Punto Débil

Capitulo 27

Capitulo 27



Estaba un poco confundida. Mucho en realidad. Dimitri estaba comportándose muy extraño esa mañana y no paraba de preguntarle cosas aún más confusas. No sabía porque razón, pero tenía una corazonada, y ella odiaba tenerlas.  

Maya pudo darse cuenta perfectamente las miradas que constantemente Dimitri le lanzaba desde su oficina. Fingió no darse cuenta lo mejor que pudo, pero le era imposible no incomodarse ya que Dimitri estaba siendo muy constante.  
Las cosas estaban tensas entre ellos, mucho más de lo que podía imaginarte. Algo le pasaba, algo muy grave y se moría de ganas de averiguarlo. Sin embargo, no hizo nada para conseguir alguna información. Se obligó a recordarse que no era asunto suyo y que lo mejor era seguir con el distanciamiento que creía tenían.  
Un problema que creyó peor había ocurrido cuando en el momento que fue por un café para desayunar (ya que no había comido nada en su casa) y volvió a la oficina; él ya no estaba ahí. «Tiene que ser una broma» pensó ella con enfado. La volvía a dejar sola, eso significaba que tendría que hacerse cargo de su trabajo, como siempre. 

Y así fue, autonombrándose asistente personal del señor Millan, se encargó de dar la cara por él en las reuniones, como también se encargó de darse permiso de salir antes, de seguro Dimitri no lo notaría.  
Creyó que era una jugada del destino cuando vio afuera de la empresa a Steve estaba con una rosa muy hermosa y una sonrisa amplia. Una bonita casualidad. No supo porque pero su vista viajo por inercia a la entrada del edificio. Agradeció internamente que Dimitri no estuviera, porque definitivamente montaría una escena totalmente desagradable para ella.  

Camino con pasos firmes caminó hacia el hombre. 

—Hola. —soltó con un deje de dulzura una vez frente a él.  

El cabello de Steve estaba perfectamente peinado hacia atrás, y olía muy bien. Quería darle una buena impresión, pero a Maya le parecía demasiado. 

—Hola.  —dijo con amabilidad extendiendo la rosa en su dirección. —Espero no te moleste mi atrevimiento.  

Maya sonrió levemente tomando la rosa entre sus manos.  

—Para nada. —volvió a mirar hacia atrás disimuladamente. (Acto que Steve no pasó desapercibido, claro) —Es sólo que me sorprendiste un poco. No hemos hablado mucho, en realidad.  

El hombre asintió entendiéndola perfectamente, no se lo discutió. Él mas que nadie se conocía, y en ocasiones cuando algo realmente le gustaba se volvía muy insistente, sea cual sea la ocasión.  

—Precisamente. Me encantaría conocerte mejor. Claro si tu quieres. —se apresuró a decir mientras hacía un gesto con sus manos. 

—No le veo problema alguno. Aunque te advierto que en ocasiones soy muy aburrida.  

—¡Igual que yo! —soltó eufórico mientras abría muchos los ojos en un intentó de exagerar lo que decía. A Maya le fue imposible no reír.  

—Eso es imposible de creer. —dijo ella mientras acariciaba la rosa inconsciente. —¿Cómo es que estás aquí? —le preguntó un segundo después.  

Steve movió los hombros restándole importancia.  

—Pues, averigüe la dirección y mírame aquí. —su sonrisa se amplió. —Espero no pienses que soy un obsesivo.  

Maya negó levemente soltando una pequeña risita.  

—Es lo menos que me pasa por la cabeza.  

Esta vez fue Steve quien se sonrió.  

—Hablo enserio, Maya. —ella le regaló una mirada confusa. —Sobre conocerte. Espero poder conocerte.  

—Y yo también. No veo problema alguno.  

—Me alegra mucho oírte decir eso ya que mis padres están organizando una clase de recaudación y pensé que podías acompañarme. Es algo pequeño e irán pocas personas, pero es muy bonito y podríamos hablar un rato.  —el hombre sonrió ampliamente después de terminar de hablar, se veía mucho menor de lo que lo recordaba la primera vez. —No pasa nada si no quieres ir, sé que es muy pronto. —se apresuró a decir haciendo así que su sonrisa se desapareciera. 

Era muy atractivo, no lo negaba, pero físicamente no era un hombre que le gustara, sin embargo su personalidad le atraía muchísimo, la hacía sentir segura de alguna manera.  

