Qhoa: Brújula Estelar

Salvado

La cabaña en si no era gran cosa, tenía el tamaño de un cobertizo y su techo, probablemente rojizo en el pasado, estaba cubierto de musgo que crecía libre. Skoll miro alrededor esperando ver alguna planta guardiana o cosa por el estilo, pero nada parecía estar cuidando la cabaña, además del velo.

El chico subió los dos precarios escalones hacia la puerta. Movió la suntur sobre la cerradura y la puerta se abrió hacia adentro. Aquel lugar, era mucho más grande que un cobertizo. Skoll supuso que tenía un encantamiento.

Al entrar, el aroma a humedad y libro viejo invadió su nariz. La puerta se cerró atrás de el con un fuerte golpe. Skoll se sobresaltó al oír aquel ruido. Giro en intento abrir la puerta, pero esta no parecía ceder ni a los hechizos.

Parece ser que su única opción era continuar hacia adelante. En aquella especie de recibidor, Skoll ubico una puerta la cual solo tenía una especie de cortinilla raída. El chico se acercó hacia ella, retiro la cortina revelando un pasillo que de a poco se hundía en el suelo.

Skoll recordaba esa ruta de su visión, aquel camino lo llevaba a una sala mucho más grande. Sin perder el tiempo, avanzó confiado en lo que encontraría. A su paso, las antorchas de la pared se encendían como si detectaran su presencia. En efecto, el chico llegó a una sala circular donde se podía ver dos puertas cubiertas solo con una cortina.

Skoll no recordaba dos puertas en su visión. Miró ambos caminos sin saber con precisión cual tomar. Avanzó por la habitación pensando ver que había detrás de cada cortina, después de todo, si recordaba cómo se debía ver el camino. Pero justo al llegar al centro del salón. El suelo comenzó a moverse y junto con ella las puertas.

Cual, si fuera un torbellino, las puertas giraron al igual que el suelo y de la nada había cuatro puertas. Skoll detuvo su andar, ahora más confundido. Parecía que sus pasos activaban una especie de mecanismo que hacía girar la sala. Dio un paso hacia atrás y una puerta desapareció. Eso significaba que cada paso era una puerta. Retrocedió otro paso más y la otra puerta desapareció.

A pesar de descubrir eso, aun no tenía sentido el que siga existiendo dos puertas. Trató de retroceder hasta el borde del pasillo, pero las puertas no desaparecieron, había algo que no estaba tomando atención.

El chico observó el suelo y luego el techo, en ambos parecía haber dibujado de forma sutil un torbellino. Analizando bien el lugar, el chico pisó en el segundo brazo del torbellino, eso hizo cambiar el techo, la luz se volvió más tenue pero no movió las puertas.

Dio un paso más al siguiente brazo del torbellino, el techo de nuevo cambió y su luz se hizo naranja. Las puertas siguieron iguales, aunque el ambiente se notaba más sombrío. Skoll dio un paso más al siguiente torbellino, pero este apago totalmente las antorchas. El chico regresó sobre su paso y de nuevo la luz naranja bañó el lugar.

Tenía resuelta la mitad del rompecabezas, ahora faltaba la otra mitad. Si hubiese ido con los chicos, quizá tendrían más ideas, seguro que Driss ya lo hubiera resuelto, pensó. Quieto en donde estaba trato de pensar. Estaba en la mitad del salón de nuevo, avanzando guiado por el torbellino del techo, quizá ahora era momento de seguir el torbellino del piso.

Probó avanzando un paso en uno de los brazos del torbellino, este automáticamente hizo girar la sala y apareció una tercera puerta. Skoll retrocedió y probó en el otro torbellino. Esta vez no apareció una puerta si no que las dos existentes se juntaron un poco.

Así, paso a paso del chico, las puertas se juntaron hasta terminar unidas y siendo solo una. Esa era la puerta que el vio en su visión. Con el enigma resuelto, avanzó por el siguiente pasillo. El olor de la humedad era asfixiante, las antorchas nuevamente se encendían a su paso.

Al menos parecía que Manoc Araya, a diferencia de Cora, no tenía acertijos donde implicaba entregar parte de su sangre. Skoll aun recordaba con vivido dolor, aquella habitación donde le pincharon los dedos para poder obtener el diario.

El pasillo desembocó en una nueva sala, esta lucia más precaria y sucia que la anterior. En esta había una sola puerta, pero del techo colgaban unas flores amarillas cual enredaderas, Skoll las conocía, En clase de herbología el año pasado la habían visto.

Esas flores buscaban devorar cada rayo de luz, eso explicaba por qué dicha sala se veía tan oscura, Además que al ser tocadas estas se amarraban a su víctima depositando así sus semillas bajo la piel de la persona.

Skoll estremeciéndose al recordar ese detalle, necesitaba llenar de luz aquellas flores, y así poder cruzar el pasillo. Por suerte, si recordaba ese hechizo. Cubrió sus ojos antes de dirigir la suntur hacia las flores.

— Inti lluqsimun

De la suntur, una enorme esfera de luz brillante se formó. Skoll, a pesar de tener los ojos cerrados y cubierto por su brazo, aun así, pudo ver el fuerte reflejo de la luz.

Las flores, ávidas abrieron sus pétalos para absorber dicha luz. Una vez repletas de esta, se cerraban y quedaban en botón. Skoll mantuvo el hechizo unos segundos hasta que considero prudente. Para cuando el hechizo termino, el chico abrió los ojos hacia la habitación. Ahora ya no colgaban las flores como enredaderas. Se habían encogido y hecho ovillos pegados al techo del lugar.

La luz de las antorchas volvía a brillar con normalidad. Con el paso libre, el pelinegro cruzó hacia el que ya sabía, era el último pasillo antes del cofre. Las antorchas iluminaron el pasillo dejando ver la roca viva excavada. Aquel lugar se sentía más frio que los otros.

Paso a paso, incluso el eco volvía a él. Tal y como su visión le mostro, aquel ultimo pasillo lo llevó a la caverna final. Con un pedestal central donde yacía el cofre que le vio guardar a Manoc Araya.

Esta vez al aproximarse, nada se movía, nada lo atacó, avanzó libre y sin problemas. Al llegar al cofre, este no tenía seguro, Skoll, nervioso por lo que podría encontrar, abrió con cuidado la tapa. Adentro solo había un solitario pedazo roto de un espejo.




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