Punto Débil

Capitulo 19

Capitulo 19



 

Después de dejar el último fajo de billetes en la mesa y viendo las sonrisas de todos, por fin sintió que podía irse. No lo negaba, estaba deseando eso desde que lo habían llamado informándole que todo estaba listo, como siempre ocurría, pensó.

No habían tenido complicaciones, o no del todo, pero estaba acostumbrado y los presentes aún más. Actuaban cómo si nada hubiera pasado, y más que una actuación era lo que en realidad sentía, que nada pasaba.

Su mente siempre estaba en otro lado, mejor dicho en alguien. Y estaba loco, una locura que en su momento creía hermosa y que lo había acompañado desde que la observó por primera vez, pero que se había convertido sin darse cuenta en una demencia perjudicial. Había intentado de mil y un maneras borrarla, pero era imposible, así que simplemente lo dejaba estar. Ahí, en su mente, atormentando su alma con recuerdos y sensaciones imposible de borrar, por mucho que buscará probar en otros lados, simplemente volvía a caer

—Yo sí tengo algo que decir. —Carmelo dijo con ímpetu.

—Me importa una mierda. —observaba su celular con ansiedad.

Lo había dicho con autoridad. Y ante eso; veinte hombres completamente armados esperaban la orden, tranquilos, aguardando el veredicto de su jefe.

—Lo que acaba de pasar ha sido culpa tuya. —Carmelo soltó una maldición sacando su arma y apuntando en dirección de Dimitri, su pulso temblaba, al igual todo su cuerpo. En menos de cinco segundos ya tenía ocho armas apuntando hacia su cabeza.

Todo pasó sumamente rápido, pero en el ambiente donde laboraban siempre ocurría esas cosas. Así que cada persona en el lugar actuó de la misma manera habitual.

—Venga, baja el arma de una buena vez. —uno de los hombres dijo mientras con decisión apretaba su arma sobre la coronilla del hombre. —Ahorranos a todos el numerito.

—Déjalo. —dijo Dimitri que ni siquiera se había molestado en levantar la mirada a verlo. Estaba resolviendo temas más importante para tener que estar aguantando al tipo que más asco le daba en toda su vida. Al levantar la vista y ver que lo seguían apuntando soltó una maldición. —¿No han oído? ¡Qué bajen las armas!

Y así lo hicieron, a pesar de que Carmelo lo seguía apuntando a él, sólo fue capaz de reír ante eso.

—Todo lo que ha pasado esta noche ha sido tu culpa, ¡tu puta culpa!

Dimitri asintió de pronto mientras reía burlonamente.

—El que debía morir esta noche eras tú, no Enrique. —soltó frió sin remordimiento ante lo que decía. —Sólo estás aquí por voluntad de mi padre, porque eres un total estorbo para todos los negocios.

Carmelo tomó con más fuerza su arma y de sus expresiones ya avanzadas salió un leve quejido, le habían dolido sus palabras, pero Dimitri sabía que lo que más le dolía era nombrar a su padre.

—Salen mal por tu culpa niño. —los ojos de Carmelo se oscurecieron de rabia. —Porque nunca serás como tú padre.

Y no sólo el hombre sentado en el escritorio se rió antes lo dicho, más de uno lo hizo, porque en realidad no había nada más cierto que lo que acababa de decir ese hombre en ese momento.  Jamás serían iguales, y su propio padre lo supo siempre, precisamente por eso lo quería junto a él, y lo había logrado.

—Mi padre jamás te pagó con el coche lleno de efectivo, nunca supo cómo. Jamás se le pasó por la cabeza extender el negocio a tal punto que con el primer pago podías poner a tu familia lejos de todo problema legal. —se levantó, haciendo que su porte y altura intimidaran al tipo armado. —Pero tú estabas acostumbrado a las sobras que el te daba, ¿Por qué? Yo sé perfectamente por qué. Al igual que sé porque te duele tanto la muerte de Enrique, pero Carmelo, pasa página la vida sigue. Su familia ya está compensada de por vida. Así que deja la mierda de drama.

—¿Así como pasas página con la niña esa? —lo dijo con mucha rabia logrando lo que quería. Dimitri se había enfurecido, todo de él había tenido la reacción tal y como lo había imaginado. Tenía los puños apretados, ojos repleto de enojo y su cuerpo temblaba con tanta rabia que los presentes se asustaron inevitablemente.

—Salgan. —dijo, y todos se observaron entre sí. No querían dejarlo sólo frente a un hombre armado, su jefe podía defenderse perfectamente, pero aun así temían por su vida era parte de su trabajo. —¡Que se larguen dije!

Más de uno miró a Carmelo antes de salir tratando de trasmitirle alguna intimidación, pero éste sólo miraba a su jefe fríamente.

—He acertado ¿No? —había bajado un poco el arma, pero su rostro seguía rojo de rabia y sus manos temblaban de desesperación. —Claro que es eso. La niña te tiene maricon, aunque siempre te ha puesto maricon. —al escucharlo sus expresiones cambiaron. —Por eso todo ha salido mal, por tener la mente en la mocosa esa.

—Ni siquiera debería dejar que siguieras hablando. —dijo con burla. —No tienes idea de nada Carmelo y sinceramente no me importa.

Esta vez fue Carmelo quién se burló.

—Claro que sé, desde que eras un niño te ha tenido como quiere. —apretó los labios. —y tu más que feliz te has puesto a su merced.

—¡Que te calles! —gritó con furia. —Callate mejor porque te voy a pegar un tiro en medio de la frente, y a mí si que no me va a temblar la mano para hacerlo.

Carmelo obedeció, muy a su pesar, él lo sabía. Sin embargo, lo hizo, sin decir una sola palabra más. Había bajado el arma con lentitud y abandonado la habitación segundos después. Ahí dentro, un Dimitri muy enojado se repetía una y otra vez las razones por las cual aún tenía a Carmelo trabajando para él, y nuevamente afirmaba que era una estupidez total.

No era extraño esa clase de comportamientos en Carmelo, incluso mucho antes de que Aáron fuera asesinado tenía la misma actitud, aún no sabía porque razón su padre le tenía tanta confianza, aunque fácilmente podía hacerse una idea.

Tenía media hora para llegar puntual al dichoso evento, Maya aún no firmaba el contrato y eso lo sacaba de quicio de gran manera, aunque sabía perfectamente que estaba laborando de manera normal por lo que era un punto a su favor, aunque aún no entendía mucho lo que hacía.




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