Punto Débil

Capitulo 35

Capitulo 35 



La sorpresas de verlo era muy notable, pero más por el estado en el cual se encontraba. Se veía arruinado, arrepentido, muy dolido. Y no supo por qué, pero dentro de ella sintió una clase de paz, cosa por la cual se regañó internamente. No debía sentirse así al verlo en ese estado, sin embargo, así se era y era un sentimiento con mucho poder sobre ella. Tal vez por su mismo dolor y porque ahora se sentía mejor, tal vez porque notó que ya Dimitri no pensaba igual. Algo había cambiado. 

Él estaba ahí, llorando desconsoladamente. Pidiéndole a gritos de su consuelo, de su protección. No se mintió, estuvo a punto de abrazarlo, de secar sus lágrimas, de asegurarle que todo estaba bien, que ella estaba con él. Pero, en cambio, un sin fin de recuerdos llegaron a su memoria y la frenaron de hacerlo. 
Ella, envuelta en lágrimas, llorando por él, pidiendo a gritos una explicación y sin tener a nadie dispuesto a dársela. Él, dejándola sola y destrozada. 
Ahora, sentía un poco de tranquilidad, un poco de paz. Eso se debía a su orgullo. Le estaba dando la fuerza que necesitaba a cambió de la felicidad de su alma. Y en el punto que se encontraba Maya, no lo importaba que lo hiciera. Estaba muy dolida para pensar demasiado en ello. 

Estaba tan herida, tan resentida con él por dejarla sola, por irse sin más. No podía pensar con claridad, y no podría hacerlo en un buen tiempo, lo sabía. 

—¿De que estás hablando? —dijo luego de que él se levantará y le tomara el rostro con delicadeza. 

Ella sólo se quedó quieta en su lugar, esperando una respuesta. 

—De todo. —su rostro mostraba arrepentimiento. Nunca lo había visto de esa manera. —Me arrepiento tanto. Fui un estúpido por haber creído todo eso. —El cerebro de Maya empezaba a reaccionar y a comprobar lo que imaginó. —Necesito que me perdones. —juntó su frente a la de ella con mucha lentitud. —Necesito que aclaremos todo, Maya. 

Ella tomó sus manos y con lentitud las alejó de su rostro. Una ola de sensaciones inundaba su cuerpo cuando la tocaba, sensaciones que no lograba controlar, sensaciones que no le favorecían en nada. 

—Dimitri.., —soltó una bocanada de aire. —quiero descansar. —comentó con voz tan serena que al hombre le pareció una caricia, pero muy dolorosa. —Te pido que te vayas, por favor. 

Dimitri cerró los ojos para abrirlos luego de un segundo con total determinación. 
A él no le sorprendía nada su comportamiento, lo imaginaba, aún así, le dolía en el alma cada palabra. 

—Te dejaré descansar, dejaré que pienses las cosas, pero necesito que me escuches. —hablaba con una desesperación disimulada, pero aún así muy notable. —Debes escuchar todo lo que ha pasado. —Maya negaba sin decirle nada. —Tengo que explicarte muchas cosas, mi amor. 

—No me llames así. —lo cortó rápidamente. —Para ser franca, no me interesa y no quiero escucharte. —soltó con sinceridad. — Quiero que me dejes tranquila, por favor. —rogó mientras su voz se quebraba al decir la última frase. —Vete. 

Dimitri negó, se negaba a irse y dejar todo así. No volvería a perderla. No cuándo ella era inocente, no cuándo estuvo tantos años culpándola en vano,  no cuándo la amaba de la manera que lo hacía. No, no lo haría. 

—Entiendo tu dolor. —dijo con la intención de no alterarla con sus palabras. —Créeme que lo entiendo, Maya. Yo también sufrí. 

El rostro de Maya cambió en su totalidad. 

—¿Tú sufriste? —dudó con un deje de burla. 

—¡Claro que sí! —corroboró de inmediato. —Estos años sin ti han sido una total tortura. —sintió como cada parte de su cuerpo se alteraba más de lo que ya estaba. —Maya, te lo pido. —levantó la mano para tocaría y ella se alejó, como si su tacto le quemará. Él no disimuló el dolor que sintió ante su rechazo. —Hablemos bien, busquemos una solución. 

—¿Qué solución? —pensó sus palabras. —¿Para qué una solución?  

El hombre suspiró pesadamente. Parecía meditar muy bien sus palabras, buscando las adecuadas. 

—Para nosotros. —dijo y la fuerte carcajada de Maya resonó en toda la calle, sí, se la había imaginado tal cual. —Haré lo que tú quieras. —Maya negó con el rostro serio de repente. 

—No hay nada que puedas hacer. —dijo de forma lenta, pero decidida. —Ya no hay nada entre nosotros. 

