Punto Débil

Capítulo 8

Capitulo 8

 

 

5 Años antes...

 

 

 

 

Cada vez estaban más unidos, se les había complicado mucho más de lo que creían, pero lo habían sabido sobrellevar. Intentaban pasar juntos el máximo tiempo posible, todas las noches Dimitri se escapaba de su casa y con cuidado entraba por la ventana de Maya cuando todos estaban dormidos. Era lo único que les quedaba luego de las amenazas de su padre. 
Dimitri se volvía a sentir en paz, con Maya le resultaba fácil ser él mismo; con ella se sentía bien por primera vez en su vida. Sentía como todo de él se modificaba, solo podía pensar en Maya y en ser mejor persona por los dos.

—Te amo. —había susurrado la joven separándose de los labios del hombre el cual respiraba agitado.

La noche estaba puesta y las luces de la habitación de Maya apagadas. No se escuchaba nada más que sus respiraciones. 
Él la observaba en la oscuridad de la noche, apoyado en los codos para que no soportará todo el peso y ella pasaba sus dedos por su cabello negro despacio. Se amaban, se notaba y creían que nada podía cambiar eso que los estaba abrazando.

—Yo sí que te amo. —Dimitri había dicho luego de juntar sus labios nuevamente, amaba besarla, sentirla, todo de ella lo volvía loco y sabía que estaba perdido, sin embargo pensaba que Maya estaba igual que él y eso lo alegraba enormemente.

—Me quedaré esta noche. —los ojos de la joven se abrieron en forma sorprendida. Dimitri sonrió besando su frente con cariño. —Es que tengo una sorpresa, y te la mostraré mañana a primera hora.

Esta vez Maya sonrió tan grande como si de una niña a la cual le acababan de dar un dulce se tratara.

—¿Sorpresa?

—Sí. —susurró. —Pero ni te emociones porque no te voy a decir más.

Maya soltó un suspiro molesto y Dimitri confirmó que a veces su novia podía ser muy niña.

Cuando la respiración de Maya se hizo tranquila en su pecho, confirmó que se había quedado dormida. Sus cuerpos encajaban a la perfección a pesar de ser tan diferentes físicamente. Era una locura, estaban locos totalmente. Pensó en el padre de Maya entrando por esa puerta y obligándolo a irse y no volver a buscar a su hija, también imaginó a su padre golpeándolo sin parar si se entera, todo lo asustaba , no por él claro estaba, por esa morenita de cabello desordenado que se había metido en su vida sin ticket de salida. Por que sabía que nunca podía sacarla, estaba enamorado, ella lo había enamorado. Pero solo sería ella: de eso estaba seguro. Sólo sería una vez, una única vez. Y esa experiencia lo estaba marcando, sabía que era una marca permanente, una marca para siempre. Escuchó decir a alguien que el amor dejaba huella, y el suyo si que lo estaba haciendo.

Sintió cómo la cama se movía con insistencia para luego sentir como lo movían con insistencia. Tomó con rapidez la mano y la dueña de ella soltó una risita baja.

—Hola, —dijo con los ojos radiantes dando un pequeño beso sobre sus labios, estaba vestida, peinada y perfectamente maquillada a las seis de la mañana, eso sí era un récord. —debemos ir a mi sorpresa antes de que mis padres despierten, ¿Dónde está?

Dimitri se estiró un poco para despertarse del todo.

—¿No crees que antes deberías decirme "buenos días" o algo así?

Maya sonrió un poco. Estaba muy nerviosa, y emocionada. Tenía razón, de igual manera la paciencia nunca había resaltado entre sus cualidades.

—Tienes razón. Buenos días. ¿Has dormido bien? —la forma que lo dijo sin ninguna clase de interés le causó una ternura infinita.

Dimitri rió suavemente y luego se sentó en la cama para colocarse los zapatos.

—Tienes suerte que te ame como lo hago, morena. —le dijo con dulzura viendo como su novia le sonreía.

Maya se acercó a él y se sentó en sus piernas una vez que se había puesto los zapatos.

—¿Yo tengo suerte? —preguntó en forma de juego. —Creo que tú eres el de la suerte.

Maya quería comenzar una pelea cariñosa, pero su novio no, él si sentía que había tenido mucha suerte con ella, y vivía con un miedo incontrolable de no merecerlo, con el miedo de que Maya se diera cuenta y lo dejará. Era doloroso para él pensarlo. 
La joven notó como su novio alejaba su mente y comenzaba a torturarse internamente, así que se apresuró a besar sus labios de pronto, eso sí que lo hacía volver a ella.

—Tengo mucha suerte. —Dimitri comentó luego de separarse de sus labios.

Decir que se tranquilizó era una total mentira. Contaban de poco tiempo y Maya estaba tan emocionada que hacía parecer menos de lo que tenían, parecía una pequeña niña a la cual llevaban al parque por primera vez. Dimitri estaba tan feliz que en cada momento la pegaba a él robándole cálidos besos y haciendo que su novia enloqueciera más. 
Estaba tan emocionado como asustado, para él era lo más importante que había hecho en su vida. No dudaba, estaba tan seguro, pero igual una corazonada de guardaba en su pecho, haciendo guardia tal vez. 
Se dio cuenta de lo perdido que estaba por ella cuando al llegar al lugar la cara de la joven fue de admiración, de dulzura, de asombro.

—¿Es nuestro? —preguntó de pronto mirándolo, Dimitri pudo fijarse cómo fue ojos se habían llenado de lágrimas, lágrimas de total felicidad, podía leerlos. 
Amaba eso de ella, que se dejaba leer de él tan fácilmente. Y él encantado la descifraba, la entendía, la adoraba y amaba tanto que dolía, pero era el dolor más bonito que la vida podía haberle regalado.

—Legalmente, sí. —la abrazó y Maya enterró su rostro en el pecho de su novio con dulzura.

Eso era un paso enorme, era estar seguro de lo que tenían. El miedo era inevitable, pero ahí había una prueba, una valiosa prueba de que lo que ellos tenían si tenía futuro, si estaban asegurándose.

—Viviremos el tiempo que sea necesario en mi departamento. —Dimitri la abrazó por detrás dejando un beso en su cuello, su novia parecía iba a llorar en cualquier momento. —Pense en qué estaría bien dos habitaciones, y antes de que digas algo sé que eso vendrá mucho después. —Maya sonrió. —solo quiero tener un lugar a donde ir cuando te enojes y no me dejes dormir contigo.




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