Punto Débil

Capitulo 34

Capitulo 34 

 



La vida suele ser injusta en el mayor de los casos. Tal vez porque lo vemos de esa manera, tal vez porque no nos detenemos a pensar en que fue lo que ocasionó su injusticia para con nosotros, tal vez porque nos tapamos los ojos antes de cometer algún acto que nos dé la consecuencia que más adelante llamaremos injusticia. Tal vez sólo lo llamamos así porque no aceptamos que hemos fallado y que es nuestra consecuencia. Porque somos humanos y pasamos nuestra vida entera cometiendo errores, pero el peor error: es el no aceptar nuestras culpas. 

Dimitri sentía que ya lo sabía. Él sentía su inocencia, él sentía la injusticia para con ella, pero, no hizo nada. Se atormentaba con su recuerdo cuando sentía en su interior que era una mentira. Sin embargo, era mucho más fácil culparla por un pecado que no cometió que aceptar su error. 

—Ya está fuera del pueblo. —el hombre le dijo una ves frente a él. —En unas horas saldrá su vuelo fuera del país con rumbo a Badajoz. Lisseth la está vigilando, por supuesto no sabe nada aún. 

El hombre mantenía la cabeza apoyada en el respaldar de la silla, su rostro no tenía expresión alguna. Sólo había entrado al lugar sin mirar, ni hablar con nadie. Entró directo a su despacho y dió órdenes precisas, ya venía con todo planeado. 

—¿Te encargaste que no llevará nada? —dijo sentado con la vista desenfocada. —No quiero ninguna sorpresa. 

Frente a él se encontraba un hombre de cuarenta años de edad y el cual trabajaba desde aproximadamente tres años ya. Tenía conciencia de que el sujeto mantenía a una familia entera y también era consiente de su paradero, no se volvería arriesgar. 

—Claro, señor. Sólo lo que llevaba puesto, el boleto ya estaba pago. —le respondió educadamente. —El celular se le quitó al salir de acá y yo personalmente la dejé sentada en su lugar. 

Dimitri asintió. 

—Encárgate de que no encuentre nada, ni trabajo, ni hombres, ni ayuda alguna. —cada que lo decía se imaginaba a una Maya llorando frente a él. —Nada de nada. 

Comentó cada palabra con una rabia que crecía dentro de él rápidamente. El desprecio era muy notable. Andrea había hecho algo fuerte, algo que le costó la vida que estaba acostumbrada a vivir. 

—Señor, aún no entiendo ¿Por qué no la mató? —dijo tranquilo, pero al ver la cara de su jefe se arrepintió de inmediato. —Disculpe, sé que no es de mi incumbencia. 

Dimitri soltó una bocanada de aire antes de responderle. 
Para él, la respuesta estaba muy clara: Maya. Porqué ahora que sabía la verdad, debía de pensar más de dos veces las cosas que haría a partir de ese momento. 

—Maya nunca me lo perdonaría. —dijo mordiendo uno de sus nudillos con fuerza. El hombre frente a él era uno de los más nuevos, no tendría idea alguna de lo que hablaba, cosa que le parecía bien, no volvería a dejarla expuesta.  —Pero por mí ya estaría tres metros bajo tierra. Aún lo estoy pensando. 

Él hombre lo escuchó atento. Desde que trabajaba con él, había observado que era un hombre inteligente, tranquilo, pero muy explosivo. Tal como una bomba que tiene su momento para crear el caos. Así era él, y veía como el caos se acercaba cada vez más rápido a ellos sin llegar a darse cuenta. 

—De alguna manera es como si lo estuviera. —dijo debido a todas las órdenes sobre la mujer que había dado. 

Era cierto, pero Andrea era una mentirosa de primera  y Dimitri sabía que se las arreglaría para solucionar un poco su vida. 

—No es suficiente. —le respondió mirándolo fijamente a los ojos, los de él se habían oscurecido impresionantemente. —Pero por el momento así será. —lo dijo con firmeza, así sería. —Yo saldré y mejor que cuando vuelva ya hayan encontrado a Carmelo. —dijo con los dientes apretados de rabia. —No voy a tolerar ninguna equivocación. —finalizó luego de tirar la puerta al salir. 

Una vez sentado frente al volante un recuerdo viajó a su mente. Un doloroso recuerdo que comenzaba a destapar los verdaderos intereses de su padre. 
 


—Hijo mío. —había dicho su padre en su idioma natal mientras observaba la hermosa vista de la calles de Florencia. —Mira que preciosidad. Así es como nos merecemos estar siempre. —Dimitri miraba las calles sin prestarle demasiada atención a las palabras de su padre. De un tiempo para acá lo había empezado hacer y a su padre parecía no importarle. —¿Por qué no caminas un poco? —le dijo sacando un cigarrillo y colocándoselo en la boca. —Tal vez encuentres a alguien de tu agrado para llevarla a casa. 

Esas palabras habían hecho que su hijo volteara a verlo y no de la manera que había imaginado. Aunque no era ninguna sorpresa. 

—Eso es asunto mío. —había dicho de manera cortante, queriendo no hablar más sobre tema, pero su padre tenía otra idea en mente. 

—Me pueden matar y luego a ti. —dijo con normalidad. —Tenemos un imperio hijo, y no hay nadie para que lo herede. —soltó el humo al decirlo. —No te digo que dejes a tus… amigas, —había pensado muy bien sus palabras. Conocía bien a su hijo y debía de buscar las palabras correctas para hacerlo entender rápido. —pero sí que embaraces a una, o todas, como quieras. —su hijo bebió de su vaso ignorando totalmente lo que decía. —Se te va a la vida y aún no la superas. 

Ese último comentario no se lo espero, pero su padre sí quiso hacérselo saber. 
Dimitri tomó con fuerzas su bebida antes de voltear a mirarlo con odio. 

—Déjalo ya. 

Lo volteó a mirar a los ojos. Quería molestarlo, enojarlo para que descargara su furia en alguna mujer con un solo propósito, pero nunca lo conseguía y estaba arto. 

—Te engañó. ¡Acéptalo! —le gritó tirando el cigarrillo al piso igual de enfadado. 

—¡Te he dicho que no la menciones más! —le devolvió el grito tirando el vaso al piso haciendo que se rompiera en pedazos. —¡Nunca! 

Lo tomó por el fino traje al decirlo logrando con ese acto que su padre lo imitara. 

—¡Lo hago porque te quiero! —su padre exclamó. —Y todo lo que he hecho ha sido por la misma razón.  —soltó apretando los puños. —Soy la única persona que te ha querido de verdad, que ha estado contigo en todo momento, soy tu padre, hijo. El único que de verdad se preocupa por ti, por tu felicidad. Grábate eso. 

 




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