Dimitri negó con rapidez. Era una total mentira. Entre ellos había todo, y ella lo sabía, sólo que estaba muy enojada. Eso podía entenderlo. 

—Eso es mentira. —ella bajó la vista un poco mientras negaba con la cabeza. —Lo sabes. Nos amamos. —Ella soltó una pequeña risa y ante eso Dimitri no pudo soportarlo. Simplemente actuó por impulso. —¿Vas a negarlo? 

Maya saltó del susto cuando él le tomó de las mejillas y la pegó a su cuerpo en el proceso. Estaban solos, y sentía como los recuerdos de ellos juntos la atormentaban al tenerlo así. 
Sus besos, sus caricias, sus palabras. 

—Suéltame. —susurró al tenerlo tan cerca de ella. 

Sentía su aliento, su calor. No bajaría la guardia, no le daría ese gusto. 

—Dime que no me amas. —le devolvió el susurro con dolor. Cerrando los ojos mientras rozaba sus labios a los de ella. —Dime que me olvidaste, dime que no quieres te bese. 

—Si me besas te juro que no te lo voy a perdonar nunca. —dijo con voz temblorosa. —Te lo juro, Dimitri. 

—Eso no me responde nada. —se alejó de ella mientras soltaba el aire contenido. —Sé que estás enojada y tienes todo el derecho, pero, no te voy a dejar tranquila. No cuando tenemos tantas cosas que decir. 

—Ya dijiste todo. —Maya sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas. 

—Claro que no. —susurró. 

La vió, tan herida de pronto que todo en él se rompió inevitablemente. Jamás se lo perdonaría. 

—Ya lo hiciste. —su voz se rompió, no pudo aguantar más. —Dijiste que yo te había engañado. Me lo dijiste, Dimitri. —una lagrima corrió por su mejilla y él la quiso limpiar, pero Maya se lo negó alejándose. —No me toques, no te me acerques. —más lágrimas empezaron a salir con rapidez. —Me dejaste sola. —susurró. —No te imaginas todo lo que pasé, no tienes ni idea por lo que he vivido. —cada palabras era una cuchillada al corazón del hombre. —Dijiste te rompí el corazón, pero yo siempre fui impecable contigo. Siempre busque hacerte feliz, hasta con cosas que no debí. Y nada fue suficiente. 

Dimitri no aguantó seguir oyéndola, lo herían tanto sus palabras. 

—Maya, no digas esas cosas por favor. —su voz se quebró. —Debes escucharme, para que me puedas entender. Nada fue culpa tuya. —trató de nuevo acercarse a ella y obtuvo la misma reacción. —Estoy tan arrepentido de todo lo que dije. Tú, eres un ángel que yo no supe cuidar. —el llanto lo hizo callar por un momento. —Que hice sufrir con mis malos actos. —Maya negaba sin decir nada. —Ya sé que todo fue una mentira. 

La castaña limpió de pronto sus lágrimas al escuchar lo último que dijo. 

—¿Lo sabes? —preguntó sin esperar una respuesta. —¿Quién te hizo cambiar de opinión? 

Dimitri dudó, pero no quería más mentiras. Ya no sería así. 

—Andrea. —dijo sin saber si ella entendería de quién hablaba. 

—¿La mujer que besaste frente a mi? —preguntó extrañamente calmada. Él sólo asintió con la cabeza gacha. —Y a ella le creíste tan fácilmente. 

Dimitri se dió cuenta de lo que pasaba por su cabeza e intentó hablar con la claridad posible. 

—Ella me dijo que las fotos estaban modificadas y que todo había sido una orden de mi padre. Debes creerme. 

—¡Eso no importa ya! —lo cortó con cansancio. —Le creíste a otra. —en su rostro había una clara muestra de sorpresa. —Yo era tu novia, debiste habérmelo preguntado a mí. Debiste confiar en mi palabra, en mi amor. —Dimitri asentía con rapidez a todo lo que decía. Se veía como un niño ante ella. —Te dije que no te había engañado y no me creíste. ¡¿Por qué a ella sí?! —Volvió a romperse en vuelta en lágrimas. —No lo entiendo. 

Dimitri sentía que su alma ya no se encontraba en su cuerpo, estaba destrozado. 

—Sé que fui un estúpido, pero, estoy tratando de solucionar las cosas. —decía cada palabra con seguridad, queriendo que ella lo comprendiera. —Ya me encargué de ella y no te molestará… 

El rostro de Maya cambió al horror. 

—¡¿La mataste?! —se alarmó de inmediato. 

—¡No! —se apresuró a contestar. —Jamás haría algo así, de verdad. Sólo no nos hará más daño, créeme. 

—Vete. —dijo al escucharlo, no lo reconocía para nada. 