—Vivo un poco lejos. —se excusó dando a entender que no podía acompañarlo vestida de la forma que estaba.  

Steve sonrió travieso como quien acababa de lograr un objetivo.  

—Estás bellísima. —dijo al tiempo que paseaba sus ojos por su figura sin llegar a incomodarla. —No te hace falta nada en absoluto. —miró su reloj al tiempo que asentía levemente. —Pero no tengo problema alguno en llevarte a tu casa, tenemos tiempo.  

Maya negó con una sonrisa leve. 

—Si voy a mi casa no querré salir después. —dijo con sinceridad la joven. —Te acompaño, pero sólo un rato. —comentó a la vez que el joven asentía mientras sonreía mas ampliamente. 

—Entonces. —le extendió el brazo para que ella lo tomara. —Me permite.  

Una vez sentada en el copiloto le fue imposible no acordarse de Dimitri y se odio un poco por eso. Sin embargo de excuso diciendo que Steve y ella sólo serían amigos y que no había nada de malo en ello. Aún así, no logró sentirse tranquila del todo.  

El lugar era muy bonito, amplio y bien decorado. Habían mesas con manteles blancos y naranjas, lámparas y cortinas del mismo color y un sin fin de comida siendo repartida por meseros muy amables.  
Hablaban tranquilamente. Era un lugar muy elegante con mucha mas gente adinerada de la que imaginó, aun así, no se sintió menos. Steve se encargaba de hablarle en todo momento y soltar de vez en cuando comentarios muy agradables sobre su belleza, eso la tranquilizaba de cierta manera y lo agradeció muchísimo. 

Todos en el lugar guardaron silencio cuando un hombre alto y musculoso, de perfecto traje y apariencia ruda entró al sitio caminando con dureza. El hombre a su lado soltó un pesado suspiro y notó su incomodidad al notar que el hombre de antes se acercaba a dónde ellos se encontraban.  

—Damián. —dijo Steve en forma de saludo, aunque más bien parecía una clase de amenaza. —Pensé que no vendrías.  

—No pensaba hacerlo, mañana debo viajar. —respondió cómo si fuera obvio lo que decía. —Sólo vine a hablar con Carmen.  

—Déjala, ella también lo sufre cada día.  

La mirada del hombre que respondía al nombre de Damián se oscureció, como si algo dentro de él se hubiera activado de pronto.  

—No te metas, ya lo sabes.  

Steve no dijo nada, solo observó en silencio como el hombre se alejaba sin decir nada más. 

—Te pido una disculpa en su nombre. —dijo volteando en su dirección. —Es complicada su situación. Está en ese estado desde que… perdona. —dejó de hablar cuándo sintió que no sería un tema importante para la muchacha.  

—Cuéntame.—respondió Maya con sinceridad al darse cuenta.  

El hombre le sonrió antes de hablar.  

—Es un poco amargado, desde un tiempo. —la manera que lo dijo le confirmó que no era un recuerdo muy agradable.  —Tuvo alguien que lo hirió mucho, pero que le quería. —la forma de decirlo le rompió el corazón totalmente. —Bueno creo que le quería, aún trató de descubrirlo. 

—¿Cómo qué tratas de descubrirlo? 

—Lo dejó. —dijo el con un tanto de tristeza. —Nos dejó a todos en realidad, era muy querida por nuestra familia y ella, solamente había huido cuando tuvo oportunidad. Dejándolo destrozado, sólo, al borde de la muerte. Él se niega, dice que Camila está en peligro y está esperando que él vaya por ella. Creo que es su manera de sobrellevar la situación. 

—¿Y cómo saben ustedes que en realidad no está peligro? —la pregunta salió de sus labios sin llegar a meditarla. —¿Cómo saben que huyó?  

Steve le sonrió mientras tomaba una de sus manos y con la mirada le pedía permiso para dejar un beso sobre ella, Maya no se negó.  

—Hay personas que no están listas para algunas cosas, para el compromiso tal vez, creo que eso la hizo escapar.  

Las palabras resonaron en su cabeza como un eco tortuoso. Dimitri también había huido de ella cuándo estaban apunto de comprometerse, tal vez no de la misma manera, pero era muy similar.  
Se reprendió al darse cuenta lo que hacía. Debía dejar de asociar todo con él, estaba mal. Tenía que parar eso por completo.  

