Punto Débil

Capitulo 5

Capitulo 5

 

 

 

 

 

Todo estaba en tensión. La rabia y el ruego estaban reflejados en los ojos de los amantes cuyos labios no llegaban a tocarse: incapaz de moverse, separados por toda la eternidad. Maya quería libera y a la vez luchaba por no hacerlo. Dimitri la miraba impaciente y con mucha indecisión.

—Me importa muy poco que tu turno haya acabado. — dijo con voz amenazante, pero en ningún momento bajó la mirada, recordaba haberlo hecho y ahora lo menos que quería era demostrarle miedo. —Vas y me traes un café y punto.

Sus cuerpos casi se rozaban, el de él, alto y musculoso, perfectamente vestido con un traje a su medida, y ella tan pequeña a su lado, como siempre había sido. Su cercanía la hizo darse cuenta de su olor, era fascinante, cualquier mujer caería rendida ante él, pero ella ya no. Y eso su nuevo jefe lo lograba notar.

—Mi turno terminó. —dijo con seguridad en su voz. Nada la haría perder la calma, se lo había jurado.

—Obedece, o juro que te vas a arrepentir. —Ninguno se quitaba la mirada, era una batalla en la cual los dos querían ganar.

—Si quiere un café, busquelo usted mismo, pero mi turno terminó y debo irme.

Quiso voltearse para así abrir la puerta pero Dimitri le cerró el camino dando un paso más en su dirección, Maya sintió como su trasero pegaba con la manilla de la puerta, aún así no dio indicio de nerviosismo. Estaba firme, se felicitó internamente.

—¿Quien te crees para hablarme asi? —Su ronca voz hizo que los vellos se le erizaran, se regañó esta vez, eso no estuvo bien, pero era algo que no estuvo en ella controlar.

Su boca, la vio como un delicioso bombón que lo antojaba a morderlo, hace cuanto no se sentía así. Se sentía deseoso de ir en su encuentro, y también de zarandearla con fuerza, era tan contradictorio. 
Maya paso de sentirse como se sentía a sentirse poderosa, observó la reacción del duro hombre frente a ella y no aguantó la satisfacción, él le provocaba tantos sentimientos que simplemente no podía parar. 
Así que dando rienda suelta a lo que sentía en el momento, se dejó llevar, y junto con furia sus labios.

Se sorprendió, y él igual, pero no se negó. Se arrepentiría de lo sucedido, esas ya lo hacía, pero sin embargo no hizo ningún esfuerzo para alejarse de él. 
Todo su cuerpo ardía por la pasión del momento y en el fondo de su alma supo que Dimitri se estaba vengando con ello, que luego de eso la humillaria aún más, a pesar de notar que él también estaba disfrutando de aquel beso.

Se separó antes de que él lo hiciera de la peor manera.

Lo empujó levemente, pero él le tomó las muñecas con fuerza.

—Sueltame. —dijo con la voz agrietada y la respiración agitada.

Dimitri se rió. En sus ojos, esos que tanto amó, esos que la llegaron a enloquecer tanto que su corazón se aceleraba solo con imaginarlos, creyó ver un poco de felicidad, un poco de calma, pero rápidamente se dió cuenta que todo era producto de su imaginación. Dimitri se lo hizo entender cuando con su voz ronca soltó con brusquedad.

—Y tú superame.

La cara de la castaña fue todo un poema, se llenó de valor y lo empujó con fuerza, el hombre no se movió casi nada. Aún así le facilitó el abrir la puerta e irse del lugar, estaba furiosa. 
No podía creer lo que acababa de ocurrir. Dimitri Petrova o Aarón Millán o como fuera que se llamaba era la persona más arrogante y odiosa que había conocido, no se permitirá que eso la agotará, la desenfocara de nada. Podía salir de eso, había salido de cosas, peores, eso no le costaría nada. Llegando a su pieza, se juro no volver a hacer una estupidez como esa.

Se duchó asegurándose de que todo el estrés se fuera con el agua limpia que caía en su cuerpo. Muchas emociones invadían su cuerpo de manera intermitente. Recuerdos, sentimientos, llantos, caos. Había tenido tantos años de tranquilidad, de sentirse libre, de sentirse nueva y renovada. Quería gritar y también callar, pero sobre todo quería olvidar y ahí, estaba el problema, ya que como su ahora nuevo jefe, le sería imposible si le tocaba estar ocho horas de su día con él.

Se acostó en su cama queriendo dormir. Descansar sus pensamientos, sus preguntas, sus luchas internas. 
Pero le fue imposible no recordar ahora teniéndolo presente.

Había sido su primer amor, el único que había tenido, que la había besado, tocado, querido o bueno, no ella sintió eso en su momento. 
¿Qué había pasado? 
Necesitaba tanto una respuesta y a la vez no quería saberla, porque eso significaría volver a un pasado que no quería desenterrar. 
Pero, una parte de ella, sentía que no estaba del todo enterrado, que necesitaba esa respuesta para poder olvidar. Para poder seguir. 
Porque por mucho que se esforzara, no lo hacía del todo. Faltaba mucho aún, y desgraciadamente, el hombre que la daño, el cual la hizo sufrir tanto, ese que tantas noches deseo no ver más, no haberlo conocido nunca, era el único que podía darle la respuesta que tanto la atormentaba.

Se sentó en la cama soltando un suspiro lento. Tal vez un té la ayudará a dormir, no había querido comer nada pero igual no tenía hambre así que no veía eso cómo un problema. Eran pasada las nueve y parecía que habían pasado horas con toda la carga que sentía, necesitaba algo que la relajara o se volvería completamente loca de tanto pensar.

Su puerta sonó, su corazón se detuvo por un par de segundos para luego latir con fuerza. ¿Quién podía ser a esa hora? Se tranquilizó y obligó a sus pies a caminar frente la puerta y ver quién era. Al verlo ahí tan fresco su pulso palpitó con fuerza, definitivamente se iba a volver completamente loca en cualquier momento.

—¿Qué quiere? —dijo notando como su voz salió con la firmeza que esperaba.

Creyó ver en él burla, o no estaba segura. Pero detallarlo casi la hace desmayar. Y repentinamente quedó totalmente pasmada en su sitio.




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