Punto Débil

Capítulo 9

Capitulo 9

 

 

 


Volvían a quedar solos, y Maya no podía quitarle los ojos esta vez. Dimitri por su parte miraba la puerta con tanto odio como si quisiera romperla con la mirada. Al volver su vista en ella tragó saliva levemente. 
Sabía cómo se sentía Maya en ese momento. La conocía perfectamente, no había cambiado mucho. Él sabía leerla y eso alegraba su ego internamente, aunque jamás se atreviera a decirlo en voz alta.

—Esto no parece una cena de trabajo. —dijo Maya luego de que Dimitri la miraba fijamente sin decir nada por un tiempo, evitó totalmente la presencia de ese hombre que alguna vez fue un tormento para ellos, ahora parecía ser totalmente indiferente, como si nunca lo hubieran odiado como lo hacían.
Dimitri tomó de un sorbo del resto del vino y la miró rápidamente al escucharla.

—Más que todo. —dijo con soltura. —Quería disculparme, Maya. —Esta vez fue Maya la que bebió su copa de un trago. —Independientemente de lo que hayas hecho o hayamos sido, no me da derecho de tratarte así, y más cuando nuestra relación es únicamente profesional.

La cara de Maya cambio de gestos tantas veces que Dimitri no pudo contarlos. Veía como miles de pensamientos pasaban frente a ella y él lo describió como si de recuerdo se tratarán, no podía ser otra cosa.

Ella por su parte solo le daba vueltas a una frase, "hayas hecho" ¿Qué significaba eso? ¿En qué tiempo lo decía? Se imaginaba que era alguna mala respuesta, porque era imposible que hablara del pasado. Una espinita se introdujo lentamente en su garganta, una espinita tan fina que no la dejaría en paz en toda la noche hasta que la soltara, y eso pretendía hacer.

—¿Qué se supone que yo haya hecho?—la brusquedad con la cual lo dijo hizo que el hombre frente a ella la mirara de pronto con algo parecido a una amenaza.

Él sonrió sin una pizca de gracia. Negó repetidas veces dando un sorbo a su bebida sin siquiera saborear lo que tomaba, para sentarse frente a ella y decir que era una disculpa, estaba claro que no tenía ni idea de como hacerlo.

—Aún no lo aceptas. —soltó de pronto mirándola con decisión, el azul de su mirar se hizo más profundo y un montón de recuerdos atravesaron su mente con destellos escandalosos. Era doloroso, tantos momentos alegres que esos hermosos ojos le habían regalado, y ahora solo la observaban con rabia.

 


        —Me encantan. —le dijo Maya mientras dejaba una caricia en sus mejillas. El sol le daban ese toque esplendido de frescura y felicidad. —Me hacen sentir muy bien, segura.
    —Dime la verdad. —dijo sonriendo como si de un niño se tratara. —Solo quieres que se los done a tus hijos.

 

 

Todo ocurrió en un segundo y en el mismo segundo se obligo de olvidarse de ello.

—¿Qué es lo que no acepto? —dijo a la defensiva.

Dimitri no le apartaba la mirada, su mirada había cambiado, algo que no podía describir. Ella por su parte se dedicó a mirarlo con sus enormes ojos castaños y el entrecejo fruncido, era más de lo que podía soportar. De repente una pregunta atravesó su mente. ¿Por qué estaba ahí? Ella, porque él, lo aceptara o no era su jefe, pero él, ¿Cuál era la verdad? 
El hombre frente a ella no era el que años atrás le había comprado un lugar para construirle la casa que soñaba. De ese no quedaba nada, pero si de alguien que del cual se había obligado a olvidarse, ese que la dejó con las maletas hecha en una noche fría, ese que por más que le suplicó, la había dejado igual. Ese si lo notaba, más adulto, con más dinero, más poder. Al final si se convirtió en un auténtico Petrova, tal cual su padre quería.

 

—Nunca te conocí Maya.—dijo con una sonrisa fingida. —Y, es muy triste, ya que hice cosas muy estúpidas.

 

Pero… ¡¿Qué decía?! Tenía que estar complemente loco, él era el que llegaba de pronto, después de tantos años, sin ninguna excusa y por si fuera poco, convirtiéndose en su jefe, ¿Y decía eso? Tenía que estar pasando por graves problemas.

 

—¿Tú hiciste cosas estúpidas? —algo dentro de Maya empezaba a encenderse, sus manos comenzaban a temblar y la rabia a consumirla. ¿Hizo cosas estúpidas?  Ella era la que había perdido a sus padres, la oportunidad de una beca y su estabilidad por él, que la había dejado tan rápido que le costó una eternidad lograr respirar con normalidad de nuevo. —Te volviste un imbécil.  —no lo pensó, sólo lo dijo con rabia y desde lo más profundo de su ser.


—Y tú una total mentirosa. —apretó los puños con tanta furia que las venas empezaban a notarse en su cuello. —Te confieso que me sorprendiste en su momento. 


Maya parecía que iba a explotar de la rabia.

—¡¿Qué dices?! —gritó parándose de la mesa haciendo que las miradas de las pocas personas presente se dirigieran a ellos. —¡¿Estás loco o qué?! Eres un total imbécil.  

—Diga lo que diga no lo vas aceptar. —dijo el hombre repentinamente tranquilo, cómo si hablar del tema le empezara a costar mucho, a ella los ojos se le cristalizaron ante eso. No entendía como podía ser tan cruel, después de todo lo que le había hechos.

 

Fue una estupidez haber aceptado cenar con él. Decir que era una cena laboral era una total mentira. Ellos tenían historia, una historia que ella se había propuesto a olvidar y que él al parecer había vuelto para hacérsela recordar , de la forma más cruel que había imaginado.

La observaba, esperando algo, esperando alguna reacción de ella, lo notaba claramente. Como un animal esperando que su presa diera un paso en falso para acabar con ella. Estaba en ella no permitirle ello, sin embargo era tan difícil, solo sentirlo cerca la ponía a mil, iba a enloquecer si no hacía nada rápido.

Se sentó consiente de la estupidez que acaba de hacer. No tenía otro nombre, una total estupidez, él quería eso. Desde el momento en que se habían vuelto a ver, había tenido ese plan, y no lo entendía, porque si había alguien que debiese estar gritando y culpando era ella, sin embargo, él era quien tenía el poder y ella solo podía controlarse para llevar las cosas de la forma más fácil para si misma.




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