué hablas de mí como si me conocieras?
Silencio...
Nadie contestó, como siempre. Ni siquiera el viento parecía querer acompañarlo esa noche
Grand siguió caminando, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido. No sabía por qué insistía en buscar respuestas fuera, si ya había aceptado que la única compañía real era la de sus propios demonios internos.