—Pero, ¿y si tu hermano tiene razón? —dijo como una niña que no entendía las indicaciones que sus padres le estaban dando. —¿Está en peligro? Y nadie está haciendo nada.  

Steve la miró fijamente antes de negar repetidas veces de forma lenta.  

—Mejor tomemos una copa, ¿te parece? —ella asintió con un poco de timidez dándose cuenta que se había pasado un poco de la raya, sólo que Steve era muy amable para hacérselo saber.  

No hablaron mas del tema, ella pensó que era lo mejor, y en las fracciones de Steve se notó que él también opinaba lo mismo.  
El hombre se encargó de hacerle pasar un bonito rato a pesar de su bajón emocional, para un hombre como él era muy notable.  

Se ofreció a llevarla y ella con delicadeza se negó, repitiéndole que no había necesidad y que podía tomar un taxi ya que era muy temprano aún. Ante eso él se ofreció a pagarlo sin esperar queja de su parte ya que decía era lo mínimo que podía hacer por no acompañarla como un digno caballero. Eso la hizo reír y aceptar, el hombre si que sabía como conseguir algunas cosas.  

Siendo sincera, si se sentía un poco menos tensa que en la mañana. Steve tenía sentido del humor y la trataba amablemente. Aunque aún era muy pronto, pudo darse cuenta de algunas cosas, como por ejemplo: la seriedad. Steve se veía muy serio al igual que apasionado para algunas cosas, y eso de cierto modo la tranquilizaba y preocupaba a la vez. De igual manera se negó a dañar su salida con pensamientos apresurados e inoportunos.  

Aunque fue poco su tranquilidad ya que al bajarse del vehículo sintió un frio sobre su nuca mientras caminaba en dirección su puerta, nunca le había pasado algo similar y eso la asustó mucho.  

—¿Dónde estabas? —la voz ronca y un tanto quebrada la hizo dar un salto en su sitio.  

Ahí estaba él, Dimitri. Sentado en el piso afuera de su departamento entre la oscuridad mirando hacia bajo tan perdido que le causó la impresión de un niño que acababan de dejar a su suerte, era lo peor que había visto en su vida. Y le dolió tanto que en su garganta se había formado un nudo y sus ojos se cristalizaron un poco. No lo negó, quiso salir corriendo a estrecharlo entre sus brazos, quiso cuidar de él como si no importara nada más, nunca lo había visto así y eso le rompía el corazón. 

—¿Qué haces aquí? —le dijo tratando de sonar lo más normal posible. 

—No me has respondido, Maya. —ahí estaba.  

—No tengo porque hacerlo.—dijo con mucha más dureza de lo que pretendía, sacando sus llaves con la intención de no mirarlo. —No puedes venir aquí cada vez que te dé la gana. —el levantó el rostro en su dirección. —No te lo permito.  

Le fue imposible no intercambiar miradas, no le gustó lo que vio, le dolió. Le dolía mucho mas de lo que podía describir.  

—Me estoy volviendo loco. —soltó de pronto haciendo que Maya quedará inmóvil en su lugar. —He estado igual durante estos últimos años. —la miró queriendo trasmitirle lo que sentía y ella por su parte no sabía si era cierto lo que estaba escuchando.  —Sólo estoy bien cuando te tengo cerca, cuando sé que es lo que estás haciendo, cuando te veo.  

Él se levantó tambaleando un poco.  

—Estás borracho. —dijo ella no queriendo escucharlo más. —No sabes lo que estás diciendo.  

—Sí sé. —se apresuró a decir acercándose a ella. —Sé que aquí me siento bien. Es el único lugar en el mundo dónde me siento realmente bien, porque tu estás aquí.  

Maya ignoró cada palabra. Palabras que en muchas ocasiones las imaginó de su boca como una caricia a su alma herida, pero que ahora viniendo de él en ese estado, le causaban mucha incomodidad.  

—No te quedaras aqui, Dimitri. Llamaré a alguno de tus hombres para que venga por ti. —se apresuró a decir al tiempo que acariciaba con una de sus grandes manos su cabello, eso le causo un leve escalofrío.  

—Eres tan bonita.—dijo él paseando sus hermosos ojos azules por sus fracciones.—No me hagas esto después de tanto. Te juro que ni siquiera te darás cuenta que estoy aquí contigo. —«como si pudiera» pensó Maya negando levemente. —Por favor, Maya, por favor.  

 




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