Psicosis

Aquella Noche

El constante golpeteo de la lluvia de verano contra las calles de piedra acompañando nuestros pasos en la oscuridad de la noche era lo único que se escuchaba en la zona, creando una sinfonía natural que me hacía sentir libre. 

Me adelanté más allá del paraguas que compartía con mi pareja, disfrutando del contacto fresco del agua contra las partes expuestas de mi piel. Extendiendo mis brazos y dando un giro mientras soltaba una risilla, me fijé en mi acompañante. Derek me observó con diversión, pues sabía que yo no tendía a resfriarme por cosas como estas, aunque, según él, siempre había una primera vez para todo, por lo que no debería confiarme.

Mi sistema inmune siempre había sido fuerte, estaría bien. Después de todo, era sólo un poco de agua, no muy diferente a ducharse con agua fría para apalear el calor.

—La lluvia está hermosa, Derek –solté con una gran sonrisa plasmada en mi rostro, mis cabellos castaños se me pegaban al rostro, empapados, mientras pequeñas gotas se deslizaban más allá de sus puntas —. Fresca en estos días de calor.

El nombrado me devolvió la sonrisa desde la protección que el paraguas la brindaba.

—No todos tenemos tal resistencia a las enfermedades, amor.

Rodé los ojos y seguí danzando bajo la lluvia. Este verano había caído con intensidad sobre Ravenmyre, hasta el punto en el que el pequeño pueblo estaba sufriendo una sequía por primera vez en años... hasta hoy. Era como un milagro, y estaba segura de que más de uno se encontraba festejando por recolectar agua de lluvia; finalmente los cultivos volverían a crecer más fuertes que nunca y la tierra se renovaría.

Un trueno sonó en la lejanía, como si Zaighard, el Señor del Trueno, estuviese festejando junto a los habitantes de este pequeño pueblo olvidado por los dioses.

—¡Alma! —El grito de Derek me sacó de mi ensoñación.

Choqué contra algo duro; un hombre. Al levantar la mirada me encontré con unos amenazantes ojos de un antinatural color dorado, pertenecientes a un individuo cuyo rostro se encontraba cubierto por un pasamontañas que dejaba al descubierto únicamente su mirada ambarina.

—Lo sien...

Un destello captó mi atención y las palabras murieron en mis labios, mis ojos se abrieron como platos, comenzando a temblar como una gelatina involuntariamente mientras retrocedí un paso. Ese hombre tenía un cuchillo.

Abrí y cerré mi boca como un pez fuera del agua, sin saber que decir, sin saber que hacer ante una posible muerte inminente.

Derek me apartó bruscamente, echándome al suelo detrás de él, pues tropecé con el adoquin pero eso me permitió alejarme tanto como pude del extraño. 

—¡Alma, corre! 

Me incorporé rápidamente, resbalando un par de veces en el camino de piedra, alejándome un poco solo para ver como Derek era apuñalado sin razón por este extraño hombre, quien simplemente se dio media vuelta y se marchó mientras yo soltaba un grito desesperado de terror.

Superando el estado de shock en el que me encontraba, me quité la bufanda e intenté hacer un torniquete en la herida de Derek, pero se trataba de un punto vital.

—Me ha dado en la aorta —habló él con dificultad; las palabras le salían entrecortadas mientras hacía yo hacía presión en la zona para evitar el sangrado—. No sobreviviré, Alma.

Sus ojos vidriosos, azules y ahora nublados por el dolor, me dedicaron una mirada que solo podría describirse como un profundo «Lo siento tanto». Su cabello negro se le pegaba a la frente por la lluvia, su mandíbula yacía apretada demostrando su intento de aguantar el dolor, y yo me mantuve a su lado en todo momento, haciendo presión.

—¡Mi novio fue apuñalado, por favor, vengan rápido! —grité cuando tras marcar el número del hospital la llamada fue atendida. 

Tras dar los datos, volví a hacer presión con ambas manos.

—Por favor, Derek, Derek —Le llamé desesperada —. No me dejes, por favor—supliqué.

Llevábamos ya dos años de novios, y que esto pasara en nuestro aniversario era sin duda el peor escenario que una chica de diecisiete años puede concebir.

—Alma...

—No hables, por favor, guarda fuerzas, amor —dije entre llantos que se entremezclaban con las gotas de lluvia.

Lo que había comenzado como una divertida salida al cine, había acabado en una auténtica catástrofe. Todo era tan irreal... una hora atrás nos encontrábamos riendo a carcajadas con una comedia romántica, y ahora...El dolor que sentía era indescriptible; el miedo a perderlo me mantenía alerta a cualquier movimiento, por mínimo que fuera. Pero cuando su respiración comenzó a hacerse cada vez más y más lenta, supe que lo estaba perdiendo.

—Alma... te amo.

Esas fueron sus últimas palabras.




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