Punto de quiebre: Shiriko Kansaki

Jugadas del infierno

El gimnasio principal retumbaba con cada golpe del balón. El sonido seco de los saques, los gritos de jugadas, el roce de las zapatillas… todo era caos ordenado. Pero entonces entraron ellos.

—Hora del show —murmuró Daiki, estirando los brazos.

—Estrategia de impacto emocional, etapa 1 —añadió Ren mientras caminaban directo a la cancha.

Eren respiró hondo y se amarró los cordones. Su corazón latía con fuerza. Sentía todas las miradas sobre él, especialmente la de ella.

Himari Sakamoto, la armadora estrella, los observaba desde la otra esquina del gimnasio, con los brazos cruzados, como evaluando el potencial de un experimento nuevo.

—¡Chicos nuevos, demuestren qué saben! —gritó uno de los veteranos del equipo con tono burlón.

—¿Quieren jugadas? Les daremos jugadas —dijo Ren, y Eren sonrió como si activaran un interruptor dentro de él.

El Trío del Infierno se colocó en formación.

—¡Maniobra relámpago! —gritó Daiki.

Eren corrió hacia la izquierda, Daiki fingió un salto, y Ren lanzó el balón en el ángulo opuesto.

En una milésima de segundo, Eren desapareció de la vista de todos… y reapareció en el aire, impulsándose como si sus piernas fueran resortes.

—¡¿Qué rayos?! —exclamó uno de los chicos del equipo.

Eren golpeó el balón con fuerza, tan rápido que el sonido del impacto se mezcló con los gritos de asombro.

Punto.

—¡Repítanlo! —gritó el entrenador, con una mezcla de emoción y confusión.

Segunda jugada: Daiki corrió hacia el frente, Ren fingió una recepción, Eren se lanzó desde el fondo y ejecutó un remate cruzado.
Punto.

Tercera jugada: todos se movieron como si fueran uno solo. Nadie entendía quién tenía el balón ni hacia dónde iba… hasta que Ren, en un pase perfecto, hizo que Eren volara desde atrás y lo aplastara en el centro.

Silencio total.
Hasta los más veteranos del equipo tragaron saliva.

Himari apretó el puño.

—No es solo velocidad… tiene instinto. Pero sigue sin saber armar.

Desde las gradas, una amiga de ella murmuró:

—¿Y si lo ayudas tú?

Himari rodó los ojos.
—No me interesa.

Pero por dentro…
Su corazón latía como loco.

—Oye, Eren —susurró Ren mientras bebía agua—. ¿La viste? Te está mirando.

—¡No inventes! —respondió Eren, rojo como tomate.

—Tranquilo, ya lo tenemos todo planeado —agregó Daiki con una sonrisa demoníaca—. Reto, escena accidental, y boom… un beso en la mejilla. O en los labios, si se descuida.

El entrenador se acercó a ellos.
—No me importa de qué circo salieron ustedes tres… pero si juegan así siempre, los nacionales no suenan tan imposibles.

Eren sonrió.
No por el elogio.
Sino porque, por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba exactamente donde debía estar.




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