Qhoa: Brújula Estelar

Se acabó

La semana de castigo fue más terrible de la que imaginó Skoll. El clima, al mantenerse húmedo, hacia que el corral de los phuyus fuera un desastre de plumas y heces, que él debía ayudar a recoger en unos sacos para luego ser usados de fertilizantes.

Cada noche durante una semana, Skoll acudía a los corrales y usando una pala y unas botas especiales para no ensuciarse, recogía las heces que dejaban los phuyus. A pesar de llevar ropa especial que lo cubría de manchas, eso no evitaba que el hedor se le pegara a la ropa y el cabello, ni siquiera tomando un baño lograba eliminar del todo el hedor.

Lo único que le ponía medio de mejor humor, era que al parecer Demian no lo estaba tampoco pasando nada bien, el hedor a cadáver que ahora marcaba al chico, parecía ser una muestra de ello.

Aquella semana de castigo Skoll no pudo ver más que en clases a Nadia y cada uno de esos días la noto un poco más triste de lo habitual.

El último día de su castigo, el profesor de zoología quien se apiado de él, decidió dejarlo libre más temprano, así que con una hora y media disponible para él. Decidió ir en busca de la joven. Sabía que a esa hora estaría saliendo de clase de encantamientos.

El chico quien ese día por suerte no cargaba el típico aroma de plumas y heces, llegó a tiempo al aula donde la joven tenía sus clases. La puerta aún estaba cerrada, lo que indicaba que todavía no salían. Dispuesto a esperar, el chico se apoyó en la pared mientras pensaba a donde podría llevarla para al menos charlar un poco.

Los minutos pasaron rápidos, la puerta se abrió y el cúmulo de alumnos salieron en tropel felices de haber finalizado la clase. Skoll vio salir a Demian también, quien era más rápido olerlo que verlo.

— ¿Qué haces aquí Prince? — preguntó el chico deteniéndose al verlo

— Nada de tu interés — respondió este sin ganas de que le pusieran un nuevo castigo

— ¿Vienes a ver a tu chica? — dijo en tono burlón — que malos gusto debe tener ella, poco digno de alguien de nuestro ayllu

— Deberías moverte Brookes, no quiero que tu hedor se me pegue

Al parecer el hedor de los Hualash era mayor a de los phuyus ya que incluso Skoll podía percibirlo por encima del perfume del chico.

— Cállate maldito nakiachu

Skoll estuvo a punto de reaccionar sino hubiera sido porque justo en ese instante la joven salía del salón acompañado con sus amigas. Al verlo y ver que nuevamente parecía estar discutiendo con Demian, la joven desvió su camino.

Skoll no respondió a la provocación de Demian a pesar de que el término que uso lo molestaba en demasía. En su lugar, fue atrás de la joven.

— Nadia — llamó el chico bajando detrás de ella por los escalones — espera un momento

La joven detuvo sus pasos, murmuro algo a sus amigas y estas sin decir nada más se retiraron.

— Nadia — Skoll, llegando a su lado tomó la mano de ella — hoy salí antes del castigo — murmuró — y pensé pasar a verte. ¿Quieres que demos una vuelta por los jardines?

La chica asintió. Skoll la notaba distante, se preguntaba si le enojaba que tuviera aquella rencilla con Demian, o tal vez, estaría enojada por no haber tenido tiempo de verse toda esa semana.

El chico a veces le costaba entender sus molestias, aunque muchas de ellas eran porque la joven le pedía ciertas cosas que no eran usuales en él. A pesar de ello, estaba dispuesto a sacarle al menos una sonrisa esa noche.

En silencio, ambos cruzaron los pasillos y los jardines hasta llegar al jardín que se convirtió en su lugar especial para ambos. El jardín de la fuente donde se dieron el primer beso y donde solían refugiarse de miradas chismosas.

Al llegar ahí, se sentaron al borde de la fuente.

— ¿Quieres que te muestre algo que aprendí? — preguntó el chico

— Skoll — dijo la joven en un tono mucho más serio del habitual — ¿Me quieres?

Aquella era la primera vez que la joven le preguntaba eso. Skoll casi titubeo ante una respuesta que era más que obvia, salvo que él no acostumbrara decirlo en forma verbal. La mirada de ella estaba fija en sus ojos.

— Claro que si — respondió al instante — ¿Por qué la pregunta?

— Es solo que — la joven mantuvo el silencio un momento, parecía estar buscando las palabras correctas para decirlo. — Es que no lo dices

Soltó al final con gesto derrotado. El chico no entendía por qué de pronto parecía más frustrada. Sabía que no solía decir aquello en forma verbal y es que a él le costaba expresar el cariño de esa forma, pero lo demostraba en otras

— ¿Quieres que lo diga?

—Si, es que a veces no sé, a mis amigas, les regalan cosas o siempre andan de la mano y cosas así ¿Entiendes?

El pelinegro entendía perfectamente a lo que la joven se refería o, mejor dicho, lo que ella pedía. Al parecer ella era de un cariño más físico, más cursi. Cosas que él no sabía hacer o más bien, no solía hacer porque no era su personalidad.

Skoll todo el tiempo buscaba hacerla reír y escucharla, ser cursi era algo que no encajaba en su mente ni en su personalidad. Por unos minutos pensó en que podría decir alguien cursi en ese instante, pero simplemente nada se le vino a la cabeza.

— Pasa que no siento que…sientas lo mismo que yo — continuó la joven

— No es eso Nadia, claro que siento lo mismo que tu

— Pero no parece, en todo este tiempo nunca me abrazaste, solo yo lo hago

Él no la abrazaba, pero le gustaba acomodar sus mechones para ver mejor aquel bonito rostro. Le gustaba la forma de su rostro y aquel pequeño gesto era como enmarcarlo entre sus mechones.

— Si me pides que te abrace yo lo haré

— Es que no quiero pedírtelo, me gustaría que lo hagas por voluntad propia

Skoll se sentía cada vez más desubicado. El plan de hacerla reír parecía cada vez más difícil y lejano. Se sentía nervioso por las palabras de ella y no sabía exactamente que contestar ante ello.

— Nadia yo…

—Ahí está de nuevo, incluso me llamas por mi nombre, no me tienes un sobrenombre bonito. Yo te digo amor, pero tu solo…solo usas mi nombre




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