Qhoa: Brújula Estelar

Cita con el desastre

El fin de semana llegó, junto a una tarde soleada y la cita de Skoll. El chico ya había puesto al tanto de su cita a sus amigos, por ello aquella tarde, ellos se adelantaron hacia el pueblo. Skoll en cambio, fue hacia la portada del colegio a esperar a la joven.

Skoll llegó temprano, al menos eso supuso ya que no veía a la joven por ningún lado. Apoyado en la pared rocosa que circundaba el colegio, se dispuso a esperarla. Después de todo el clima no estaba tan malo a pesar de ser temporada de lluvia.

El chico no tuvo que esperar mucho por ella, ya que pronto la vio aproximarse junto a sus dos amigas quienes iban detrás comentando sobre algo. Nadia tenía los ojos fijos en él. En cuanto ella estuvo cerca, Skoll recompuso su postura.

— Hola — murmuró en cuanto la tuvo cerca

— Hola — murmuró ella, se le podía notar el nerviosismo en su voz

-Nos vemos luego Nadia – las jóvenes se despidieron de ella y soltaron una risa cómplice mientras se adelantaban. La joven no pudo evitar reír por eso. No era secreto para sus amigas, que, de hace un tiempo, le gustaba el pelinegro, así que poder ahora tener una cita era casi un sueño.

Nadia esperaba que el chico no se diera cuenta que le gustaba, aunque era difícil parecer calmada, cuando hasta el más mínimo gesto del muchacho le alborotaba las mariposas de su estómago.

Skoll por su parte vio a las chicas marchar, su interés en ellas fue efímero, después de todo la atención lo tenía Nadia. El chico pudo notar como la joven se inspiró al vestirse. Incluso podía sentir un sutil aroma a rosas. Probablemente de un perfume.

— Te ves bien — comentó Skoll — Perdón, creo que el termino correcto es, bonita

Dicho esto, el muchacho ofreció su brazo a la joven que se sentía ya en una película. Esperando no se notara el temblor en su agarre. La joven paso su brazo rodeando al del chico y comenzó su caminata.

Los demás estudiantes que también bajaban hacia el pueblo, los miraban. Ella tenía las mejillas sonrosadas. Estaba resignada a que sus mejillas no dejaran de arder mientras estuviera con él.

— Parece que hoy tendremos una buena tarde — comentó el chico quien suponía debía dar el primer paso a charlar.

— Oh sí, es bueno que el sol nos acompañe. No me gusta el invierno — confesó

— ¿En serio? ¿Por qué?

— Es…bueno la verdad es que soy friolenta, así que en cuanto el invierno cae o el otoño refresca, es más común que me enferme

— Oh entiendo, ¿Hoy no sientes frío?

La joven traía una falda rosa que le llegaba un poco sobre las rodillas. Inconsciente miro hacia abajo mordiendo sus labios. La verdad que si sentía un poco de frio, pero quería lucir bonita para él

— No mucho — afirmó — el sol ayuda, además traigo mi capa por si llueve — afirmó señalando una pequeña cartera circular que colgaba al costado de su cadera

Skolll no era muy bueno hablando, pero la joven parecía también tener dificultad para hablar. Así que recayó en el mantener viva la conversación. Mientras avanzaban al ritmo de ella, Skoll iba preguntando o comentando alguna cosa que se le ocurriera. En un momento estuvieron hablando de chiukos, ella parecía ser fiel seguidora del deporte, aunque no lo jugara.

Así, a paso lento entraron al pueblo de Yantay, donde ya pululaban los estudiantes corriendo de un lado a otro. Las calles estaban llenas, muchos músicos callejeros atraían la atención de algunos transeúntes.

Skoll la acompaño a ella primero a ver unos ingredientes que necesitaría para la clase de pociones. La joven argumentaba haber perdido su tarrito con el ingrediente, aunque Skoll sospechaba que alguien probablemente se lo robo, ya que dicho ingrediente era algo costoso.

Después, acudieron a la papelería en busca de más tinta de colores. La joven gustaba de poder escribir con distinto color. Según ella, así organizaba mejor la información y le motivaba a estudiar. Skoll sin entender bien, acompañó a la joven por los pasillos del lugar dejándole seleccionar lo que quisiera.

Una vez, que los pendientes fueron saldados, quedaba el resto de la tarde para ellos. La primera para fue la dulcería. Skoll ya conocía el lugar y sabía que muchos de los dulces de ahí eran más que apetitosos, el, la dejó escoger lo que quisiera, pues quería pagar eso el mismo.

Si bien al principio la joven se negó, al final, luego de hablarlo con el joven, acepto que el pague. Aun así, fue escueta en sus selecciones. Escogió unos bollitos dulces, junto a una paleta de regaliz y caramelos explosivos ácidos que eran sus favoritos.

Skoll, compro algunos caramelos, junto a unas galletas, después de todo, no era muy fanático de los dulces. Una vez que pagaron todo, Su siguiente parada fue el bar que la vez anterior visitó con sus amigos. Para ello, tomaron el sendero hacia el Yantay viejo.

Skoll abrió la puerta del lugar y dejó que la joven pase adelante y elija el lugar donde sentarse. Nadia, ya acostumbrándose a las atenciones del chico. Eligio una mesa cerca a la ventana del lugar. Sentía una extraña satisfacción cuando los demás la miraban pasar entre las mesas junto al chico.

Nadia sabia bien que muchas chicas, no solo de su Ayllu, sino también de otros, tenían admiración y gusto por el muchacho. Pero desde luego, ahora ella era la afortunada. Probablemente esa idea la llenaba de cierta satisfacción sobre las otras.

Una vez sentados, la joven de la vez anterior se acercó a tomar sus órdenes. Skoll, sabiendo que las visiones no lo producían la bebida, pidió de nuevo la especialidad de jora del lugar. Nadia, imitándolo, pidió lo mismo. La mesera, con su habitual encanto, sonrió para ambos y se retiró.

— La bebida de aquí es deliciosa, creo que podría decir mi favorita — comentó la joven iniciando, esta vez, ella la conversación.

— ¿Ya probaste antes la jora? — preguntó el chico

— Si, en la ciudad donde vivo suelen preparar algunos lugares. Pero siento que la fermentan demasiado y no me agrada. En cambio, la de aquí es dulce y suave




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