—Por favor. —le suplicó juntando su manos. —Perdóname. —seguían cayendo las lágrimas por su rostro. —Yo te amo, nunca dejé de hacerlo. 

—Vete de mi casa, Dimitri. —dijo con calma. —Quiero descansar. 

El rostro de Dimitri mostraba dolor, y a ella la destrozaba verlo en ese estado. Sin embargo, ya no había nada que hacer, todo había acabado para ellos. 
La miraba con dulzura envuelto con arrepentimiento, cuando dijo: 

—Me voy. —sentenció. —Pero voy a volver, Maya. —dijo levantando su mano para acariciarle el rostro, esta vez ella no se negó. —Te voy a recuperar. Eso te lo juro. —sonrió con nostalgia. —Te devolveré todo lo que te he arrebatado gracias a mis malas decisiones. Te daré la vida que siempre te has merecido. —Maya mordió ligeramente su labio inferior con la intención de silenciar las palabras que querían escapar de su boca.  —Pasaré cada día de mi vida buscando tu perdón, recuperando tu amor. 

—Dimitri, por favor. —dijo cerrando los ojos ante su tacto. 

—Te amo. —dijo limpiándose el rostro. —Y juro que voy a recuperarte. 

Entró a su habitación sin voltear al mirarlo, no podía. Estaba tan cansada. Sentía mucha carga emocional sobre ella, sentía todo un caos en su mente. Dentro de ella había un miedo inmenso de que todo volviera a salir y se olvidara de las cosas que habían pasado. Que se olvidara de su dolor y todo por unas cuantas palabras dichas por él. 

El sonido de su celular la hizo dar un brinco de sorpresa. 

"Envíame la dirección, bonita. Me muero por verte" 

Pensó muy bien lo que respondería. No era por Dimitri, no era por Steve; era por ella. Maya necesitaba tiempo, pero también necesitaba un escape de la realidad. Steve no se merecía ser engañado y ella, no lo amaba. Pero eso él lo sabía muy bien. Era un buen hombre, un hombre que se merecía una buena mujer, no debería, no estaba bien, pero aún así le respondió; 

"Te necesito, Steve. No me siento muy bien para salir, pero ¿Podrías venir a mi casa?" 

Soltando el aire de sus pulmones mientras se tapaba los ojos con una almohada, misma que tiró lejos al recordar a Dimitri en ellas. Debía hacer que su olor se fuera, cuando antes. 


Dimitri por su parte estaba peleando con las ganas de hundirse en alcohol y no salir en semanas de él. Claro que no lo haría, debía pensar en ella. Y quería recuperarla. Para ello debía cambiar su forma de vivir, sus prioridades, sus decisiones. 
Las malas decisiones que había tomado ahora lo condenaban al sufrimiento, y el dolor de no tenerla. Dimitri había optado por una mala decisión al verse envuelto en la rabia, y ahora las consecuencias lo atormentaban. 

El rostro de su padre merodeaba una y otra vez por su cabeza, recordándole con ello lo manipulado que fue, lo ciego que estuvo. 
Ahora estaba sólo, con un cargo criminal, el amor de su vida odiándolo y un loco suelto que quería matar y el cual lo quería destruir. Definitivamente tenía muchos problemas. Y aunque no lo demostrara, se encontraba aterrado. 

Cambiaría todo para recuperarla. Dejaría de ser quien es por ella, sería digno de su amor. Para ello debía de dejar todo en orden y tenía un problema grande: Carmelo. Estaba suelto. Nadie lo había visto, nadie sabía nada y eso ocasionaba en su vida una gran complicación para sus planes. 

—Nadie lo ha visto. —le dijo el hombre con la cabeza agachada. —Preguntamos en todos lados, buscamos en todos los sitios posibles, y no hay rastros. 

Todos guardaron silencio, a la espera de su orden y él solo explotó. Miles de ideas se le pasaron por la cabeza y en todas estuvieron unos hermosos ojos castaños. 

—¡Quiero que lo encuentren! —gritó tirando una pequeña mesa de vidrio de una patada. —¡Ahora! —sacó el arma de su pantalón y apuntó al hombre que tenía más cerca. —No quiero ninguna equivocación, no lo voy a tolerar. 

Luego disparó, haciendo que la bala rosara la oreja del hombre y este se quedará sin aire por el miedo. Nadie dentro de la habitación tuvo alguna reacción, más que la del silencio. 

—Si, señor. —dijo con dificultad de respirar. 

—¡Ahora largo! 

Debía de encontrarlo rápido. Carmelo era un hombre vengativo, lo odiaba y sobre todo; sabía mucho sobre él. Sabía sus debilidades, o mejor dicho: dónde podía matarlo sin llegar a tocarlo. En ella, claro estaba; Maya. 

Su corazón se detuvo al pensarlo, debía apresurarse. 




 




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