Punto de quiebre: Shiriko Kansaki

“No fue un beso, ¿verdad?”

Himari entró corriendo al baño del instituto. Cerró la puerta con fuerza y apoyó la frente contra el espejo. Sus mejillas estaban tan rojas que parecía haberse maquillado con fuego.

—¡No puede ser! ¡No puede ser! —se repetía—. ¡Solo era en la mejilla! ¡MEJILLA!

En ese momento, Ayaka y Nanami entraron riéndose como si hubieran visto la mejor escena de una novela.

—¿Así o más directo, Himari? —dijo Ayaka, cruzada de brazos—. Te dijimos “besa la mejilla”, no “roba un beso accidental”.

—¡No fue un beso! ¡Fue un error de cálculo! ¡Un accidente atmosférico! ¡Él se movió!

—Sí, sí… —Nanami sonrió—. ¿Y por qué sigues tocándote los labios entonces?

Himari apartó la mano de golpe.

—¡Yo no quería! ¡No debía pasar! ¡Él seguro me odia ahora!

Ayaka se acercó y la tomó de los hombros.

—Él no te odia. Créeme… ese chico no puede dejar de tocarse la cara desde que pasó.

—¿Lo viste?

—¡Todo el gimnasio lo vio! Daiki casi hace una voltereta del susto. ¡Y Ren lo tenía todo planeado, estoy segura!

Nanami se rio bajito.

—Y aún así, la que besó fuiste tú.

Himari se sentó en la banca, con la cara entre las manos.

—¿Qué hago mañana? ¿Cómo lo voy a mirar? ¿Y si me habla?

—¿Y si no lo hace? —preguntó Ayaka con una ceja levantada.

Himari se quedó callada. Un nudo se le formó en el pecho.

No quería ignorarlo. No quería que la ignorara.

—Quiero… aclararlo. Pero también… saber qué sintió él.

Ayaka le palmeó la espalda.

—Entonces solo hay una opción: no corras mañana. Míralo. Y escucha lo que te diga.

Himari asintió, pero por dentro...
el corazón le latía como si fuera el punto final de una final nacional.




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