El gimnasio retumbaba con los gritos, rebotes de balón y pasos acelerados. Era la primera práctica oficial del club mixto, y el entrenador —un hombre serio con cara de no haber sonreído desde el 98— decidió que comenzaran con un partido de práctica entre los nuevos.
—Equipo azul: Eren, Ren, Daiki, Himari, Ayaka y Nanami —gritó el entrenador.
—¡Vamos, trío del infierno y las tres brujas mágicas! —bromeó Daiki, chocando las manos con Ayaka.
—¿Brujas mágicas? —respondió Nanami—. Tú no duras tres puntos si me enojo.
—Silencio —dijo Ren, acomodándose las gafas—. Esto es para probar nuestra sincronización… y para empujar a Eren a pensar como un armador.
—¡Yo no soy armador! —gritó Eren desde el fondo.
—Por eso mismo —murmuró Himari, mirando la cancha.
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La práctica comenzó con fuerza. El otro equipo, formado por jugadores de segundo año, no se contuvo. Remates potentes, saques con efecto, bloqueos duros.
Pero algo cambió cuando el equipo de Eren se organizó.
Rotación 1.
Ren tomó la defensa, preciso y analítico.
Daiki cubría con energía, lanzándose por cada balón como si fuera el último.
Ayaka y Nanami en recepción eran una muralla invisible, haciendo ver fácil lo difícil.
Y Eren… se movía como relámpago.
—¡Derecha, Ren! ¡Saca a corta!
—¡Himari, levanta en paralelo!
Himari, como armadora, soltaba balones perfectos.
Y aunque Eren no era armador, cada vez que improvisaba una jugada, Himari lo miraba… y lo seguía.
Rotación 2.
El marcador estaba 11-9 a favor del equipo contrario.
Daiki gritó desde la línea de saque:
—¡Hora de la jugada “caos controlado”!
Ren suspiró.
—Nadie la llama así.
Eren saltó al remate, pero fingió pegarle, dejando que la bola pasara a Ren, quien sí remató con un ángulo inesperado.
Punto.
El otro equipo no entendía qué acababa de pasar.
—¡¡ESO!! —gritó Nanami—. ¡Pura química!
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Siguieron más puntos. Jugadas sincronizadas, miradas entre Eren y Himari que hablaban más que mil palabras, ataques falsos de Daiki que terminaban en bloqueos perfectos de Ayaka.
El marcador ahora estaba 23-23.
Tiempo muerto.
El entrenador solo dijo:
—Quiero ver si tienen lo que se necesita para ir a nacionales. Sigan.
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Última jugada.
Saque de Ayaka.
Recepción larga.
Himari corre.
Eren salta… pero no remata.
Silencio.
—¡Daiki! —grita Ren.
Y Daiki, desde la línea del fondo, lanza una cortada cruzada imposible.
Punto final. 25-23.
Todos caen al suelo, riéndose, jadeando.
—Somos un desastre bien armado —dice Himari.
—No. Somos un equipo —responde Ren, con media sonrisa.
—Sí, un equipo que juega como si fueran uno solo —dice Ayaka.
Nanami se estira.
—Propongo nombre de escuadra: “El Caos Perfecto”.
Todos asienten.
Eren se sienta, mira a Himari, y dice:
—Si jugamos así… ¿hasta dónde podemos llegar?
Ella lo mira de vuelta.
—Hasta donde llegue el corazón.
Y por primera vez… todos lo sintieron:
no era solo un partido de práctica. Era el comienzo de algo grande.