Punto de quiebre: Shiriko Kansaki

El inicio de un saque eterno

El sol caía como un reflector sobre el instituto Shiriko Kansaki, ese lugar donde los clubes no eran un pasatiempo, sino una forma de vida. Carteles, pancartas, estudiantes gritando reclutamientos... era como estar en una jungla llena de pasión y competitividad.

—Este lugar... huele a sudor y sueños rotos —dijo Daiki, masticando una paleta mientras miraba el bullicio.

—Huele a estrategia —añadió Ren, ajustándose las gafas de sol que claramente no necesitaba—. Ya tengo tres parejas que podemos emparejar solo caminando desde la entrada hasta el aula.

Eren caminaba en el medio de sus dos acompañantes, algo nervioso, aunque intentaba disimularlo con una sonrisa.

—¿Y ustedes están seguros de que esto del club de voleibol fue buena idea? —preguntó, rascándose la nuca—. Yo soy rápido, tengo buena visión... ¡pero no sé ni cómo se arma una jugada!

—¡Bah! Eso se aprende sobre la marcha, primo —rió Daiki, dándole un codazo—. Lo importante es que saltas como un animal salvaje y tienes cara de protagonista de anime.

—Eres la pieza que faltaba para formar el "Trío del Infierno" —declaró Ren con una sonrisa maquiavélica—. Ya no somos dos demonios, ahora tenemos al tercer sello.

Los tres llegaron frente a un gran cartel que decía:
“CLUB DE VOLEIBOL MIXTO – ¿TIENES LO QUE SE NECESITA PARA LLEGAR A LAS NACIONALES?”
Debajo, un grupo de estudiantes entrenaba, lanzando balones, gritando jugadas, y entre ellos… una chica.

Su cabello castaño oscuro volaba con el viento mientras saltaba con una precisión quirúrgica. No destacaba por su fuerza, sino por la manera en que el balón parecía obedecerle. Todos creían que era una jugada muerta… hasta que ella la rescataba.

Eren se quedó mirando.
Por un segundo, el mundo se detuvo.
Ni Ren ni Daiki se burlaron.
Ese era el tipo de momento en que hasta los bromistas se callan.

—¿Quién... es ella? —preguntó Eren, sin darse cuenta de que había dicho eso en voz alta.

—Himari Sakamoto. Armadora estrella. Inteligente. Reservada. Y, si me preguntas, con más carácter que técnica —dijo Ren con una sonrisa—. ¿Te gustó?

Eren tragó saliva.

—¡¿Qué?! No, no, solo digo que... ¡es buena! En el voleibol. Eso.

—Sí, claro... —susurró Daiki con una risa.

En ese momento, el entrenador del equipo salió con una lista en mano.
—¡Los nuevos! ¿Quién se presenta hoy?

Eren levantó la mano, decidido.

—¡Yo! Soy Eren Kurozawa. Soy rápido, tengo visión, pero no sé armar jugadas. Vengo a aprender. Y vengo a ganar.

Himari volteó al escucharlo. Lo miró un segundo. Frunció el ceño y luego volvió al balón.

—Directo —murmuró ella.

—¡También nosotros! —gritaron Ren y Daiki al unísono.

—¡El trío ha llegado! —gritó Daiki mientras hacía una voltereta en el suelo.
—Y venimos por las nacionales —añadió Ren con tono de villano elegante.

El entrenador levantó una ceja.
—¿Tres chicos nuevos que vienen con nombre de grupo incluido...? Esto promete.

Y así, con una mirada, un salto fallido y una presentación épica, Eren Kurozawa entró oficialmente al club mixto de voleibol de Shiriko Kansaki, sin saber que no solo lucharía por un trofeo… sino por algo que jamás pensó buscar: el amor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.