Capitulo 4
5 Años antes...
—Te dije que tu padre me ama.—Dimitri había dicho luego de abrir la puerta con cuidado y ver como su novia observaba el lugar con asombro.
—Es muy bonito. —sólo atinó a decir. Le pareció tan tierna.
Dentro de la cabaña, estaba un gran salón cubierto sólo por una alfombra. Había música de fondo y un hermoso ventanal en la parte de atrás, un lago se notaba a lo lejos.
—¿Te gusta? —preguntó rodeandola con sus brazos en un intento de saber lo que ocurría en su mente.
—Mucho. —se volteó entre sus brazos para observarlo.
El la miró con dulzura, con un amor único que pretendía romper cualquier clase de problemas entre ellos, cualquier inquietud.
—Te mostraré el lago. —la tomó de su mano y corrieron la puerta con cuidado.
El sol se ocultaba entre las montañas y daba el reflejo perfecto de una tarde romántica.
Dimitri sostuvo la puerta, ella pasó a su lado y descendió los peldaños de madera que crujieron bajo sus pies. Todo el paisaje era una extraña y exótica belleza. El suelo estaba cubierto por un resplandeciente rocío que a Maya le humedecía los dedos de los pies. El olor a flores era intenso, pero muy apropiado. Caminaron el uno junto al otro, acompañados del sonido de sus pasos, el canto de las aves y el crujir de las hojas.
Cerca de la orilla, un arbol extendía sus ramas más bajas próximas al suelo, y su vista era sencillamente preciosa. Se detuvieron frente a la orilla tomados de las manos.
—Nos conocimos en un rio, ¿te acuerdas? —dijo él.
—Debería ser nuestro sitio favorito —comentó ella mirando las aguas tranquilas. —Pero no me gustaba mucho.
—A mi tampoco. Por eso quiero que este sea. —la jaló cerca de su pecho.
Eso le gustó a la joven. Tenían un río, hermoso río, pero repleto de problemas. Tanto para ella, como para él. Y era algo que habían prometido olvidar.
—Gracias por preguntar. —Maya le propinó un cariñoso puñetazo en el hombro.
Le fue imposible no darle un veloz beso a su reacción. Era sencillamente tierna.
Tenerla era lo mejor que la vida podía ofrecer, se sentía bien, se sentía completo.
Una imagen se posó en su cabeza de golpe, queriendo atormentarlo, su padre.
Se regaño, trató de borrar eso de su mente, pero no pudo.
Había hablado con él, o mejor dicho le había dado una advertencia, una orden.
Su padre sólo sabía ordenar y, lamentablemente él debía obedecer.
Recordar sus palabras hizo que una furia recorrerán sus ojos y Maya lo notó en ese momento.
—¿Qué pasa? —preguntó acariando su rostro con dulzura.
Su novio negó repetidas veces, obligándose a olvidar lo ocurrido.
Le era imposible, las palabras estaban en él, y ella estaba ahí con él. Por más que intentará, por más que se esforzaba, por mucho que se obligará a pensar que sólo eran amenazas sin resultado, era imposible. Porque Maya era lo que más amaba, y su padre era un tipo cruel, que no sabía amar.
—Sera mejor que te alejes de esa niña, si no quieres que yo la visite, y saludé a sus papás, hijo, ¿Entiendes?—
Igual, faltaba poco para que vivieran juntos, y una vez viviendo juntos, su padre no podría hacer nada. Ya él se haría cargo del negocio, nunca se había negado y en lugar de agradecérselo, se pasaba su vida amenazandolo.
—Quiero que hoy sea un día inolvidable, —dijo juntando sus frentes. —para ambos .
Por los ojos de Maya pasó un brillo que le fascinó ver en ellos, sintió la necesidad de hacer que nunca se apagarán en ella.
—¿Te vas a entregar a mi? —Maya le preguntó con seriedad colocando las manos en las mejillas de su novio.
La carcajada que soltó fue tan fuerte que el silencioso lugar vibró.
—Sólo piensas en eso, Maya de la concepción. —la muchacha lo tomó del cuello delicadamente y acercó su boca precionando la de ella delicadamente.
Millones de sensaciones saltaron dentro de ambos. Dimitri dejó las manos donde las tenía, una acariciándole la parte baja de la espalda y la otra la mejilla. Fue un beso tierno, el tipo de beso que se imaginaba que un amante le daría a su amada después de un largo tiempo de ausencia.
No la clase de besos que Dimitri acostumbraba a darles los cuales ella amaba, de igual manera no le disgustó, al contrario, amaba la suavidad y el tiempo que se estaba tomando.
—Maya...
—No tienes que decirlo siempre, Dimitri.—lo tranquilizó ella.
Era cierto, pero él sí que sentía que debía hacerlo. Sentía internamente que si no lo decía no se lo creía y odiaba ese sentimiento.
—Sí que tengo que hacerlo —insistió él, se inclinó hacia ella y la besó. Cuando se separaron, las palabras fluyeron con tanta naturalidad como el simple acto de respirar—. Te amo, Maya.
—Lo sé —dijo ella y, con una gran ternura, volvió a deslizar su mano por su pecho—. Yo también te amo.
En la cena, sentados frente a la chimenea se reían y besaban cada que podían. Era como estar en una burbuja de tranquilidad que sólo se vería afectada por alguno de los dos, y para su buena suerte, ninguno quería estropear el momento.
¿En que momento había pasado?
¿En que momento ese chico amargado con el mundo y con la vida se había enamorado?
Ninguno sabía cuando había ocurrido, sólo agradecía que hubiese ocurrido, ya que era lo más bonito que habían podido imaginar.
—Me imagino cenando así todas las noches. —Dimitri sonrió al ver la cara de su novia luego de lo dicho.
Ya era un hecho, pero su novia que aún era menor, no sabía como decirle a sus padres lo que pensaban, sin embargo cada día faltaba menos para ello y ella lo sabía. Dimitri por su parte se reía internamente de ella por sus expresiones de miedo, no por el vivir juntos, si no por sus padres, por el cambio que sería. Pero tenía la fe y la seguridad de que iban a llevarlo de la mejor manera, de que iban a ser responsables y sabrán afrontar cualquier cosa que se les atravesará.