¿puedes verme ahora?

•1•

Me da vergüenza empezar toda esta historia diciéndoles que me acaban de pegar un pelotazo.

Si, como leyeron, un pelotazo en toda la cara.

Pestañee varias veces haciendo que algunas lágrimas cayeran de mis ojos. Sentía la cara caliente y me ardía en algunos sitios. Miré al rededor, no hizo falta mucho tiempo para que algunos alumnos ya estuvieran prácticamente encima de mi viendo si me espiché un ojo o que pedo.

Pues no, idiotas, sigo con mis dos ojazos intactos.
 


 

—¿Te encuentras bien, amor?— escuché decir. Luego una mano se encontraba extendida hacia mí. La tomé, me levanté y le sonreí a mi novio.
 


 

—Si, amor. Perfectamente— luego sentí sus cálidos brazos envolverme en un abrazo.
 


 

Uff, nunca me cansaría de los abrazos de mi novio. Cálidos y reconfortantes.
 


 

—Le iba a reclamar, pero para cuando me di cuenta ya la profesora se lo había llevado y no pude decirle nada— susurró en mi oído haciendo que se me erizara la piel por su cálido aliento. Y sin poder evitarlo se me escapó una sonrisa un poco burlona.
 


 

Neal Edwards, el dulce, romántico, cariñoso y pacífico Neal. Mi novio. El chico que no ganaría una pelea aunque pareciera que sí. Él vecino que dejaba notitas anónimas en la puerta de la casa de una chica que suspiraba por otra persona, pero que luego logró ganar su corazón.
 


 

—Bueno chico, solo fue un pelotazo en la cabeza, no estuvo a punto de morir— dijo la profesora pasando por medio de los dos para separarnos. 
 


 

Inmediatamente se apreció un sonrojo en las mejillas de mi novio haciendo que apartará la mirada para disimular y yo me unirá a las risas que se provocaron en clase gracias a lo dicho por la profesora.
 


 

—Bueno chicos, empe...— dijo la profesora empezando a dar indicaciones y yo sólo la ignoré.
 


 

Como tal vez se imaginaron, Neal y yo somos el tipo de novios cursis. Aquellos que siempre ves en una esquina dándose besos, en algún banco sentados encima del otro o simplemente abrazados.
 


 

Que les puedo decir, mi bebé necesita amor.
 


 

Porque si, a sus 20 años mi bebé es un osito cariñosito conmigo y con su mamá. Con más nadie, je, je. 
 


 

Escuché el silbato lo que significaba que ya debía dejar de correr. Me acerqué hacia mí mochila, saqué una botella de agua y tomé largos sorbos, estaba seca. Al despegar mi boca del pico de la botella una toalla cae en mi cara. Me lo quito enojada, lista para reclamarle a quien fue, pero luego veo a Neal tirándome un beso y veo que tiene una igual es sus manos.
 


 

Suelto un bufido y le ruedo los ojos antes de secarme el sudor del rostro.
 


 

El timbre suena, lo que anuncia el final de las clases por el día de hoy, excepto por los que están en un grupo de recreación, cómo Basket, donde está mi novio.
 


 

Cómo todos los días en los que tiene práctica, me quedo en las gradas esperando a que termine para irnos juntos, ya que además somos vecinos.
 


 

—Dale amor, espérame, ya verás que el tiempo pasa volando— me da un besito en la frente—. Te lo recompensaré— dice mientras se aleja hacia el entrenador.
 


 

Sonrió, siempre me dice lo mismo. Y siempre me “recompensa” porque él dice que mi tiempo vale oro. Es tan dulce a veces.
 


 

Me siento en las gradas y me acuesto en los incómodos hacientos porque: Siempre Floja, nunca Infloja. Y me pongo a jugar Geometry Dash en mi teléfono mientras lo espero. Pero luego de tanto perder, centro mi atención en él.
 


 

Su cabello castaño claro está mojado debido al sudor o a que se echó agua en la cabeza para refrescarse. Se le pega en el rostro y repetidamente tiene que estarselos quitando con gestos frustrados que me provocan ternura.
 


 

Me fijo en los demás, algunos andan sin camisa por incomodidad dicen. Pero Neal y yo sabemos que lo hacen por presumir su físico, que no está nada mal si se me permite decir. Aunque Neal no está nada mal, ellos están más marcados que mi novio que a duras penas se le han marcado los pectorales y algunos cuadritos del six-pack.
 


 

Pero se nota que no es un vago—aunque sí lo es, ja, ja. Shhh, no le digan que dije eso—, se ve que no es de ir mucho al gimnasio.
 


 

Aunque no les niego que es sexy. Es seximente adorable.
 


 

Miré la hora. Mierda, está vez se están tardando más, mamá debe estar preocupada.
 


 

Cómo si la hubiera invocado, me llega un mensaje de ella.
 


 

19:48
Cariño, ¿Que pasa que no llegas? La comida se enfría.
 


 

O sea. Vente mlprd.
 


 

19:49
Estamos en camino, mamá.
 


 

—Es todo por hoy, chicos— escuché al fin.
 


 

Neal se acercaba trotando en a mí dirección. Al ver mi cara preguntó que si estaba todo bien. Le mostré los mensajes.
 


 

—Entonces no me da tiempo de bañarme— suspiró en tono aliviado, le di un golpecito en el hombro y me levanté.
 


 

Los siguiente que supe es que sus brazos me rodeaban formando un abrazo. Un abrazo lleno de sudor. Hice una mueca entre asco y diversión.
 


 

—¡Que asco Neal!— exclamé tratando de soltarme de su agarre— Estás todo sudado— chille.
 


 

Él sólo soltaba risas mientras me zanrandeaba un poco. Al final yo también reía con él hasta que me soltó.
 


 

—Vámonos, amor.
 


 

Tomó mi mano y salimos de la universidad camino a mí casa.
 



#30103 en Novela romántica

En el texto hay: traiciones, hermanos, romanace

Editado: 12.11.2020

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